Juan Alejandro Tapia
Columnista / 13 de abril de 2024

Dolor de regla

Estoy seguro de que habla en serio, el ambiente no está para bromas. Acostada en posición fetal sobre su lado de la cama, maldice su suerte mientras el dolor la hace retorcerse. Es ahí cuando lo dice: «Te juro que si pudiera elegir, preferiría haber nacido hombre».

Va por su segundo Calmidol en menos de ocho horas, yo mismo los he comprado porque ella siempre olvida tenerlos a mano. La «visita», la llamábamos antes, cuando éramos novios, porque llegaba para complicarnos las cosas. «Tengo la visita», decía con impotencia, y yo entendía. O creía entender. O no entendía nada. Como ahora, que tampoco entiendo ni alcanzo a imaginar, solo veo un cuerpo doblado y soy testigo de su padecimiento.

Hace años que la «visita» dejó de visitarnos. La que viene, mes a mes, es la regla. Y con ella, el dolor de regla. Nunca voy a sentirlo, es ajeno a mi existencia; por lo tanto, no voy a cometer la insensatez de referirme a él, de intentar describirlo con ínfulas literarias, de meterme en la piel del otro, o en sus entrañas, como si eso fuera posible. Voy a escribir, entonces, de lo que veo. De la que siente el dolor que yo jamás sentiré.

Por menos, la gente corre a pedir incapacidad médica. Tres días por un catarro en la era post pandemia. Pero el dolor de regla es una suerte de sacrificio anónimo y silencioso por el derecho a ser mujer. Ella, toda estoica, cumple con lo que le toca. Va, trabaja ocho horas, a veces nueve o diez, y vuelve a la cama a retorcerse. A descomponerse, ese es el verbo que usa. «Estoy descompuesta», dice antes de cerrar los ojos para que el sueño se apiade. Así, tres o cuatro días con sus noches.

En Colombia, un proyecto de ley radicado en el Congreso en agosto de 2023 por los representantes María Fernanda Carrascal y Pedro Súarez, del Pacto Histórico, busca crear una licencia remunerada por síntomas menstruales. En su artículo 8, dispone: «Las trabajadoras y personas menstruantes tienen derecho a una licencia remunerada de un día por mes calendario ante la imposibilidad de llevar a cabo su jornada laboral debido a los síntomas generados por su periodo menstrual». ¿Un día? Sí. Y lo escogería el empleador.

Para convertirse en ley, el proyecto necesita cuatro debates, pero el tema carece de «interés nacional». Ya había sido radicado el 28 de marzo de 2023 y no pasó el primer debate en la Comisión Séptima de la Cámara, por lo que fue archivado. En el mundo apenas cinco países han implementado esta licencia: Japón, Indonesia, México, España y Corea del Sur.

En Francia, varios diputados fueron sometidos a finales de marzo a una curiosa prueba para sensibilizar, en carne propia, sobre la necesidad de otorgar una baja médica de trece días al año a las trabajadoras que sufren lo que se conoce como menstruación incapacitante. Mediante un cinturón de electroestimulación que simula contracciones, recibieron descargas que les provocaron dolores parecidos a los de la menstruación.

Tenían que soportarlos mientras leían el texto del proyecto de licencia presentado por el Partido Ecologista en la Asamblea Nacional de Francia, y el resultado fue que ninguno pudo hacerlo. Sin embargo, no hay disposición para convertirlo en ley. El temor es que termine por ser un arma de doble filo contra las mismas mujeres a las que busca beneficiar al ser visto por los empleadores como una limitante para contratarlas.

Que sea necesario infligir dolor a un grupo de hombres para convencerlos del dolor de una mujer, para comprobarles que no es una exageración «propia» del género, como alguna vez en la vida todos hemos llegado a creer, demuestra la poca atención que hemos prestado a esposas, novias, hermanas, hijas, amigas, compañeras de estudio o de trabajo, a la propia madre según cada caso, y que el complejo de superioridad masculina está sustentado, en gran parte y desde siempre, no en las diferencias, sino en la indiferencia.

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