Patricia Escobar
Columnista / 20 de junio de 2020

Entre la fe y la esperanza

La fe es la completa confianza en algo. La esperanza,  una expectativa segura que, naturalmente proviene de la fe.

Tengo fe en que, cuando esto pase, podré ir los domingos a casa de mi hermana, cocinar junto a su esposo, compartir unas copas de vino, ver una película, jugar dominó, pero sobre todo, hablar, conversar sobre lo humano y lo divino….

Tengo fe en que, cuando esto pase, podré disfrutar del tinto callejero o de un buen café en cualquier sitio lindo de Barranquilla, hablando sobre lo humano y lo divino, o “evaluando” eventos que suceden en la región junto al gran maestro Duber Castaño.

Tengo fe en que, cuando esto termine, pueda disfrutar de mis nietos, caminar por el parque y comernos un gran helado.

Tengo fe en que, cuando esto termine, pueda salir libremente a caminar haciendo las “vueltas” normales de un ama de casa que ha estado confinada a la fuerza por el Covid, pero llena de energía y con muchas ganas de vivir y sentirse útil.

Y, por último, tengo fe en que cuando esto termine, cada vez que me provoque tome un bus y me vaya para “el Valle” (de Upar), a disfrutar de una tierra que amo y de unos amigos a los que quiero mucho.

Esas cinco cosas en las que he colocado toda mi fe son las que más falta me han hecho en este prolongado encierro, y seguro que voy a hacerlas cuando esto termine.

Aunque vayan de la mano, y a veces se confundan, esperanza no es lo mismo que fe. Tengo la esperanza de que, cuando esto termine, los colombianos hayamos aprendido a valorar a los trabajadores del sector de la salud y a los maestros y educadores.

Tengo la esperanza de que seremos menos consumistas, por convicción, y no solo porque saldremos con muy pocos recursos y conseguirlos no será fácil. La mayoría hemos vivido este encierro con el mínimo vital.

Tengo la esperanza de que valoraremos, en sus reales dimensiones, la familia, los amigos, los encuentros, las conversaciones mirándonos a los ojos y sin el celular en las manos.

Tengo la esperanza de que seremos más cuidadosos con nosotros mismos y con nuestro entorno. Disfrutaremos de la naturaleza y trataremos de no dañarla.

Tengo la esperanza de que en nuestras manos está el futuro: lavándolas con frecuencia sobrevivimos, usándolas correctamente emprendimos, y eligiendo bien comenzamos a derrotar la corrupción, un virus tan letal como el Covid pero ante el cual nos mostramos indiferentes hasta que fue desnudado en este duro trance que estamos pasando.

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