Organizar nuestras pertenencias antes de partir es una tarea que deberíamos empezar con tiempo. Cuando se trata de hijos que quieren apoyar a sus padres el tema debe ser abordado con respeto y delicadeza para no herir sus sentimientos. (Internet)
La escritora Margareta Magnusson, defensora de esta filosofía, dice que la clave está en deshacerse de todo lo innecesario antes de dejar este mundo, para no dejarles un montón de basura –y de problemas– a sus seres queridos.
Ropa vieja, prendas sin estrenar, calificaciones del colegio, manuales de instrucciones de aparatos que hace rato dejamos de usar, electrodomésticos dañados, fotos de gente de la que ya ni recordamos su nombre, los primeros gorritos de los hijos –que, incluso, ya hoy son abuelos—, cartas de viejos amores… ¡qué cantidad de cosas tenemos acumuladas en casa! ¡Muchas más de las que necesitamos para vivir!
Y si a veces nosotros mismos no sabemos qué hacer con tanto trasto viejo, imagina el dolor de cabeza que pueden llegar a ser tus cosas para tu familia, el día que dejes de existir.
Los suecos, sin embargo, parecen haber encontrado una manera muy práctica de solventar este dolor de cabeza: organizan y se deshacen de gran parte de sus pertenencias antes de que la muerte les toque a la puerta.
Se trata de una práctica bautizada döstädning –una nueva forma de nombrar una antigua costumbre— que combina la palabra dö (muerte) y städning (limpieza u orden).
Esta “limpieza antes de la muerte” consiste en deshacerse de todo lo innecesario antes de que nos llegue la hora de dejar este mundo. Una práctica que la artista nonagenaria sueca Margareta Magnusson explica en detalle en El arte sueco de ordenar antes de morir (Reservoir Books, 2017).
La idea es no dejar un montón de basura al morir, para así no dejarle un “chicharrón” otras personas. «En esta cultura consumista en la que vivimos, döstädning es una forma de ayudar a los que dejas atrás», explica la autora a BBC Mundo.
Es que, ¿a cuántas personas la muerte de un ser querido le ha dejado, además de un dolor y tristeza infinitas, una ‘montaña’ de cosas para organizar, limpiar y botar y un mundo de problemas por resolver?
“Un día cuando ya no estés acá, tu familia va a tener que ocuparse de todas tus cosas y no creo que sea justo”, explica Magnusson, fiel defensora de esta filosofía, en un video que grabó junto a su hija.
«Piensa en tus personas favoritas. ¿Quieres poner toda tu basura en sus regazos? Y piensa en todas tus cosas favoritas: ¿deberían acabar en un contenedor?», agrega la escritora, a quien le tocó hacerles frente a los pendientes que dejaron su papá, su mamá y su esposo al morir.
“He tenido que ordenar tantas veces después de morir otra persona, que ni por asomo obligaría a alguien a hacerlo después de mi muerte”, apunta, tras reconocer que el proceso no es sencillo para todos, porque implica desprenderse de cosas que en un momento de nuestras vidas significaron mucho para nosotros y hacer el duelo por el punto final etapas, momentos, personas y cosas que seguramente fueron entrañables para nosotros.
Pero Margareta Magnusson reconoce que ella siempre está haciendo este tipo de limpieza, porque “me gusta tener todo lindo alrededor y mantener cierto orden”. He disfrutado repasando mis recuerdos, mi vida. Dándoles cosas a mis nietos y a mis hijos. Yo no lo veo como algo triste -dice- sino más como un alivio”.
Ahora bien, ella recomienda a quienes les resulta atractivo el concepto nórdico que, en primer lugar, empiecen por ver qué cosas tienes en el cuarto de ‘san Alejo’, en clósets y armarios. Es decir, en los lugares que no están a la vista y a donde suelen ir a parar las cosas de poco uso.
Lo segundo es tener claro a qué familiar más joven o amigo se le podrán dar cosas que a ti ya no nos sirven y que le vendrán de maravilla. «Comienza con las cosas grandes. Mesas, sillas, muebles. Luego pasa a cosas más pequeñas como ropa u ollas y sartenes», dice.
En cuanto a la ropa, sostiene que lo ideal es tener en el clóset solo aquello que nos gusta usar, con prendas que se puedan combinar y que nos brinden la seguridad de estar siempre salir bien vestido.
Los objetos que solo te incumben a ti (cartas, diarios o fotos, entre otros), la escritora aconseja guardarlos en una caja etiquetada con el nombre de alguien de confianza, y con claras instrucciones para que se deshaga de ella sin inspeccionar su contenido. Las fotos, dice, tienen tres caminos: o se organizan, o se reparten a los interesados en tenerlas, o sencillamente se destruyen.
Dice que también es muy práctico tener a la mano una trituradora de papel para destruir los documentos muy privados, que puedan hacer daño o simplemente innecesarios. En este punto dice que deberíamos aclarar los problemas o situaciones no resueltas con amigos y familiares antes de que sea demasiado tarde.
Las claves para acceder a páginas web y cuentas digitales, puedes dejarlas anotadas en algún sitio para facilitarle los trámites a quienes se quedan, dice.
¿Cuál es el momento ideal para encarar esta tarea? “Si estás en la recta final, no esperes demasiado…”, escribe Margareta. Sugiere como mínimo empezar a los 65 años, pero en realidad cree que lo mejor es empezar tan pronto nos sea posible.
«Empieza a tiempo, antes de que seas demasiado viejo y débil para hacerlo», recomienda Magnusson, que dice que todos los días hace un poquito. «Nunca es demasiado pronto. Sólo es demasiado tarde, cuando ya estás muerto», puntualiza.
Y si no estamos pensando en nosotros sino en nuestros padres, Magnusson sugiere tener en algún momento esa charla con ellos. “Claro que no es fácil, pero creo que si no lo haces cuando están vivos, luego será un infierno para ti más tarde”, explica, y aconseja preguntarles qué quieren hacer con esto o con aquello y si puedes ayudarles a bajar el volumen de sus pertenencias. “No creo que se enojen por ello”, concluye Magnusson.