Nuestra Gente / 8 de julio de 2023

El lustrabotas de abogados, jueces, fiscales y muchos funcionarios

Óscar Humberto Salas atendiendo a uno de sus clientes en plena vía pública.

Miguel Utria

Óscar Humberto Salas con su caja de cepillos, betunes y limpiones también recorre oficinas y establecimientos de  diversión del centro de Barranquilla en busca del sustento para su familia.

Cada mañana, de lunes a domingo, desde las 7 de la mañana y hasta las siete o nueve de la noche, festivos, diciembre, y hasta durante los días de Carnaval, Óscar Humberto Salas, sale de su casa con su caja de lustrabotas a buscar el sustento para su familia.

Este oficio lo realiza desde hace más de 30 años, y el mismo le ha servido para levantar a la familia que formó hace 27 años cuando se comprometió con Eleida Vanegas, con quien tuvo un hijo, que hoy tiene 25 años de edad.

“Cuando yo comencé a trabajar, estuve desempeñando diferentes oficios, pero un día me dieron una caja de ‘embolador’; y me gustó tanto este trabajo porque desde el primer día  me dio lo suficiente para llevar a la casa”, asegura, mientras atiende a uno de sus clientes ocasionales, en la afamada esquina La Cívica, en el centro de Barranquilla.

«Me gusta mi trabajo de embolador, del cual me siento orgulloso».

Desde entonces no volvió a trabajar en otra cosa diferente, y el paso de los años le ha hecho ganar tantos clientes que ha perdido la cuenta. Lo que sí sabe es que muchos de ellos ya fallecieron.

Se siente muy orgulloso de lustrar los calzados a abogados, jueces y fiscales que a diario van a cumplir con sus obligaciones laborales en los juzgados que quedan cerca de la esquina anteriormente mencionada.

“Muchos de ellos pasan por esta esquina antes de ingresar a una audiencia, pero otros me mandan a buscar para que suba a sus oficinas para atenderlos. Y cuando llego me encuentro con más trabajo, porque gente que pasa por los juzgados a hacer diligencias, acepta que yo les embole los zapatos”.

Asegura Óscar Humberto que muchos de sus clientes son los mismos desde hace más de 20 años, pero que cada día hay algunos ocasionales que se encuentra ya sea en las oficinas o en las calles cuando se desplaza por ese sector.

“Los clientes más antiguos son los de la Gobernación, y muchos que son pensionados de la Telefónica, Colpuertos y Monómeros, a quienes atiendo desde hace 25 años, y que siempre se reúnen por acá a tomar cervezas”.

 Su día inicia en el punto fijo de La Cívica, allí llega pasadas las siete de la mañana. Nunca le faltan clientes, pues mucha gente sabe que ahí siempre lo van a encontrar. Luego se desplaza a los juzgados y otros edificios públicos como el de la Gobernación del Atlántico, donde atiende a secretarios, y funcionarios.

Pasado el mediodía y en la tarde se desplaza a los diferentes estaderos y sitios de diversión del centro, donde mucha gente lo conoce y aunque no tenga los zapatos sucios, colocan los pies sobre la caja para que el los les pase un limpión o un cepillo para resaltarles el brillo.

“Muchos me llaman solo para mamar gallo, porque yo les refiero historias y los hago reír. Y a ellos les gusta que yo les repita las mismas historias, aunque sean inventadas por mí”, sostiene.

Muchas veces, en especial los viernes y sábados, no les pagan con dinero sino con bebidas, ya sea cerveza, gaseosas y a veces con merienda completa.

Dice que no tiene el cálculo de cuántas personas atiende en un día, solo que los lunes, viernes y sábados con los mejores y que cuando más gana, lleva a su casa hasta 100 mil pesos.

A pesar de que ya pasa de los 57 años de edad, nunca ha tenido servicios de Salud, pero actualmente está en los trámites para su afiliación al Sisbén. “Yo nunca le he parado bolas a eso, y a pesar de que ando en la calle, que me asoleo y me mojo con la lluvia, y de que mucha gente conocida, inclusive clientes, murieron por el Covid, yo nunca me he enfermado, siempre he sido un tipo sano”.

Óscar se siente afortunado porque en ese sector del centro él es el único lustrabotas que tiene puesto fijo y clientes antiguos que solo se atienden con él. A diario pasan muchos ‘colegas’ que trabajan como ambulantes, pero nunca alguno se ha quedado en una esquina del sector a esperar clientes.

Dice que jamás descansa porque cuando ha intentado quedarse en su casa, no termina el día sin que organice su caja y salga aunque sea para distraerse porque el estar en casa sin hacer nada le aburre.

Mientras conversábamos con él. Llegó a quien él identificó como cliente antiguo, quien le pidió dinero prestado, a lo que él accedió sin pensarlo dos veces.

“Ellos son buena gente conmigo, y cuando no les pagan a tiempo yo les presto, pero siempre me pagan y a veces ellos me prestan o me regalan a mí. Ya me tienen confianza y no ponen problemas por eso”, puntualizó.

Aseguró que desea trabajar en el oficio hasta el último día de su vida, que ya no puede vivir sin trabajar un solo día y que agradece a Dios porque nunca le ha faltado nada.

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