Wilson García
Columnista / 9 de abril de 2022

De carnavales a festivales

“c”olombia* es un país de carnavales y festivales. Pasó de ser el precursor de los festivales de teatro a mediados de los cincuenta y sesenta, a tener hoy en día más de 125 registrados por el Ministerio de Cultura en todo el país. Hay un proliferación de ellos en todas sus modalidades y géneros, fruto de convocatorias públicas y/o el entusiasmo particular.

Lo positivo en un festival es el descubrimiento de creadores, el intercambio de conocimientos, la actualización de las estéticas, la visión y el motor de nuevas creaciones. También es el encuentro con el público, la fuerza de realización de un festival en artes escénicas es el crecimiento de la audiencia. El público le da valor a las muestras artísticas.

Los teatros y la ciudadanía requieren espacios programados con repertorios actualizados. Se necesita de la gestión del recurso con énfasis a la proyección y desarrollo de la comunidad que beneficia.

Los últimos treinta años el páis ha cualificado y ampliado el alcance de la calidad tanto en artistas como en espectadores formados y exigentes.

El centro vital de los festivales es hacer crecer como bola de nieve la euforia social por la vida cultural.

Es bueno que hayan festivales, curados, guiados, dirigidos, conceptuados, dicientes, formadores, transformadores con memoria y voz propia que cumplan al mismo tiempo con la cuota recreativa, festiva o contemplativa, que es otro modo de educar socialmente.

Que haya en Medellin siete festivales de teatro en dos meses, en Cali tres en un mes, y en Bogotá cinco en dos semanas es un fenómeno a observar con lupa desde su gestión, los festivales se originan por una gestión de recursos, de voluntades y de objetivos comunes. Estos son de interés público, privado y mixtos y la asignación de recursos públicos debe darse asegurando el uso eficiente e idóneo de ellos, es necesario que gobierno y secretarías evaluen y cualifiquen los festivales a partir de la injerencia positiva para desarrollar sociedad, más que por el éxito lucrativo financiero. El Producto Interno Bruto en cultura debería ser más que una estadística económica, un Valor de Creatividades Inventivas y Productivas agregadas a la cualidad distintiva del ser humano colombiano.

Siempre es positivo que haya festivales, el convivio con el público y los espacios abiertos y programados para el teatro de calle, el circo, los títeres y otras manifestaciones, se necesita para hacer país cultural y se debe trabajar de la mano de los gestores públicos y privados que desarrollen una sinergia para fortalecer y hacer crecer la vida artística, pero esto no se dará mientras exista una proliferación atomizada de ellos como se está viendo.

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* escribo “c”olombia con c minúscula, como manifiesto al maltrato infantil que vivimos. @eldelteatro

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