Wilson García
Columnista / 19 de marzo de 2022

Colgados de un bejuco

El momento en el que nos encontramos todos los proyectos, grupos, salas, temporadas y festivales artísticos en “c”olombia (*), es comparable con la depresión del 29 en EE.UU. Estamos afectados tanto anímica como económicamente, por estos días recibimos, inclusive entre nosotros mismos, la mayor presión de acreedores y el reto más desafiante de supervivencia, para sostener los principios culturales y sociales en los que creemos, pero a causa de la inestabilidad económica por la que pasamos las artes escénicas nos encontramos colgados de un bejuco pero con la intención de no dejarnos caer.

Cada uno de los que trabajamos en teatro y hemos conformado entidad formal constituida con personería jurídica y gobierno corporativo que la soporte, tenemos responsabilidades salariales, fiscales, y contractuales que a causa de la pandemia se han deteriorado y nos hemos visto en circunstancias apremiantes, pagando de bolsillos personales, para pasar el día a día con la misma ilusión de hacer teatro. Pero el afán para alcanzar el pan diario y la acumulación de compromisos de pagos por la afectación del ingreso y el flujo de caja, nos impide desarrollar con calidad laboral las tareas necesarias para sostener visión futura.

Una de las falencias más grandes que tenemos es que no hay manera de pagar sueldos formales para vincular personal cualificado para desarrollar acciones de gestión profesional para los proyectos artísticos, por eso el director artístico de un grupo, a la vez es representante legal, administrador, secretario y mensajero. A los que tienen gerentes, directores ejecutivos o administradores también se le debe asignar funciones extracurriculares para dar cumplimiento a las responsabilidades que conlleva la creación, la administración, la proyección y la circulación de un repertorio teatral.

Hoy hay más personas con capacidades de gestión para el sector artístico, porque se debe comprender que para hacer teatro no solo se necesitan dos, el que lo hace y el que lo ve, sino que se requiere de la vinculación de tres áreas indispensables para que se logre un resultado artístico satisfactorio. Todo proyecto escénico necesita de un área creativa inventiva que investiga, analiza, ensaya y crea, de un área de gestión ejecutiva, administrativa, de control y operación. Y de una área de producción y realización técnica y productiva. Con este breve organigrama de responsabilidades asignadas cada proyecto teatral puede entrar en una zona de factibilidad y oportunidad para su logro. Pero no todos estamos en capacidad de instalarlo.

El sector teatral ahora requiere que se le de nivelación y desarrollo a la inclusión de personal y talento humano profesional formado para la cultura y lo cultural, con el sentido heurístico y algorítmico activado en su forma de pensar y actuar para que la toma de decisiones vaya a favor del propósito cultural en común. Hacen falta más gestores culturales con capacidades macras para su accionar, en nuestro país podríamos mencionar algunos gestores culturales que llevan en su estructura este modo de actuar que integra lo creativo, lo productivo y lo administrativo en su modo de accionar, por mencionar a Ramiro Osorio y su vida dedicada a eventos culturales de ciudad, a María Patricia Marín y su liderazgo en Medellín Cultural, a Sandra Barrera y su gestión en Abrapalabra, Corfescu y extensión Cultural de la UIS en Bucaramanga, a Jorge Zabaraín y su novel gestión con el Festival Brújula al sur de Cali, entre otros que disculpo no mencionar aquí, estas personas y sus obras creadas hablan por sí mismo, dejan huella, memoria y marcan cambios sociales. Esto ocurre porque son personas que se han preparado, evolucionado y construido dentro del mundo cultural como propósito con sentido de servicio público, desarrollo personal, artístico y profesional, dedicados a aportar a la mejoría de la calidad de vida comunitaria.

Todo evento de ciudad requiere de un equipo humano cualificado, preparado, con la experiencia a la altura que amerita el mundo creativo y la necesidad de la sociedad, y es responsabilidad de los gobiernos depositar en las personas idóneas el derecho constitucional que tenemos los colombianos para el desarrollo de políticas culturales.

Cuando nosotros como civiles manifestamos apoyo gubernamental para hacer lo que hacemos, no es dinero ni administración de dinero únicamente lo que se requiere… también es la vinculación del conocimiento de los profesionales de otras áreas y de los que trabajen en los ministerios y secretarías, en los que confiamos su formación para el sector, para que se den los procesos debidos para la administración correcta de los presupuestos de inversión en cultura.

Esta es la razón que me lleva a expresarme en nombre de varios artistas que represento y muevo, frente a las decisiones de apoyo de gestión que tanto Secretaria de Cultura del Distrito de Bogotá, como Ministerio de Cultura han tomado para sostener la versión XVII de la nueva Fundación Festival Iberoamericano de Teatro, que llevará su temporada entre abril 1 y el 17 del 2022.

El primer argumento que permite el apoyo gubernamental al FITB es la declaración de Patrimonio Cultural de la Nación dada en la LEY 1686 DE 2013. Esta misma ley dice que se debe configurar una comisión de apoyo financiero presidida por la Ministra de Cultura, y conformada por:

El Ministro de Cultura o su delegado.

El Ministro de Hacienda o su delegado

El Ministro de Comercio, Industria y Turismo o su delegado.

Un representante de la Comisión Nacional de Televisión.

El director ejecutivo o quien haga sus veces de la Corporación Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá.

El Festival fue creado en el año 1988 basado en la siguiente filantropía:

Concebir, planear y realizar una muestra bienal de artes escénicas para establecer relaciones con la comunidad teatral nacional e internacional, sostener un diálogo con el sector artístico, público, diplomático y privado para desarrollar un evento cultural sólido, de tradición, sentido de pertenencia y acto vital para la comunidad.

Los 20 primeros años el Festival expandió la promoción de la marca Colombia al exterior, restableció credibilidad  turística hacía el país, incrementó el intercambio creativo motivando el crecimiento artístico nacional y perfeccionó desde su gestión la capacidad de producción, logística, técnica, divulgación, realización de eventos especiales, calidad de impresos, dejando memoria visual y escrita de los balances con evaluaciones de los resultados que garantizaron el crecimiento de una nueva generación de artistas y de audiencias.

Hoy, los artistas, el público, los productores y los gestores hacemos un llamado público al entendimiento de que realizar un festival de artes escénicas es “Un acto de fe”  como así nos lo legó al país el Iberoamericano creado por  la gestión y visión de Fanny Mikey y Ramiro Osorio. Pero este llamado no es para que se permita realizarlo libremente basado en argumentos inconsistentes e incoherentes, sin el conocimiento ni la sensatez de hacer valer el cumplimiento de los derechos culturales que tenemos los ciudadanos. Somos responsables de cuidar los presupuestos y el patrimonio, y es por esta razón que los organismos públicos no pueden depositar recursos en entidades no capacitadas, sin experiencia, ni idóneas para realizar de la mano del estado un objetivo de desarrollo social y cultural.

Es tiempo de fusionar, fortalecer, direccionar y apropiar dentro de un propósito cultural de país el concepto de “Festival” para lo artístico. Porque la importancia de hacerlos va más allá de los simples objetivos de éxito financiero. Es el momento de entender que toda responsabilidad ejecutiva y jurídica de todo lo que suceda con un evento de ciudad recae sobre el gobierno corporativo que la presida y la configuración de integrantes que la soporta. Por esta razón veremos qué tan acertada será la decisión que tomó la exministra de cultura Vásquez al delegar para esta versión del FITB a una mesa gerencial y financiera que preserve el patrimonio con otras visiones profesionales para su realización.

Como director y productor deseo que ojalá se logre recuperar la confianza de los artistas, del sector cultural, de las empresas aliadas, y se devuelva el sentido de pertenencia del evento al público y a la ciudadanía. Como ciudadano espero que los artistas, creadores, gestores encontremos una línea de pensamiento y una acción que desarrolle a otro nivel el concepto de Festival con sentido amplio de desarrollo de las capacidades humanas, como así lo cumplió las primeras diez versiones del FITB.

(*): Escribo “c”olombia con C minúscula como manifiesto al maltrato infantil que vivimos.

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