Carlos Polo
Columnista / 25 de junio de 2022

El  metarrelato de una imagen inundada de colores

La tonada que se me antoja distante y supremamente melancólica, se instala en mi cabeza e intento seguirle el ritmo, marco el compás en el cerebro, mientras mis ojos continúan clavados en la pantalla. Fue justo la imagen la que detonó la asociación libre. “Pienso, luego silbo”,  “cogito, ergo sum”,  pensar y existir, pensar y silbar, me encantaría poder trasladar al papel a través de una bien elaborada onomatopeya claramente el silbido que se pasea por mi cabeza… Mi cabeza, un silbido, una imagen… Imagen ergo homo videns, eso somos viejo Sartori.

 Busco la forma de trasladar al papel los símbolos exactos que traduzcan la representación de este silbido… A ver, el famoso fui, fuio… Fácil, perdonarán mis devaneos infructuosos, pero, dato escondido ergo tensión, ritmo.  El silbido continúa, yo continúo buscando los símbolos en la cabeza para trasladarlo al papel, fufu, fufufuu, imposible… Les suelto una pista, este sonido lo podemos asociar con una brisa fresca, ahora se me antoja  incluso más cercana al famoso y popular: “Sentí un fresquito”, bueno, tal vez no, lo que sí es claro, es que este ritmo tranquilo, suave, sedoso, se convirtió en la representación de un cambio, en un silbido que tumba muros, un silbido enfrentado a un gigantesco bloque de hormigón de 3.6 metros de altura, o por lo menos, lo que representaba o lo quedó de él. Este es, a lo sumo, el silbido que nace tras el advenimiento de la calma, pero volvamos a la imagen, que es lo fundamental, perdonen tantas digresiones.

La imagen que acompaña el silbido en mi cabeza, es una imagen completamente atípica, inusitada, casi surreal, conociendo la historia de segregaciones, violencias, de centralismos rancios, elitismos, exclusión, racismo estructural, clasismos y aporofobia arraigada en este territorio, desde que este pedazo de tierra salvaje colonizada y saqueada, se convirtió en república hace más de 200 años.

Fu fu fu/ fu, fu fufu… Frente a mis ojos cargados de sorpresa, de confusión, de incredulidad, está una imagen que se me antoja una juntanza de colores, negros, cobrizos, rojos, amarillos, canelas, purpuras, azules, rosados, marrones, blancos, grises, pardos… Un colorido representativo, pluralista, multiétnico,   fu fu fu/ fu, fu fufu… Listening to the wind of change. Escucho el silbido, escucho el movimiento de las ramas del árbol, es el viento, ¿será posible?, ¿estos son los vientos del cambio? La imagen me habla, me grita… De la calle se escapan gritos, son ecos, un grupo de motociclistas pasa raudo haciendo rugir los motores, haciendo sonar las bocinas de forma repetitiva… Take me/ to the magic of the moment/ on a glory night.

No silbes Lizandro, por Dios te lo pido…. Recuerdo al indio Duarte, recuerdo a mi hermano Alex, un pelao él, yo un niño pata-sucia de potrero de barrio, de gol a grito herido y él tirando ‘línea’ desde su precocidad envalentonada, acerca de la voluntad popular, del mandato del pueblo, unión de la fuerza popular, conciencia social, y yo, nada, pensando en el gol de chilena que me negó el travesaño. Con ese tu silbo me acuerdo, marchabas de niño a los cerros, Alex también fue un indio Duarte, uno que una vez juró ante la tumba de mi padre, sin saber que él se convertiría en el mío, que iba a dejar de cagarla, que sus salidas en falso paraban allí y se iba a dedicar desde ese justo momento, a velar por la familia y eso fue lo que hizo viejo, las cosas estaban duras, color de hormiga y el hombre se puso la 10, el overol y echó pa’ lante, buenos empleos, pregrado, postgrado, maestría y toda una envidiable carrera de meritocracia bien aceitada … No alcanzó a ver esta imagen, la misma que para muchos podría tener una interpretación negativa, el acabose pues, porque su espectro ideológico les impide ver lo que otros vemos.

 A mi juicio la imagen  representa los territorios, los colores, las pieles, todo ese mestizaje junto, la primera emoción que me asalta es  la  sorpresa, pero bueno, no silbes Lizandro, pienso en Alex, a mi hermano le ganó la peste, menos de un mes después de su muerte empezaron las vacunas para la gente de su rango de edad, se fue a los 51, joven. Si las vacunas para la gente de su rango de edad llegan un poquito antes… Tal vez, quizás… No lo sé. Yo lo recuerdo ahora, fajado, hablando sobre los medios de producción, sobre la equidad, sobre la justa búsqueda de una mejor calidad de vida para los nadie, para los olvidados de siempre, pese a que hacía mucho tiempo ya, que su fiebre revolucionaria había bajado de temperatura y lo suyo se había vuelto un meterle duro el hombro al destino, para para poder ayudar, para dar, para ofrecer, ¡Y vaya que ayudó a un montón, a todo el que pudo!

Alex  no silbes, mira esta imagen,  si lo que tengo es un silbido entre dientes, que en vez de una tonada, parece un llorar, parece una quejaNo silbes Lizandro… Yo lo recuerdo ahora, a los Pizarros, a los Garzónes, a los Gaitánes a los Pardo Leales, los Galánes, y una lista interminable que cubriría entera estas páginas, los silenciaban,  y nada, adiós luz que te guarde el cielo

Ven, sigo disgregando, me voy por las ramas, es que el silbido de esa canción esperanzadora no escapa de mi cabeza, pero es por la imagen, 200 años de racismo sistemático y en la tarima hay una mujer negra vestida de colores con una sonrisa fulgurante que alumbra más que una ‘chispita mariposa’, y a su lado hay más caras lindas de mi gente negra, hay indígenas, y hay también costeños, las olas y los cocoteros allí también, y hay pacífico, marimba y chontaduro, la tarima entera tomada por los periféricos, los negros cimarrones, y los muiscas, la montaña, la ocarina, y entonces más fu fu fu/ fu, fu fufu, no jodás,  ¡qué onomatopeya tan cula! No me crean ingenuo, tampoco tengo una bola de cristal para ponerme ahora de adivino, para ponerme a jugar al  Blacamán, no, nunca, no soy un vendedor de milagros, no, por favor. Lo que aquí importa es la imagen,  esa imagen que trajo como asación libre el silbido, porque lo que estoy viendo, es una increíble postal de la diversidad, una representación más cercana, más exacta de lo que siempre hemos sido.

Esta imagen es un metarrelato compuesto de pequeños microrrelatos que  la revisten de una poderosa significación, y entonces ahí se viene el blanco, el andino con ascendencia europea, de cabellera y barba plateada, su cabeza se balancea un poco, su cuerpo entero es un sismo interno, se mueve pero eso no se percibe a simple vista, sonríe y abraza al caribe, abraza al pacífico, y la imagen se hace más emocionante, conmueve, “oye cómo está de viejito, ¡qué ternura, que lindo verlo ahí!”. Este microrrelato se incorpora a la narrativa y crea mucho más suspense, no, párala ahí, no me metastensión. Sus gestos son lentos, sonríe, no puede evitar las leves sacudidas de su cabeza, es el Parkinson, pero ahí está, el andino, el blanco, como también lo están Nariño y el Cuy,  el Cavia porcellusWhere the children of tomorrow dream away/ In the wind of change.

Bueno, quizás los niños del mañana puedan soñar con un viento de cambio, ojo, que es la imagen la que habla por sí sola, la que me dice estas cosas,  y de repente salta otro microrrelato que la da más intensidad y mayor significación a esto que tengo enfrente, porque el de la foto era un niño, o casi un niño, mejor.  Ahí está una madre, no es de Soacha por cierto, no es de Mayo tampoco, pero ahí está su niño, lo sostiene con la foto en alto, otra representación, otro símbolo, ahí está el muchachito, no vivió para esta imagen, no sobrevivió, su muerte fue violenta, recibió  un disparo en la parte posterior de la cabeza. La noche avanza, por las claraboyas se cuelan algunos ecos de festejos, fu fu fu/ fu, fu fufu, no jodás. No silbes Lizandro, que no sabemos nada sobre el futuro, no ves que en este país han silenciado muchas veces a los niños del mañana Lizandro. No obstante, hay derecho al entusiasmo, aunque sea un poco, esto no se había visto nunca, es un paso, un salto quizás o un avance por lo menos, y eso en un país como este, ya es mucho decir.

En la imagen hay abrazos, sonrisas, cercanía. Una madre que en este justo momento es todas las madres de la tierra toma el micrófono.  Sí señor, esto es el clímax, en algunos lugares alguien, o mejor, varios alguien, se emocionan hasta las lágrimas.  Fu fu fu/ fu, fu fufu. The wind of change blows straight/ Into the face of time.  Uuff, hasta poetas salieron los señores de Scorpions, el viento de cambio sopla directo a la cara del tiempo.

El poder simbólico de esta imagen es invaluable en lo que a mí respecta, ya el viejo Sartori había hablado de ello hace más de 20 años,  la idea de un hombre  nuevo que  solo entiende lo que ve y para el que solo existe lo que mira. Una sentencia tan apropiada para estos tiempos, en donde cada quien ve lo quiere ver.  

Pero ahí está la imagen,  una pluriétnica, multirracial y pluricultural nunca antes vista, que me habla a mí, que soy un furibundo escéptico,  pesimista o realista apesadumbrado, la verdad es que no tengo ni le menor idea qué le dijo este metarrelato inundado de colores a los otros, a ellos, a ustedes, y mucho menos en estos momentos de crispación, de ideas encontradas y en feroz pugna… Alex no silbes, Lizandro no silbes. Montado en su Bayo, del palenque hasta el pueblo, silbando, silbando, silbando entre dientes Lizandro se aleja.

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