Camilo García Caballero, el Camus, con Nancy Escorcia, la cabeza de una familia a la que le ayudó a cambiar su vida.
Camilo García Caballero decidió durante la pandemia darle un nuevo sentido a su trabajo en redes sociales, dándole impulso a los vendedores del día a día de y a los festivales gastronómicos de los municipios. “Siento que ahora soy una mejor persona”, asegura.
Se llama Camilo García Caballero, pero todos le dicen ‘Camus’; esta semana celebró sus 25 años; le gusta jugar squash y trotar; se declara juniorista de los que no se pierde ni un partido; está ennoviado con la Señorita Córdoba Juliana Habib; le han propuesto meterse a político, pero dice que ni de funda, y aunque estudió negocios internacionales está convencido de que lo suyo, definitivamente, no es estar en una oficina.
“Prefiero cambiar vidas”, asegura este joven barranquillero que hace unos tres años comenzó a hacerse popular en las redes sociales, a partir del empujón que en ese momento le dio su hermana Marcela, reina del Carnaval de Barranquilla en 2016. “Ella me presentó un día en un video que tuvo bastante acogida y que hizo que mucha gente empezara a seguirme. Así empecé yo a publicar también mis videos”, cuenta.
En son de broma, hizo un video con una cava de icopor en la que su mamá, la exreina del Carnaval Mireya Caballero, solía mandarles productos típicos, a él y a sus hermanas Laura y Marcela, cuando se iban para Bogotá, donde estudiaban. “Es algo muy común en la Costa, que cuando uno va para Bogotá las mamás empacan casi siempre en una cavita suero, queso, bollos, butifarras, etc., y mi mamá lo hacía. Como al primer video le fue tan bien, entonces andaba con mi cava para todas partes”, recuerda.
Así las cavas del Camus se hicieron famosas porque las llevaba a discotecas, restaurantes, bodas, hoteles y viajes, por lo que él se convirtió en “el man de la cavita”, un bacán, un buena vida que en vez de maletas llevabas esos recipientes de icopor que decoraba o adecuaba a cada circunstancia. Y durante dos años, todo eso fue a parar a sus redes, donde sus seguidores hoy superan los 300 mil en Instagram.
Pero llegó la pandemia, y entonces el joven decidió darle un vuelco a lo que venía haciendo y a la vida que venía llevando, al ver las dificultades de mucha gente que quedó de brazos cruzados. “Quise usar las redes de forma diferente y fue así como surgió mi proyecto ‘Cambiando vidas’, para ayudar a la gente que vivía del día a día a través de mis plataformas”, explica por su parte el joven influencer a MiREDVista.
LA HISTORIA DE LOS ESCOW
Su propuesta consistió en crear una aplicación, Merca Local, para que los vendedores del día a día de Barranquilla y Santa Marta tuvieran un catálogo para mostrar sus productos y comercializarlos por ahí, ante la imposibilidad de salir a hacerlo en las calles.
Para ello, el Camus le pidió a sus seguidores que le pasaran los contactos de los vendedores ambulantes y estacionarios que conocían (de bollos, yuca, plátano, verduras, panes, etc), con lo que alimentó una base de datos, para pasar luego a la etapa de registro en la App y comenzar a vender. “Esto tuvo tal éxito, que llegaron a vender tres veces más de lo que vendían antes”, aseguró.
La siguiente fase fue empezar a visitarlos y mostrar cómo hacían el producto y cómo era su día a día. Fue así como llegó, en la Ciudadela 20 de julio, a casa los Escorcia, una familia que, por Instagram, le pidió ayuda porque la estaba pasando muy mal.
Despojándose de todas sus comodidades, el joven se mudó un mes para la humilde vivienda de la Ciudadela. Encontró que se trataba de una familia que acababa de llegar de Venezuela, donde vivió 20 años, y que ninguno de los adultos tenía trabajo, por lo que se ganaban la vida con la venta de fritos y bollos.
“No tenían nevera, las camas estaban en mal estado, la casa necesitaba cielo raso. Con ayuda de mis amigos, los amigos de mi familia, empresas y mis seguidores les conseguimos todas esas cosas, trabajo, nevera, becas para los tres hijos, arreglamos la casa, les cambiamos los muebles, y Nancy, la mamá cabeza de hogar, empezó a vender productos congelados a través de Rappi, porque ese es otro logro, hacer que Rappi entrara al sur de la ciudad”, asegura el Camus.
Así, los Escorcia se convirtieron en @losescows en Instagram (32.700 seguidores), pues esa fue otra de las tareas del Camus, enseñarles a utilizar las redes sociales como vitrina para sus productos. “La idea no es solo ayudarles a mejorar sus ingresos, sino su estilo de vida”, explicó el joven. También el sector se benefició, pues con la ayuda de algunas empresas se entregaron mercados, tapabocas y pintaron las fachadas de las casas.
RUTA SAZÓN ATLÁNTICO
Posteriormente el joven influenciador social enfiló su poderío en redes en cinco poblaciones, en la llamada Ruta Sazón Atlántico: Pital de Megua, Luruaco, Ponedera, Palmar de Varela y Soledad.
Lo primero fue el Festival del Pastel, en Pital. Se mudó para allá para mostrar el trabajo de 27 matronas que viven de la venta de ese envuelto. “Escogí a una mujer que acababa de enviudar. Con el apoyo de Rappi se obtuvieron ventas de más $100 millones. Y adicionalmente, gracias al apoyo de Petromil y Tecnoglass, le arreglamos la casa a la señora”.
La experiencia fue tan exitosa, que hubo que hacer una segunda versión de ese festival hace unos días. Igual ocurrió con los otros festivales de la ruta Sazón Atlántico. “Si la gente no puede ir a los municipios, los municipios van a la gente –afirma el Camus–. Por eso trajimos a varias de las cocineras tradicionales de esos eventos a unas cocinas ocultas en Barranquilla para que, con el apoyo de Rappi, estas personas pudieran enviarles sus productos a los compradores”.
UNA MEJOR PERSONA
El éxito ha sido tal, que Camilo hoy está trabajando temas sociales con reconocidas empresa, en campañas del Ministerio de Minas y recientemente fue con la Armada a llevar ayudas a San Andrés, en un acto en el que incluso acompañó al presidente Iván Duque.
“Estoy feliz con el resultado de todo lo que hemos hecho; esto es más de lo que esperaba. Me siento también muy orgulloso del talento de nuestra gente y orgulloso de mí, porque he mostrado a otros influencers y a mis seguidores que si las redes se usan bien podemos hacer cosas buenas, ser agentes de cambio y ayudar a los otros”, dice.
Dice que es tal su compromiso que hoy una empresa que quiera trabajar con él como influencer debe aportar una cuota social a su labor. “En Colombia hay demasiada desigualdad y si nos damos la manos el país sale adelante”.
Y en una especie de balance de lo que han sido estos días de “Cambiando vidas”, Camilo admite que el haber convivido en hogares tan humildes y necesitados lo enseñó “a mirar para abajo”. “Antes era un pelao chévere, muy cercano a la gente, bacán que creía que la vida era fácil, pero creo que ahora crecí, que cambié, que tengo otras prioridades y que soy un mejor ser humano, porque aprendí a valorar el trabajo de los otros”.