Wilson García
Columnista / 10 de abril de 2021

Estar en escena es…

Se han dado cuenta que los boletines de los medios y los informes emitidos desde la cúpula militar del gobierno usan el lenguaje del teatro para crear metáforas o sentidos figurados para explicar la realidad de los hechos: los “actores” del conflicto, “la escena” de la guerra, “escenario” político, “teatro” de operaciones, “actuación” autónoma, “montaje”, por mencionar algunos. Por estos días puedo compartirles lo que ha sido para mi sostener en mi terminología “El Teatro de la Vida” en medio de circunstancias adversas que obstaculizan los propósitos de poder realizar una representación teatral, que por esencia conlleva un encuentro vivido entre el artista y su audiencia.

Después de un año de estar en confinamiento, poder tener la oportunidad de dirigir una obra y de actuar en otra es un reto que no pude rechazar. Estos mismos retos y la necesidad de supervivencia debe estar, imagino, en todos y cada uno de los colombianos, para todas y cada una de las actividades que realizamos en medio de tanta restricción. Algunos hemos sido mas afectados que otros y gran parte de la población está sosteniéndose gracias a la cooperación y solidaridad de familiares y allegados que puedan sobrevivir y aportar a otros desde su estabilidad laboral. En mi caso un modo de resistencia y estabilidad emocional me lo ha dado mantener la imaginación activa y la actuación viva.

La Maldita Vanidad Teatro, en coproducción con el Teatro Mayor, me invitó a interpretar un papel en la obra El sueño de la vida, una pieza inconclusa de Federico García Lorca cuyo argumento no puede ser más apropiado y oportuno para las circunstancias que nos rodean. En esta historia, una compañía de teatro afronta todas las adversidades inimaginables para sostener su representación teatral, pero la condición humana y la complejidad conflictiva, social, política, e histórica activan todas las acciones habidas para impedir la realización de la obra, imposibilitando así, sostener la ficción del teatro en medio de una crisis de salud y guerra.

Al tiempo que estuve ensayando esta pieza, estoy trabajando desde ‘T de Teatro’ la dirección y adaptación teatral del cuento NADA, de la autora danesa Janne Teller, con nueve actores y un equipo creativo de gran talento que deben hacer muchas maromas y esfuerzos para ensayar y estar en esta versión teatral que nos narra la historia de un grupo de adolescentes que afrontan las preguntas existenciales que incomodan y forman al ser humano en la etapa más frágil de la construcción del carácter. En NADA uno de los adolescentes decide que nada vale la pena, que nada importa, que no hay que aprender nada y que así debieran hacerlo sus compañeros de colegio, quienes por el contrario determinan demostrar lo contrario, acumular un montón de objetos que signifiquen valor y tumbar los argumentos de este incrédulo amigo, envolviéndose en decisiones macabras que los transforman en seres no pensados.

Además de sobrevivir la pandemia, pues en ambos montajes tuvimos contagios covid-19 y hubo que hacer métodos de creación con distancia, mesas de trabajo virtuales y re acomodación a nuevos modos de hacer el ensayo presencial; los últimos seis meses he trabajado en dos piezas de teatro en la que una me dice que debo insistir, batallar y hacer hasta lo imposible para que viva el espíritu creativo, sostener el sueño de la vida y ser feliz por encima de todas las cosas, pero en la otra obra su historia me devuelve a la pubertad irreverente, incrédula, contestataria, ensimismada y desconcertada qué en medio de estas circunstancias de presión y tensión, de incertidumbre, su reflexión podría invitarme a la negación, la desidia, la indiferencia, la insociabilidad, el nadaísmo de los principios y valores. Mezclando las dos experiencias hallo una fusión enriquecedora de reflexiones sobre como mantener el ahora activo y valorar las cosas para no lamentarnos cuando no las tengamos. Hacer esto desde el teatro ha activado en mí una energía renovadora y constructiva a pesar de no cesar las difíciles circunstancias de vida.

La calidad de vida en Colombia se ha deteriorado, la economía futura no asegura estabilidad, y las políticas de estado no se aplican para el bien y cuidado colectivo, estamos en un escenario de sálvese quien pueda y como pueda, y como muchos de nuestros colegas, ha sido haciendo teatro que he podido refugiarme en espacios motivadores que implican colaboratividad y cooperación, comprensión y sensibilización y sobre todo alteridad y humanidad.

En mi familia me dicen “el del teatro” y ellos mismos me ayudan a que siga siendo el del teatro, volver al escenario como actor y seguir dirigiendo con disciplina y convicción es una zona de salvación y resguardo para mi y desde la claridad y la satisfacción de la labor cumplida, deseo con toda mi mayor energía que cada uno de los colombianos encuentren en su acto de fe un resguardo, una paciencia, una consciencia, una razón de ser que ayuda a sobre pasar estos difíciles tiempos y evitar caer en histerias colectivas que nos enceguezcan y detengan.

Para mi esto es estar en escena y quisiera que podamos encontrar la manera de actuar juntos para superar la impotencia que tiempos tan duros y actitudes sociales tan desconcertantes siembran en nuestras capacidades para sobrevivir. No puedo más que decirles que gracias al teatro y su creatividad estoy sobreviviendo y que daría mucho por lograr que cada uno de ustedes encuentren su escenario feliz en la vida.

PD: Además de no honrar memoria por el dolor y la muerte en la que tan fácilmente caemos en los territorios colombianos, para el Estado pareciera que vacunar debe ser a ritmo perezoso y por conveniencia del negocio, más que de la salud misma.

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