Sonia Gedeón
Columnista / 16 de enero de 2021

La página en blanco

Nunca antes inicié un año con tanto escepticismo. Las páginas de la agenda están en blanco. Solo se escucha que los eventos pasan a la virtualidad o se posponen para otros tiempos o se cancelan. Nadie se atreve a volver a la presencialidad, así sea parcial. El temor es general. Ni siquiera la noticia de la vacuna en aplicada en otros países y en camino en el nuestro, arriesga a revolcar las rutinas cotidianas de estudio, trabajo y vida familiar de la humanidad.

Mientras eso sucede, “la civilización del espectáculo” a la que nos acostumbramos en estas últimas décadas, y como bien acotó el escritor Mario Vargas Llosa en su ensayo de 2012 así titulado, hace de las suyas con la indisciplina social, dándole combustible al Covid-19. Este a su vez sigue cobrando vidas, quebrando industrias y dejando sin empleo a millones de personas de la cadena productiva y sin educación de calidad a otros millones más. 

Y no es más que mirar lo sucedido en Estados Unidos, donde el mismo presidente de la nación más poderosa del mundo azuza a sus conciudadanos a violentar y destruir cuanto encuentren a su paso, en una vulgar toma del Capitolio, con el único objetivo de alimentar su ego y demostrar su poder. La alcaldesa de Bogotá sale a vacaciones con bombos y platillos, mostrando en redes sociales fotos con su pareja en el aeropuerto y demás, mientras otros hacen fiestas y celebran cumpleaños desafiando la crisis y sin considerar a los médicos que le ponen el pecho a la pandemia como verdaderos héroes.

La cultura del espectáculo adorna y propaga la autocomplacencia y la autosatisfacción, exactamente como un producto más del mundo mercantilista al que hemos llegado. Y es eso mismo, lo que ni siquiera el temor a la muerte ha logrado frenar. La irracionalidad y la irresponsabilidad se alían para seguir a través de las redes incentivando a los más débiles a asistir a fiestas masivas clandestinas o abiertas, a salir a protestar por todo, con o sin razón, a exponer sus vidas y las de muchos otros seres anónimos por un par de likes.

Todo porque vivimos en un mundo en el que el entretenimiento está en la cima de los valores actuales, donde pasar un buen rato, escapar del aburrimiento y ser aceptado por una comunidad virtual, conocida o no, es una pasión universal.

A eso, debemos agregar que los medios masivos han pasado a ser una pieza más de consumo y entretenimiento dedicado a la autopromoción y al amarillismo, comportamiento acentuado aún más por la crisis económica y de audiencias, cosa que ha afectado indudablemente al mundo periodístico, donde la información y las noticias de actualidad han desplazado a los análisis, a los reportajes y a la investigación, dejando todo a merced de la superficialidad que tanto daño hace a sus consumidores y por ende a la sociedad.

Mientras la pandemia no da tregua y los medios monotemáticos informan más de lo mismo, extraño la agenda de Cartagena en enero, con las notas magistrales del Festival Internacional de Música, el colorido de Farex, la Feria de Artesanías de Exportación, el banquete de las letras en el Hay Festival de Literatura, las exposiciones de arte en el MAM y la presencia de los amigos que llegaban de todas a partes a vivir Cartagena a plenitud, como nos gusta, libre del toque de queda, de tapabocas y del distanciamiento social, para lo cual todo indica que tendremos que seguir esperando.  

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