Patricia Escobar
Columnista / 2 de julio de 2022

Crecer con otras miradas

Está más que comprobado: la cultura, el turismo y el deporte mueven la economía de un país, de una región, de un territorio, y son generadores de bienestar, de orgullo, de un ambiente de optimismo y, sobre todo, permiten la paz individual y colectiva, que no son tan medibles, pero se notan y repercuten en toda la sociedad.

El ejemplo más reciente se está viviendo en Valledupar, sede de los XIX Juegos Bolivarianos en los que participan 11 países con más de mil deportistas.

Esa ciudad que cada año revive a finales de abril con su afamado Festival de la Leyenda Vallenata está por estos días llena de visitantes que de una se contagian con la alegría de sus anfitriones. No son sólo los deportistas. Son también personajes relacionados con el deporte, son periodistas de distintas partes del mundo, son técnicos y personal de tv., son turistas que han aprovechado los puentes para darse, como dice el slogan de otra fiesta, “la rodadita” con la excusa de estar en las justas deportivas.

Las calles de la capital del Cesar se ven llena de personas llegadas de otras partes; los hoteles, casi todos, están al tope; los restaurantes y centro comerciales, llenos, lo mismo que las plazas, parques, lugares turísticos y los escenarios deportivos. Como si fuera poco, los taxis escasean, aunque el mototaxismo enloquece con su pitadera.

No se necesita ser un experto para darse cuenta de que la realización de los juegos ha reactivado la economía de la ciudad, el departamento y, posiblemente, la región. Se sabe que el sólo show de inauguración, el pasado 24 de junio, generó unos 800 empleos directos, de los cuales, el 90% son personas de la región.

Y los empleos generados van desde los obreros que a ritmo de puya pusieron a punto los bellísimos escenarios, muchos de los cuales no están totalmente terminados en sus detalles y alrededores, pero han servido para las competencias, hasta empleos de profesionales de alto nivel en distintas especialidades. Van desde los empleos directos, hasta los indirectos.

Por poco que se gane, gran parte de esa ganancia económica, los trabajadores la gastan o invierten en el mismo Valledupar. Y eso es bueno.

Junto a ese movimiento de la economía, en la ciudad se nota un ambiente festivo, alegre, optimista y hay una disminución notoria de los índices de violencia e intolerancia. Y eso es muy bueno.

Por todo ello no entiendo por qué las autoridades del país, sus dirigentes, sus políticos no miran hacia la cultura, el deporte y el turismo, como motores que reactivan un país. Son actividades que mueven a miles de personas, pero además son actividades que no necesitan de mucha especialización y que nos hacen únicos por regiones, por zonas, por países.

Los cesarenses que eran principalmente algodoneros y ganaderos han “descubierto”, a la fuerza, que tienen un territorio hermoso, propicio para el turismo del descanso y contemplación. Solo voy a nombrar dos de los más bellos lugares: Pueblo Bello y Manaure (Cesar) pequeños, pero con la posibilidad grande de destinos sostenibles.

Se están dando cuenta que tienen un territorio propicio para la práctica de una nueva modalidad turística que mueve millones de pesos: el avistamiento de aves. Y están dándose cuenta que lo étnico maravilla a los extranjeros, y en el Cesar sí que hay comunidades indígenas para conocer y apoyar.

Como quien dice, sería bueno que el Caribe creciera con otra mirada. Creciéramos trabajando por la cultura, el deporte, y el turismo. Tenemos demasiado que ofrecer.

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