Vanessa Restrepo Hoyos
Columnista / 13 de febrero de 2021

Entre la espada y la pared

Aquí en Panamá los niños aún no han podido regresar a las aulas. El “sistema híbrido”, al que ustedes en Colombia  llaman “modelo de alternancia”, parece no tener una fecha de inicio concreta, continuando el primer trimestre del año lectivo 2021 a distancia, incluso en los colegios panameños que aseguran haber cumplido con todos los requisitos de bioseguridad exigidos por los Ministerios de Educación (Meduca), y de Salud (Minsa), para poder arrancar.

En mi caso personal, esto se traduce a más de un año con mis tres hijas (la mayor de 10 años y las gemelas de 5) pegadas a sus pantallas (Ipads y laptops) durante más de la mitad de su rutina diaria.

Y no es que no comprenda que la postergación de la entrada semipresencial al colegio haya sido impuesta por el Gobierno para intentar evitar la continua propagación del virus o que no reconozca las grandes ventajas que la tecnología nos ha brindado durante la incesante pandemia.

Sin embargo, no puedo dejar de pensar en las repercusiones que el aumento del uso de los dispositivos digitales pueda traerle a mis hijas, especialmente a las más chicas, cuando sus cerebros todavía no están lo suficientemente maduros.

De hecho, desde antes de la pandemia, muchos padres ya veníamos tratando de regularles el tiempo de su uso, así los niños los estuvieran utilizando para fines didácticos o como ocio saludable, ya que, al fin y al cabo, al estar conectados a ellos, se desconectaban del mundo real.

Son bastantes los estudios y análisis de psicólogos y especialistas en educación y salud que hablan sobre lo perjudicial que es para ellos, en especial, para los de la primera infancia, el pasar horas frente a una pantalla.

Problemas en su desarrollo cognitivo, psicomotor, lingüístico, social, de apego y vínculo, trastornos del sueño, pérdida de la salud ocular, aumento del sedentarismo y alteración en su comportamiento, son solo algunas de las consecuencias.

Y pese a que recientemente encontré una investigación publicada hace unos cuatro años por la Oficina de Investigación de Unicef (Innocenti) en donde demuestra que “para los niños y niñas el impacto del tiempo de pantalla en la salud mental y bienestar es bastante pequeño” y que “otros factores como el apoyo de los padres, las relaciones familiares o las experiencias adversas de la infancia, son más impactantes que el tiempo de pantalla”, la situación actual es una sin precedentes.

Por ello, cuando esto termine y espero sea pronto, me pregunto: ¿cómo podría regular el uso de los dispositivos digitales a mis hijas, quienes se han acostumbrado a vivir su día a día y a ver el mundo a través de una pantalla por tanto tiempo, sin que les sea difícil despegarse de ellos?  

Algunas de las recomendaciones con las que me topé en internet son las de incentivar el deporte, favorecer las relaciones familiares y sociales y fomentar la lectura.

Si bien es cierto que he logrado sacarlas a jugar al aire libre, a patinar y a montar bicicleta, los lapsos de tiempo en estas actividades no han alcanzado a crearles los hábitos de desconexión de las pantallas necesarios, ya que continúan pasando más tiempo dentro de sus cuatro paredes debido a sus clases virtuales, a algunas restricciones que siguen en pie en nuestro país y al miedo de socializar con otros niños debido al virus.

Por otro lado, ¿qué hay de los hogares en donde a ambos padres les toca trabajar? Muchos de ellos no cuentan con el tiempo suficiente para dedicarse a jugar con sus hijos o para estar pendientes de cuántas horas al día permanecen pegados a sus pantallas.

Además, irónicamente, como cereza del pastel, con la implementación del teletrabajo, que aún se practica mucho aquí, los padres trabajadores, pasan la mayor parte de sus días con computadora en mano, dándoles, sin querer, el ejemplo a sus hijos, de que estar frente a una pantalla es ahora, la regla y no la excepción.

Pude ventilar algunas de mis inquietudes a la psicóloga clínica, educadora y coordinadora de preescolar del colegio Británico de Barranquilla, Jeannette Rinkel, quien me comentó que mi sentir es también el de muchos padres, jardines y colegios.

Según Rinkel, esto va a ser un reto pospandémico enorme. Sin embargo, pese a que es consciente de que vivimos en la era digital y que, por ende, los niños van a continuar utilizándolos, insiste en establecer horarios estrictos de su uso después del colegio, con el fin de incentivarlos a buscar por sí mismos en qué ocupar su mente lejos de las pantallas y así desarrollar su creatividad e imaginación. “Como cuando éramos pequeños, cuando siempre estábamos viendo a ver qué nos inventábamos”, explica.

También sugirió asignarles pequeños quehaceres de acuerdo a su edad, como por ejemplo: llevar la ropa sucia a la cesta; poner la mesa para comer; tender su propia cama y ordenar su cuarto, así como tenerles a la mano juegos de mesa, colores, libros, disfraces u otros implementos en la casa para propiciarles un ambiente libre de dispositivos digitales y, en la medida de lo posible, fomentarles las actividades al aire libre y los deportes.

Con respecto a los padres que se encuentren en teletrabajo o que no puedan estar en casa para poderles regular su tiempo frente a las pantallas durante la semana, comenta: “Los fines de semana, que es cuando los padres tienen un poco más de espacio, porque ya no están en teletrabajo o trabajando fuera de casa, habría que establecer una regla, sea 100% estricta, en donde haya cero uso de dispositivos digitales o una de regulación de su uso, pero en ambos casos los padres deben estar presentes para que esto funcione”, puntualiza.

Amanecerá y veremos, pero por el momento, me siento entre la espada y la pared.

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