La ex Señorita Colombia Susana Caldas en una tierna imagen con su nieta Ema Victoria. «Estoy dedicada al abuelazgo feliz», dice.
La arquitecta cartagenera evoca los días en los que ganó la corona como Señorita Colombia en 1983, habla de su vida en familia y analiza además los cambios del Concurso Nacional de Belleza.
El fin de semana pasado, la ex Señorita Colombia Susana Caldas fue tendencia en Twitter, pues alguien en la red lanzó la pregunta de cuál ha sido la reina de belleza más linda de toda la historia del país. Aunque los nombres de varias exsoberanas salieron al ruedo, al final esta cartagenera fue la gran favorita y se convirtió en trending topic en las horas de la noche del 31 de octubre.
Y no es de extrañar, pues Susana Caldas Lemaitre es tal vez la soberana nacional de mayor recordación y, por decirlo de alguna manera, la mujer 10 para varias generaciones de colombianos, por su belleza, porte, dulzura y preparación.
A sus 19 años, y en su condición de Señorita Bolívar, ella fue elegida en 1983 como la mujer más linda de Colombia, y al año siguiente fue quinta finalista en Miss Universo, lo que fue celebrado casi como si hubiera ganado, al punto que ella se convirtió en un símbolo nacional. Corrían los tiempos en los que el país se paralizaba en cada noviembre por el Concurso Nacional de la Belleza y en los que las familias se congregaban alrededor del televisor en cada certamen de belleza nacional o internacional.
Treinta y siete años después de aquella elección, ella sonríe y se sorprende por el hecho de que muchos sigan viéndola como la reina más linda que ha tenido el país. “Lo agradezco mucho, pero no estoy muy convenida de que sea así. La belleza no está en la persona, sino en los ojos de quien la mira. Pero lo agradezco con el alma; la gente es súper especial conmigo”, dice en el diálogo con MiREDVista desde Cartagena.
En estos días en que tradicionalmente su ciudad vive las Fiestas de Independencia, ella evoca con alegría aquellos años en que dejó de ser la tranquila estudiante de bachillerato del Colegio San Patricio, en Bogotá, para convertirse en reina de su departamento y del país. “Fue una etapa de mi vida que disfruté mucho, la recuerdo con inmenso cariño. Todavía estaba en bachillerato, en mi último año, así que fue una transición linda entre el colegio y la universidad”, explica.
Sin embargo, apunta que hay un riesgo en ser reina de belleza y es que la gente tiende a creer que toda la vida se va a estar físicamente igual. “Después de tantos años uno cambia. Yo ya no soy la niña de 18 o 19 años que concursó y tampoco quiero serlo. No pretendo competir con nadie, yo ya soy abuela, una feliz abuela. Es que la juventud es una parte de la belleza, pero la juventud pasa. La verdad es que yo vivo mi edad”, asegura.
ARQUITECTA, ESPOSA Y MAMÁ
Pasado su reinado, poco se volvió a saber de Susana Caldas. En 1986, tras cuatro años y medio de noviazgo, se casó con el empresario cartagenero Rafael Del Castillo. Al año siguiente nació su hijo mayor, llamado también Rafael, hoy de 33 años, quien es administrador de empresas de la Universidad de los Andes, con un MBA de Columbia University, y posteriormente nacieron Susana Cristina, de 30 años, y Verónica, de 27. Ellas viven hoy en Suiza, donde la mayor trabaja en una compañía de seguros y la menor ejerce como diseñadora de interiores.
Tras el nacimiento de su hija menor en 1993, Susana se matriculó en la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Cartagena para cristalizar el sueño de ser arquitecta, como en efecto ocurrió en el 97. Fueron años en los que ella estuvo alejada de todo, concentrada en la crianza de sus hijos y en sus estudios.
“Cuando llegaban las fiestas siempre estaba enredada entregando trabajos de fin de semestre”, dice, aunque aclara que al principio estuvo haciendo trabajos especiales para Caracol y Cromos.
Como arquitecta, esta ex Señorita Colombia montó en un principio una oficina dedicada a proyectos de remodelación; posteriormente la cerró y comenzó a trabajar desde la casa en una época en la que lo hacía todo (presupuesto, diseño y supervisión de obra) ella sola. “Pero trabajaba mucho por muy poca plata, así que paré y ahora estoy dedicada a hacer algunas cosas para mi”, explica.
Hace diez meses nació su primera nieta, Ema Victoria, hija de Rafael, su hijo mayor, con la barranquillera Adriana Plata, quienes viven en Barranquilla. “Estoy feliz, arrebatada con mi nieta. Ser abuela es una cosa espectacular porque este es un amor tan incondicional…”
Ella describe a su nietecita como “una niña alegre, sana, sonriente, no es llorona ni malcriada, y ha tenido la suerte de que en esta pandemia tuvo a sus papás en casa, así que su primer año prácticamente ha estado cien por ciento con ellos. Nosotros duramos un tiempo sin verla, pero ahora vamos a visitarla cada 15 días”, dice.
LA EVOLUCIÓN DEL REINADO
Hablando de lo que implicaba ser reina anteriormente, Susana Caldas rememora que Belisario Betancourt era el presidente del país el año en que ella fue Miss Colombia y que casi todas las semanas la invitaban a Palacio. “Me llamaban que si a una reunión, un concierto… y en general me invitaban a cuánto desfile, festival y evento había en el país. ¡Así de importante era ser reina!”, cuenta.
“Es que –agrega– mi reinado marcó como un límite entre lo que eran los reinados de antes, cuando eran un tema de alta sociedad y de clubes sociales en cada ciudad, y los reinados de cuando se crean unos comités de belleza departamentales para escoger a las candidatas, que de todos modos debían tener recursos para financiar su participación, porque era costoso. Como era una rogadera para que muchas de ellas aceptaran, los señores de los comités abren la convocatoria a otras aspirantes que tienen las condiciones físicas, pero no el dinero, y por eso se empiezan a buscar los patrocinios. Yo estuve, por decirlo de alguna forma, en el borderline de lo uno y lo otro”.
La entrada de la televisión al Reinado marcó, posteriormente, el límite entre el concurso más bien local y en el contexto de las fiestas novembrinas, para convertirse en el gran certamen nacional que había que comercializar y que acaparaba la audiencia, porque los dos únicos canales que había trasladaban noticieros a esa ciudad. “Veíamos reinados mañana, tarde y noche”, dice.
Pero con toda la oferta de información y entretenimiento que hay hoy en internet, el reinado Nacional de la Belleza dejó de ser el gran evento nacional. “Eso hizo como un pico: los esfuerzos que se hacían eran mayores, pero la audiencia era cada vez menor. Creo que el Concurso Nacional de Belleza se fue quedando atrás en muchos temas, no evolucionó y los patrocinadores se desestimularon por razones económicas”, dice.
Y ampliando lo que significaba ser reina de belleza antes y lo que significa ahora opina que “el cambio más importante es que antes ser Señorita Colombia era ser un personaje realmente nacional. No éramos modelos, no vendíamos nada, a duras penas promovíamos el Jabón Dorado, que era un patrocinador, pero uno era tan importante como el presidente o un ministro. Hoy el nicho de la Miss Colombia es distinto: es en esencia una modelo que no se mueve si no le pagan, es más comercial la figura”, asegura finalmente.