Juan Alejandro Tapia
Columnista / 21 de septiembre de 2024

Bloqueo, bloqueo, bloqueo…

Y un buen día la gente no aguantó más y salió a la calle a protestar. Los bloqueos que han paralizado a Barranquilla y su área metropolitana por la falta de fluido eléctrico son la prueba del malestar acumulado con la empresa Air-e. El vendaval del lunes 16 de septiembre fue la gota que rebosó la copa, no debe utilizarse como argumento para limpiarle la cara a una compañía que carece de capacidad de respuesta ante cualquier emergencia.

Antes del vendaval, los barranquilleros ya habían empezado a manifestarse de manera violenta. No solo con taponamientos viales, sino con la retención de vehículos de la empresa y el secuestro -entre comillas- de sus trabajadores para exigir celeridad en la reparación de los daños. En redes sociales fueron virales, dos días antes del fenómeno atmosférico, las imágenes de habitantes del barrio Me Quejo montados en un camión escalera para llevar por la fuerza a los técnicos a conectarles la luz.

Los bloqueos hicieron colapsar a la cuarta ciudad más importante de Colombia. Los videos, replicados hasta la saciedad, han dado cuenta de una urbe fuera de control, sitiada, envuelta en llamas. Cientos de miles de personas solo pudieron regresar a sus casas a pie, exponiéndose a los atracadores, o luego de esperar por horas un bus.

Esta problemática, derivada del mal servicio de Air-e, sienta un precedente nefasto: la ciudadanía ya encontró la manera de hacerse escuchar y es probable que de ahora en adelante recurra a las vías de hecho, con comportamientos violentos y delictivos como la retención momentánea de personas por llevar un uniforme, cuando no encuentre solución oportuna a sus reclamos. Mal augurio en el país de la ineficiencia, la desidia y el abandono.

Cada día es más marcada la diferencia entre las dos Barranquilla: la de las fotos instagrameables en el Malecón y los centros comerciales, la de las convenciones gremiales de fin de semana, la de un cuadrante de la zona norte donde casi no se va la luz y la vida transcurre con cierto aire a Miami -para orgullo de algunos funcionarios de la Alcaldía-, y la otra: la Barranquilla que arde.

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