Patricia Escobar
Columnista / 21 de octubre de 2023

¿Hasta cuándo?

Si no se presta atención inmediata a la vía que comunica a Barranquilla con gran parte del Magdalena, Cesar, La Guajira y el interior del país, la capital del Atlántico quedará inevitablemente incomunicada hacia el norte del país.

Entre los embates del mar Caribe que se “comen” parte de la vía Barranquilla–Ciénega y las constantes y prolongadas tomas de la carretera por parte de moradores de poblaciones asentadas en ese corredor vial, el futuro de la importante carretera será cada vez más incierto.

La construcción de la carretera que une a Barranquilla con Ciénaga, Magdalena, con más de 60 años de historia, ha representado desde siempre un grave atentado para el ecosistema costero que, en los últimos años se ha engrandecido con el anuncio (afortunadamente postergado) de su ampliación a doble calzada.

Con la ampliación, según los científicos, se pone en juego la Ciénaga Grande, uno de los ecosistemas más frágiles del país. Para mitigar esos riesgos se han hecho, desde 2015, más de una propuesta “salvadora” mientras la erosión sigue estrechando una vía cada vez más transitada.

Por otro lado, está la presión de un mercado regional y nacional cada día más grande que utiliza la vía para llevar y traer productos y mercancías, y el aumento de turistas terrestres en busca de lugares paradisiacos como los que ofrece el Magdalena.

Al peligro latente de que el mar recobre su espacio y termine con la carretera y a la dilatación de soluciones para que la vía deje de ser una calle estrecha y se convierta en una verdadera carretera que afecte lo menos posible el ecosistema pero que permita el desarrollo del Caribe, se suman ahora los constantes bloqueos de la misma por grupos de manifestantes cansados del abandono estatal y de los malos servicios públicos que reciben.

Un trayecto (Ciénaga-Barranquilla) que fácilmente puede hacerse en una hora ha demandado por parte de transportadores, turistas y trabajadores de la región hasta 6 horas por culpa de los bloqueos, con graves pérdidas económicas. Lo peor de todo es que esas protestas no han sido solución a los problemas reales, ponen en vilo la economía de la región y nadie se hace cargo de las millonarias pérdidas y perjuicios que ocasionan.

Según expertos, el corredor vial entre Santa Marta y Barranquilla es utilizado por cerca de cuatro mil vehículos que transportan al menos 40 mil personas, bienes y servicios con alto valor estratégico. Y según expertos también, las autoridades de Ciénaga, Tasajera, Sitio Nuevo y Pueblo Viejo, en primera instancia, y las del Magdalena y el Atlántico, en segunda instancia, han hecho muy poco o nada para afrontar la problemática de las poblaciones por donde pasa la vía.

Después de más de 60 bloqueos grandes en lo que va corrido del año, esta semana por fin, los gremios perjudicados se pronunciaron, aunque muy tímidamente. Cotelco ha sido el gremio con más pronunciamientos en contra de esta situación. Pero esta semana se unieron los representantes del transporte, los industriales y comerciantes de Barranquilla y Santa Marta para “rechazar” estos actos que atentan contra la libre movilización y el trabajo.

Hace dos meses, el alcalde de Pueblo Viejo, Fabián Ospino, enfatizó en la necesidad de tomar acciones contundentes contra aquellos que bloquean la vía y amedrentan a los conductores exigiéndoles dinero para permitirles el paso. En ese sentido el comandante de Policía de la región aseguró que se implementarían acciones para que los bloqueos y extorciones no se convirtieran en el pan de cada día. Sin embargo, viajeros y transportadores en el pasado puente festivo soportaron cierres hasta de 6 horas, y el sector transporte sumó costos aún no cuantificados.

Todo pasa y nada se soluciona en esta importante vía nacional.

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