Pasadas las fiestas, el colorido, la risa, los sueños, el baile, la ebriedad, la mascarada, la juntanza de los cuerpos… Pasado el jolgorio continuado y con la marcha del espíritu de Baco, con la partida del halo de Dionisio y el aliento de Eros buscando otros puertos, otras orillas, ¿qué nos queda?
Una pausa, un alto en el camino, una calma chicha, un instante de paz, de sosiego, un prolongado suspiro y lo más importante, una profunda reflexión y para la reflexión más que un botón. El XVI Carnaval Internacional de las Artes entregó a la ciudad de Barranquilla 4 días intensos no solo de reflexión, también de espectáculo, un necesario y vital intercambio de conocimiento, de saberes acerca del universo creativo de los más de 40 artistas y creadores que visitaron la ciudad.
Esta vuelta a la presencialidad luego de un largo año en el que la fiesta de la reflexión solo se pudo disfrutar a través de las plataformas digitales, significó un regreso a la cercanía, un regreso a los abrazos, a la carcajada vital, a los estrechones de manos… Un mirar a los ojos, franco, sincero, jovial, directo, una especie de vuelta a casa para los miles de seguidores de este evento que durante 16 años ha entregado de manera gratuita mucho más que un simple show frívolo y pasajero, porque los invitados centrales de esta fiesta única en el mundo, son la reflexión y el pensamiento.
El privilegio, el lujo de escuchar en vivo y en directo las reflexiones de dos consagrados poetas y pensadores como los son Juan Manuel Roca y William Ospina desentrañando el profundo acto de la poiesis que los habita, verlos reflexionar juntos, descubrir en sus particulares tonos y colores de voz un ingenioso juego de palabras, disfrutas de una salida brillante e inesperada, escucharlos responder a la acuciosa periodista Patricia Lara los interrogantes primordiales relacionados con la situación actual del país, del mundo… Eso no tiene precio, ‘porque hay cosas que el dinero no puede comprar, para todo lo demás existe MasterCard’.
Los asistentes a la XVI versión del Carnaval Internacional de las Artes fueron testigos de cómo se encendieron las luces en La Cueva y en La Calle de La Cueva, una luz que fue mucho más allá de los reflectores, una luz que permitió tanto el gozo, la danza, la alegría, la liberación, como la reflexión y el conocimiento que entregaron a manos llenas los creadores invitados, investigadores, escritores; cineastas; historiadores; folcloristas; músicos; cómicos; artistas escénicos; magos de la plástica y todos los creadores de sueños que compartieron con el público asistente parte de su conocimiento.
Este fue un Carnaval de las Artes más íntimo, de transición por así decirlo, una fiesta de la reflexión pensada, soñada y ejecutada de acuerdo con las actuales necesidades impuestas por la llamada nueva realidad. El evento fue respetuoso de los protocolos de bioseguridad limitando sus aforos y escenarios, La Cueva, la Calle de La Cueva y la Cinemateca del Caribe fueron el epicentro de la fiesta y los creadores fueron los que amenizaron con su talento y conocimiento de un evento que ya hace parte del ADN cultural de la ciudad.
Dentro de los sucesos más destacados de la fiesta fue la intervención de la historiadora e podcaster e influencers Diana Uribe, quien reflexionó acerca de la pandemia, el duelo y el Carnaval. La historiadora encantó a un público masivo- fue de las sesiones con mayor aforo- con su manera particular y fresca de abordar los temas fundamentales que han influido en la historia de la humanidad, para Diana, quien fue entrevistada por el reconocido periodista Óscar Montes, este Carnaval fue de una importancia vital, ya que fueron los primeros después de un periodo de sufrimiento y de duelo, es de una gran carga simbólica pensarlo como una luz que sobrepone al dolor, como la vida celebrando el vencimiento de la muerte. Como una rockstars, cientos de seguidores corearon su nombre al final de la sesión esperando que Diana les regalara un autógrafo, un saludo, le firmara un libro o se tomara una foto con ellos.
La gente gozó y bailó las canciones inmortales del sonero panameño Gabino Pampini, se emocionó hasta los tuétanos disfrutando a los 10 boleros que quedaron marcados en el corazón de Gabriel García Márquez y las voces de los diez intérpretes que se tragaron la tarima, se sorprendió con el testimonio y la propuesta de no ficción de Diana López Zuleta, quien con el corazón en la mano habló con la poeta María Matilde Rodríguez de lo que significó perder a su padre cuando apenas tenía 10 años, tragedia que la llevó a escribir, el éxito editorial Lo que no borró el desierto.
Novela negra, poesía, teatro, música, comicidad, cine, historia, risa, carcajada, abrazos, fiesta, jolgorio, disfraz, pensamiento, reflexión, esta nueva edición del Carnaval Internacional de las Artes dejó un balance positivo pese a las limitaciones que traen consigo las nuevas reglas de juego y la llamada ‘nueva normalidad‘.