Patricia Escobar
Columnista / 15 de agosto de 2020

Carnaval, ¿sí o no?

Sí, claro que sí, y en la fecha que corresponde. Esa es mi tajante respuesta, aunque caigan rayos y centellas sobre mí, como le cayeron a Carla Celia cuando hace dos meses en este mismo medio reconoció que estaban trabajando en lo que será el Carnaval 2021. Y yo a su respuesta no le encontré ningún problema porque ella y su equipo reciben un sueldo y tienen la responsabilidad de trabajar en su organización, y más en las actuales circunstancias del mundo.

Los que juzgan a la ligera la fiesta más importante de Colombia creen que esa se hace por arte y magia, y no se detienen a pensar por un segundo, que eso que ve el mundo y que nos ha dado tanto reconocimiento, requiere de planeación, trabajo, búsqueda de recursos, tiempo, dedicación.

Hecha esa precisión, paso a argumentar mi respuesta.

Es innegable que el Carnaval es una combinación de cultura y comercio, y para mí, lo que prima es lo cultural, y lo cultural dice que es una fiesta pagana que se realiza antes de la Semana Santa. Ahí está su génesis. Y aunque no es lo ideal, lo cultural sí se ajusta a la virtualidad que muy seguramente estará presente en febrero del próximo año. Por eso no estoy de acuerdo con el cambio de fecha. No lo han hecho, ni lo harán eventos y fiestas arraigadas, como la de Los Silleteros, El Petronio Martínez, y la Feria de Cali, entre otros.

Y claro, me duelen los muertos, que no son más que los de Armero (más de 20 mil), o más importantes que los del Palacio de Justicia, hechos que no lograron cancelar eventos tan comerciales, banales y sin trasfondo cultural como el Reinado Nacional de la Belleza.

No es fácil transmitir por redes toda la riqueza de nuestra fiesta, pero se puede hacer. Lo que pasa es que nos enfocamos solo en los desfiles masivos, en la fiesta que puede realizarse, como lo quieren los hoteleros en octubre. Ellos ven, y eso es válido, que el Carnaval que algunos quieren erradicar, es la empresa o el hecho que mueve realmente la economía de la ciudad. Del Carnaval no viven sus operadores que son muchos más que Carnaval SAS, viven los artesanos, los músicos, los coreógrafos, los bailarines, los tenderos, los modistos, los vendedores que vienen de todo el país a ofrecer sombreros y disfraces, los bares, cantinas, restaurantes, taxistas, hoteleros, ‘moteleros’. Del Carnaval vive la ciudad toda, o casi toda, para no exagerar.

Como fiesta, puede realizarse cuando quieran, que todos vamos a estar dispuestos ya que los carnavaleros, que somos la mayoría, llevamos esa fiesta en el ADN. Pero ya no sería el Carnaval, sería un homenaje al Carnaval con 10 grandes eventos que se realizaría en un fin de semana, a los que podrían asistir algo de público, y se activaría la rumba en todos los rincones, para que cada cual lo viva según su presupuesto y su nivel de responsabilidad. Todos ganarán algo.

Esperemos que quienes tienen en la mano la decisión de cancelarlo, aplazarlo o llevarlo a la virtualidad, lo hagan teniendo en cuenta los múltiples factores que ello implica, las consecuencias de cada una de las opciones, y sin apasionamientos.

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