Juan Alejandro Tapia
Columnista / 14 de junio de 2025

Dos fotos, una tragedia 

Una madre y su hijo en un momento íntimo captado con una cámara. Él, hechizado por el ojo magnético, mira el lente mientras se lleva un dulce a la boca; ella, mimosa, pega la cabeza a su cachorro en un gesto compartido por muchos mamíferos. La fotografia, de mediados de 1990, es una postal del reino animal. Quizá el recuerdo más vivo y presente que tiene el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe, entonces de 4 años, de la mujer que lo parió y amamantó: la periodista Diana Turbay, directora de la revista Hoy x Hoy, muerta en un operativo de rescate el 25 de enero de 1991 tras haber sido secuestrada por orden de Pablo Escobar. 

Treinta años después, otra foto. El niño de la primera imagen ya es un hombre y ahora es él el que sostiene en su regazo, aferrándolo con la tenaza protectora de su brazo izquierdo, a su cachorro de pocos meses de nacido. Los dos sonríen a la cámara en una muestra genuina de alegría. El cachorro lleva por nombre Alejandro y es evidente que su entusiasmo surge de la seguridad brindada por ese cuerpo que lo arropa. Cuando tenga 4 años, en 2025, su padre va a estar conectado a un monitor mientras lucha por sobrevivir a un atentado perpetrado por un sicario menor de edad que el sábado 7 de junio le va a disparar en la cabeza durante un mitin en Bogotá. 

Son dos fotos de una misma tragedia, la de nacer y morir en Colombia. En tres décadas, nada ha cambiado. El tumor de la violencia sigue enquistado en el corazón de los habitantes de esta tierra de nadie en la que a diario es segada una vida -quizá más- por el robo de un teléfono celular. Alejandro Uribe podría quedar sin padre a la misma edad en la que Miguel Uribe perdió a su madre, en una muestra macabra de que el pasado no perdona, como el título de una famosa telenovela de la época.

La familia Turbay, símbolo del poder político que ha llevado a Colombia al despeñadero desde su constitución en república hace 200 años, no es inocente de su tragedia. Ha pagado en carne propia su lugar en la historia. Julio César, abuelo de Miguel, sentó las bases de la represión del Estado y de la lucha social con el Estatuto de Seguridad firmado en 1978 cuando fue presidente del país. Sembrar violencia solo depara una cosecha de lo mismo.

Ironías de la vida, Miguel Uribe Turbay se opone a otra firma. La de una consulta popular convocada por decreto para pronunciarse sobre las reformas laborales planteadas por el Gobierno del presidente Gustavo Petro, un exguerrillero que enfrentó a su abuelo con las armas y padeció la represión de su mandato. En la memoria de Petro no ha desaparecido el recuerdo de aquellos años, en el nieto ve el fantasma de todo lo que para él es despreciable de la clase política. Su rabia no ayuda a sanar las heridas de Colombia. 

Las fotos de la familia Turbay no son las únicas de esta espiral de odio y muerte detenida en el tiempo. El retrato del sicario de 14 años que disparó contra el senador y precandidato presidencial del Centro Democrático es idéntico al de todos los criminales párvulos extraídos de las comunas para cometer los magnicidios que han transformado una y otra vez la historia de Colombia: familia destruida, odio alimentado por las carencias afectivas y las necesidades económicas. Un país que siembra injusticia social cosecha niños asesinos con puntería de pistoleros del lejano oeste.

+ Noticias


Semana Santa en Cartagena: entre el arte religioso y el manual
“En el Caribe hay talento teatral, pero lo estamos dejando escapar”: Ismael Barrios
Polémica por transferencias: tenga en cuenta estos otros costos bancarios
El tren de Las Flores, mucho ‘Mar’ y mucho ‘Río’ para el disfrute en Barranquilla