Desde hace 15 años Shadya Marcela Ariza Flórez ha estado vinculada a la Mesa Lgbti Distrital y Departamental.
La joven barranquillera habla de su proceso en la búsqueda de su verdadera identidad, y de la lucha que ha venido librando desde los 18 años para defender los espacios de la comunidad transgénero, así como su derecho a una vida digna.
Muchos la conocen en barrios como San Salvador, Siape y Paraíso, en los que ha vivido buena parte de sus 33 años. Es que ella era la que decoraba carrozas; hacía manualidades, armaba escenografías, ayudaba en temas logísticos; nadie le ganaba armando pesebres, ni decorando casas en Navidad y menos arreglando la iglesia de su barrio, la San Judas Tadeo, en Semana Santa o para una boda.
“Es que yo siempre he dicho que soy la propia ‘De todito picantico’, porque siempre he estado en todo, jajaja”, dice con picardía la lideresa trans Shadya Marcela Ariza Flórez, de 33 años, mientras rememora aspectos de su vida.
Recuerda que en aquellos momentos era el chico gay tal vez más popular del sector; el mismo que sentía una fascinación especial por el color, el brillo, la estética, así como por el Carnaval, la música, el baile y la fantasía. Trabajó en el taller de los hermanos Castillejo (Fernando, pintor, y Eduardo, constructor de carrozas); decoró las vitrinas de Judy Hazbún y William Chams; en Carnaval integró la comparsa ‘Fantasía Cabaret’ y además fue reina de reinas del Carnaval Gay; bailó con el grupo de July de Donado en sus montajes y además era asistente de vestuario… pero más allá de esa fascinación por lo artístico, estaba su deseo de seguir estudiando y superarse.
“Quería ser más que la loca del barrio que peina, maquilla o se prostituye. Quería alejarme de ese estereotipo”, afirma. Por eso, cuando terminó su bachillerato en el Colegio San Judas Tadeo, entró al Sena a estudiar tecnología en gestión de mercados y al tiempo comenzó a estudiar derecho; sin embargo, a los dos años tuvo que dejar la universidad por dificultades económicas.
Ese acercamiento al mundo de las leyes le dio alientos para entrar, en 2007, a la Mesa Lgbti de Barranquilla y el Atlántico. “Me gusta ayudar, apoyar a los otros. Y quería demostrar que las personas de mi condición nos merecemos y podemos tener una vida digna”, precisa.
Sin embargo, surgió la posibilidad de irse para Bogotá a poner en práctica sus conocimientos y entró como asistente administrativa en una estación de servicios donde estuvo dos años. “Pero sentía que me hacía falta algo, no estaba contenta, necesitaba definir mi verdadera identidad. De lunes a viernes era un chico hasta las 6 de la tarde, y en las noches y los fines de semana me convertía en chica. Tenía claro que si bien fisiológicamente era niño, mis gestos, actitudes y en sí toda mi sensibilidad eran femeninas”.
Sin embargo, su ingreso a la Notaría 71 de Bogotá como auxiliar administrativo fue definitivo para animarse a hacer el tránsito de hombre a mujer. Empezó a dejarse crecer el cabello, al tiempo que aprendía temas legales sobre registro y trámites para cambio de nombre. “La notaria fue muy comprensiva y tenía claro que nada tenía que ver ese tránsito hacia mi verdadera identidad, con mis conocimientos administrativos, pero yo sabía que una vez hiciera el cambio no podía seguir ahí”.
Fue así como entres los años 2014 y 2015 nació Shadya Marcela Ariza Flores, en los días en los que ya se había vinculado al Centro Comunitario Sebastián Romero de Teusaquillo, en Bogotá, donde dio rienda suelta a vocación de servicio y empezó a brindar acompañamiento para ayudar a mejorar las condiciones de vida de la comunidad Lgbti, en especial de la población trans, a la que le dictaba charlas y le contaba sobre su propia lucha para ganar el reconocimiento y respeto de los demás.
Fue entonces cuando conoció a la activista y defensora de derechos humanos Laura Weinstein, fallecida a comienzos de este año por el Covid-19, quien le terminó de dar el empujón que necesitaba en su proceso de transición, en su deseo de volcarse a favor de su comunidad fomentando en ella el empoderamiento, la resiliencia, la conciencia de sus deberes y derechos.
“Por intermedio de Laura llegué a la Fundación GAAT (Grupo de Acción y Apoyo Trans), del que me convertí en su representante en el Caribe”, cuenta Shadya, refiriéndose a la organización que Weinstein dirigió desde 2010 y desde la cual lideró iniciativas sociales, legislativas e institucionales a favor de los derechos de las personas transgéneros, como el voto trans, la política pública LGBT, el apoyo a la infancia trans y el rechazo a los transfeminicidios, entre otras.
Tras la aprobación del Decreto 1225 de 2015, que permitió el cambio de sexo en Colombia, esta barranquillera hizo el cambio de identidad en Bogotá. Ese año participó en el concurso Mujer T, que ganó en representación de la localidad de Teusaquillo, que más que belleza buscaba exaltar el trabajo social de las concursantes.
Posteriormente ingresó a la Fundación San Sebastián, una entidad católica (carmelita) abierta a la problemática Lgbti que hace trabajo social. “Nunca he dejado de ser católica, llevo a Cristo en mi corazón”, asegura Shadya, quien dice que con esta entidad fue un jueves Santo a visitar y hacer una oración con las trans del barrio Santafé, un sector de tolerancia de Bogotá donde por primera vez entró un grupo de oración.
“Empezamos a brindar orientación en problemáticas como el VIH, procedimientos médicos en clínicas de garaje, manejo del dinero, y mentales. Muchas de ellas no quieren estar en la prostitución y sueñan con otro estilo de vida. Nuestro acompañamiento con la fundación buscaba que no decayeran en sus luchas”, explica.
Y dice que con la Fundación Eudes hizo un fuerte trabajo social para que los enfermos de sida tengan un diagnóstico a tiempo y para que no sean rechazados. Actualmente Shadya está vinculada a Enterritorio, una entidad estatal que promueve el desarrollo territorial, y con la que se gestionan recursos para diversos programas, entre ellos la promoción y prevención del VIH.
En este año de pandemia se vino para Barranquilla y desde acá ha estado realizando su labor en diversos puntos del área metropolitana. “Acá hace falta mucho trabajo social en ETS (enfermedades de transmisión sexual, cáncer, VIH e, incluso, en embarazos no deseados”, asegura.
Durante la charla Shadya no para de salir con apuntes jocosos. Dice que se siente satisfecha de la aceptación de la que hoy goza en el seno familiar. Sueña con trabajar en seguridad y convivencia con el Distrito y con estudiar sociología, pues está convencida de que aún hay mucho qué hacer por los derechos de las personas sexualmente diversas, particularmente por los transexuales.