Sonia Gedeón
Columnista / 7 de noviembre de 2020

Añoranzas de Carnaval

Por estos días los preludios novembrinos ya no tienen el mismo brillo y aire festivo. Tampoco hay fandangos, ni verbenas por doquier, y en la radio tiene un aire triste y melancólico el estribillo: “Suena, suena buscapiés…”, que anunciaba con el contagioso y alborotado sonido de tambores, que las Fiestas de la Independencia de Cartagena, el 11 de noviembre, y el Concurso Nacional de Belleza llegaban con su alegría para contagiar y divertir a toda la ciudad.

El Covid dejó a muchos con los crespos hechos y para esta sociedad amante de las fiestas, donde cualquier pretexto es motivo de celebración, la virtualidad es una solución de agua tibia.

En este país cada pueblo, cada región, celebra no solo a su santo patrón con procesiones y novenas, sino que tiene los más variados e inverosímiles reinados como el de la panela y la ganadería, amén de las ferias como la de Cali y Manizales y los carnavales de Blancos y Negros, y el famosísimo e internacional Carnaval de Barranquilla, hoy patrimonio inmaterial de la humanidad. Todos al final tienen un mismo propósito: bailar y gozar, para olvidar las vicisitudes de la vida cotidiana, a veces con el aliciente de que el que reza y peca, empata.

Difícil la tienen los mandatarios al tratar desde la virtualidad de transmitir y mantener el espíritu festivo para que cada familia disfrute a su manera, sin que se salga de madre, teniendo en cuenta que la presión de la calle existe, y que no hay nada más sabroso que la rumba a cielo abierto donde se desnuda el alma y se entrelazan corazones.

Este año, no solo no habrá buscapiés, ni capuchones, ni carrozas con reinas, ni Chicas Águila, ni montones de maizena, ni cuerpos embadurnados de betún y hollín, ni indias Farotas, ni comparsas, ni la salud enferma, ni el político encadenado, ni el trío infaltable de las Fadul. Mas sí tendremos a un coronavirus hambriento, haciendo de las suyas y cazando imprudentes e indisciplinados en cada esquina.

El espíritu festivo de nuestra gente es superior a todas sus fuerzas y la inventiva popular va más allá de las prohibiciones propias de la pandemia, aunque sean por el bien colectivo. Las ganas de bailar y rumbear no las para el Covid, ni el desempleo, ni la inseguridad. Mientras los grandes eventos se cancelan, como el bando y el reinado, la gente se rebuscará para celebrar muy a pesar del riesgo de contagio. Sálvese quien pueda, aquí el reto es sobrevivir.

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