Agüeros, cábalas, el tarot, toda suerte artificios y hasta los astros se mueven o alinean por estos días para recibir el año nuevo. El mejor ejemplo de ello: el abrazo entre Júpiter y Saturno en el signo de Acuario, lo cual no ocurría hace 794 años.
Según el astrólogo David Bustamante Segovia, a partir del 21 de diciembre, Júpiter y Saturno inician un período de conjunciones en signos de aire (Gémenis, Libra y Acuario) cada 20 años durante 200 años, al cabo de los cuales inician otro ciclo de conjunciones, pero en signos de otro elemento.
Así las cosas, los dos gigantes gaseosos –como se les conoce a Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno– han abandonado un ciclo de conjunciones en signos de tierra “cuya connotación era particularmente materialista, restrictiva u ortodoxa, no resuelta o libre, como es la del aire, especialmente el aire característico de Acuario, un signo versátil y libertario”, sostiene el astrólogo.
No sería entonces descabellado, explica Bustamante, augurar un período social o político donde “los ciudadanos del mundo tendrían espacios de libertad cada vez mayores, rayando en el libertinaje en muchas ocasiones, o un periodo excepcionalmente digital, sobre todo habiendo iniciado el ciclo en un signo que representa la invención tecnológica: Acuario”. Y agrega: “La academia y la ciencia podrían verse favorecidas desde el punto de vista del desarrollo, la invención, la innovación”.
Perspectiva esotérica
En términos esotéricos, la llegada del año nuevo también es un momento para darse un baño a la luz de la luna llena y limpiar el cuerpo y el alma de todo tipo de impurezas y del invisible Covid que sin tregua nos acecha.
A propósito de la luna llena, el astrólogo Bustamante explica que las tradiciones esotéricas y, especialmente, la teosofía, sugieren bañarse bajo ella, “pues durante la noche libera una carga bioquímica que favorece o beneficia el organismo”. Aunque parece fantasioso, aclara: “Del mismo modo en que la energía o los rayos del sol elevan nuestra temperatura y el frío de la sombra la reduce, las descargas cósmicas del resto de los cuerpos celestes producen sus efectos sobre la vida en la Tierra y el resto de los miembros de nuestro sistema solar”, solo que dicha energía, a diferencia de la del sol, no puede apreciarse a simple vista y mucho menos sentirse sobre nuestra piel.
Por otra parte, según el horóscopo chino, el 2021 será el año del buey o búfalo, símbolos de tenacidad, tesón, esfuerzo y trabajo duro para dejar atrás este nefasto año de la rata, con sus inmundicias características.
Para otros, los ángeles o arcángeles, reconocidos como seres o fuentes de luz, también hacen su parte. La llegada del 2021 es una magnífica oportunidad para asumir una actitud positiva frente a la vida y orar por el bien común en medio de la adversidad y el dolor que, a su paso, siembra el Covid-19.
Son siete los ángeles al igual que los días de semana representados en velas de colores según dictamina la tradición: Blanca, azul, verde, morada, rosada, naranja y amarilla. A cada vela se le adjudica un deseo y, en un círculo de luz, se encienden a la medianoche. La consigna: no apagarlas, haciendo posible el consumo natural de ellas mientras sincronizamos nuestras mentes con nuestros corazones.
Vale la pena advertir que cada color de vela lo rige un árcangel. El árcangel Gabriel es representado en la vela blanca, pues promueve la paz y armonía entre los núcleos familiares. El árcangel Miguel, por su parte, el símbolo de la protección del mal, es representado por la vela azul; El árcangel Rafael, con la vela verde nos propicia la salud corporal y espirítual. De espantar las malas energías, se encarga el árcangel Zadquiel con la vela morada; la prosperidad, a su vez, la trae el árcangel Jofiel, cuya vela es amarilla. La únión o fusión con Dios la representa el efusivo color de la vela naranja, color que personifica el árcangel Uriel. Por último, la vela rosada, no roja, simboliza el amor, cuya competencia es del árcangel Chamuel.
La vela roja dicen ser opcional y sería la octava. En estos tiempos de pandemia bien vale la pena encenderla para que nos dé fortaleza ante las dificultades, mientras la luna llena de la noche del 31, nos recarga de energía como nos explicó el astrólogo Bustamante y nos muestra su rostro sonriente para recibir de buen ánimo, un nuevo año que nos regala la vida.