Familia / 28 de septiembre de 2024

El maestro Gustavo Gutiérrez y su historia de amor con su eterna admiradora

Rosario Borrero

El reconocido compositor vallenato conformó su hogar hace 34 años, cuando él rondaba los 51 años de vida, con la comunicadora social Jenny Armenta, con quien tuvo dos hijos, Evaristo y Enrique.

Desde sus días de colegiala en Valledupar y de universitaria en Barranquilla, a Jenny Armenta siempre le inquietaron las canciones del maestro Gustavo Gutiérrez Cabello. Más que eso, se preguntaba qué estaría pasando en la vida de aquel hombre que componía canciones tan profundas y con dejo de tristeza y nostalgia.

“En mi adolescencia, estando en el colegio, hablar de vallenato, de las letras de las canciones, de los artistas y de los compositores era algo normal. Yo les decía a mis amigos que Gustavo Gutiérrez componía muy lindo, pero escuchaba las letras y me preguntaba que si sería que él estaba pasando por situaciones que lo llevaban a componer así. En particular me llamaba la atención una muy triste que cantaron Los Zuleta, titulada Amores que van y vienen”, recuerda la comunicadora social vallenata.

“Dígale a Poncho Zuleta

 que aquí le manda Gustavo su despedida

porque no me queda nada,

 ya regalé mis canciones

se calla una voz herida

se aleja con sus pasiones.

Me embriaga la tristeza

se mueren mis amigos.

Como el pintor Molina

que duerme sobre el olvido…”

Amores que van y vienen

Esa fascinación por el respetado compositor la siguió acompañando en sus años como estudiante de comunicación social y periodismo en la Universidad Autónoma del Caribe, entre el 84 y el 88, cuando la fiebre del vallenato estaba en su apogeo en Barranquilla.

Los esposos Gutiérrez Armenta con la gobernadora del Cesar Elvia Sanjuán y sus hijos Enrique, en primer plano, y Evaristo.

“Pobrecito, ese señor debe estar muy solo, pensaba cuando escuchaba esas composiciones, y me daba como pesar. En mi corazón me decía que me gustaría ser esa persona que llegara a su vida, y le curara esas heridas y esas tristezas. Desde entonces, Gustavo Gutiérrez me empezó a llamar la atención”.

Lejos estaba aquella joven sonriente, sencilla y dulce, de pensar que muy pronto tendría la oportunidad de hacer toda una realidad aquello que tanto había soñado. Al terminar la carrera regresó a su ciudad natal, donde trabajó por dos años en el área de publicidad del desaparecido Diario del Caribe, por ese entonces propiedad del periódico El Tiempo.

Un día, la directora de la oficina en Valledupar le dijo que como se acercaba el cumpleaños del maestro Gustavo Gutiérrez, que por qué no comercializaban un publirreportaje, teniendo en cuenta que se trataba de uno de los cantautores más queridos en la Ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar, y fue ese hecho el que le dio a la oportunidad de conversar con él, por segunda vez. La primera fue para una tarea de literatura cuando cursaba el 4º. de bachillerato.

“Ahí empezamos a ser amigos” –cuenta Jenny—. “Él iba con frecuencia al periódico, donde era muy querido por los periodistas, nos invitaba a comer empanadas y arepitas, nos llevaba a mi compañera y a mí a la casa, cada vez con más frecuencia, casi a diario. Así comenzamos a acercarnos; él empezó a ser imprescindible para mí y yo para él. Nos hacíamos falta y así nos enamoramos”. En ese momento ella tenía 23 años y él casi 50.

Desde Valledupar, donde residen, a propósito del Mes del Amor y la Amistad, la pareja se animó a contar para MIREDVISTA su historia de amor, que no pasa desapercibida, primero por ser él una figura del primer orden en la música vallenata, con más de 120 composiciones grabadas -todas exitosas- en las voces de artistas de la talla de Diomedes Diaz, Jorge Oñate, Los Hermanos Zuleta, Silvestre Dangond, y la lista es larga. Y segundo por la diferencia de edad entre ellos, la cual no ha sido obstáculo para que conformen una de las parejas más lindas y armoniosas de Valledupar, con dos hijos ejemplares.

El maestro confiesa que de ella le enamoró su sonrisa, su franqueza, su frescura, su espontaneidad. Además de su físico, aclara. “Entre nosotros hubo empatía. Ella me gustó, me pareció una mujer muy agradable”, agrega el autor de clásicos del vallenato como Camino largo, Sin medir distancia, Corazón martirizado o Mi niño se creció, entre muchos otros.

El día de su matrimonio, el 20 de octubre de 2004, tras 14 años de convivencia.

En 1990 decidieron irse a vivir juntos. El compositor arrendó una casa en el Centro de Valledupar en la que vivieron 13 años y en la que nacieron, en 1991 Evaristo, el mayor, un estudioso abogado que trabaja en el Ministerio del Medio Ambiente, y dos años después Enrique, hoy ingeniero industrial. De los primeros años de esa convivencia data el tema que el maestro confiesa le compuso a su joven compañera, el cual, confiesa, es uno de los más alegres de su discografía.

«Alégrate porque vengo
mi vida a pasar contigo
amores nuevos yo tengo por haberte conocido

Yo tengo un motivo para estar contento
yo tengo un motivo, te conocí
nada de tinieblas luz en mi camino
soy un hombre nuevo que canta aquí

Siempre te busqué sueño de mujer hecho realidad
que fascinación tu boca besar
ya no hay soledad…
«

Alégrate porque vengo

Una foto del álbum familiar, con sus hijos pequeños.

Jenny dice que antes de conocerla, su esposo no había tenido una relación formal o estable. “Pienso que yo llené ese vacío, vio a crecer a sus hijos, compartimos en familia, llevamos una vida muy tranquila y creo que, de alguna manera, esta canción alegre refleja esos sentimientos que antes no había tenido. Él lo reafirma: “sí, estaba muy alegre, contento. Me sentía realizado, satisfecho con mi familia y con mi vida”.

Ella confiesa que una cosa que descubrió en la convivencia es que -contrario a lo que percibía en su días de estudiante- su esposo es un hombre «cero triste»: «Más bien es mamagallista, tranquilo y cuando se le ve triste o serio es algo transitorio, pasajero. Tampoco es que sea muy romántico, ni vive diciéndome cosas lindas, como se pudiera creer. Por eso es que a veces le digo, tomándole el pelo, que yo creo que esas canciones tan lindas no las compuso él”, dice entre risas.

Por insistencia de una tía de ella y una hermana de él, decidieron casarse en octubre de 2004, en lo que fue una ceremonia muy linda, familiar y llena de mucho afecto. “Para que un matrimonio perdure debe haber sinceridad, respeto mutuo, comprensión, y siempre alguno de los dos debe ceder. A veces cedo yo, a veces cede ella. No somos impositivos, procuramos vivir en armonía siempre. Yo la respeto y la escucho. Tenemos una vida muy tranquila, los domingos salimos, vamos a cine, a misa, y bailamos mucho en la casa”, dice el compositor, que es administrador de empresas de profesión y que durante 5 años dirigió la oficina de Turismo de Valledupar.

El maestro Gustavo Gutiérrez con su esposa Jenny Armenta en el grado de abogado de su hijo mayor, Evaristo. Los acompaña Enrique, el hijo menor.

El maestro Gustavo Gutiérrez además canta y ejecuta el acordeón, la guitarra y el acordeón piano y sigue muy activo en las lides musicales. Con frecuencia participa en esa modalidad de parrandas que se estila en la región en las que invitan a los compositores a tocar con su conjunto su propia música. Su hijo menor, Kike, de 31 años, hace las veces de su manager y lo acompaña en sus presentaciones. Lo curioso del caso es que desde hace unos 25 años no ha vuelto a componer. «Yo siento que una vez conformó un hogar, Gustavo como que no sintió esa necesidad de componer, pues no volvió a hacerlo», opina su esposa.

El maestro Gustavo Gutiérrez dice que algo que les ha servido a ellos como pareja es el sentido del humor. «Cuando ella se pone guapa, yo trato de ponerme contento y entonces le mamo gallo, la saco a bailar y hasta le hago morisquetas hasta que ella afloja», dice con algo de picardía.

Finalmente, el gran compositor dice que se siente satisfecho y muy conforme con su vida y con su aporte al folclor vallenato. «Estoy conforme con mi conciencia, con mi familia y con el cariño de la gente», puntualiza al final.

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