Patricia Escobar
Columnista / 27 de marzo de 2021

Los músicos también son Colombia

¿Cuántos músicos hay en Colombia? Ni idea. Y creo que ni ellos mismos lo saben. ¿Cuántas agrupaciones musicales, desde sinfónicas y filarmónicas hasta populares y tradicionales hay en el país? Tampoco lo sé, pero por lo que he visto en mi vida, son miles en todo el territorio.

Cuando me pregunto por los músicos y las agrupaciones estoy considerando los y las que tienen charreteras, los profesionales, los empíricos, los de oído, los de partituras, los de conservatorio o lo de calles, los de orquestas, conjuntos, bandas, duetos, tríos, solistas, los que llevan años tocando y cantando, y los que son nuevos en el panorama.

En Colombia el talento musical es extraordinario, muchas veces desconocido y generalmente poco valorado. Solemos sacar pecho cuando alguien de ese gremio numeroso y no contabilizado (se sabe cuántos desocupados hay, pero no cuántos artistas tenemos) logra un triunfo o sobresalir en el mundo, pero no sabemos, ni imaginamos cuánto le costó alcanzarlo.

En Colombia amamos la rumba, la fiesta, el baile, e ignoramos que ellas son posibles porque hombres y mujeres de todas las edades y condiciones sociales la hacen posible.

Los músicos en su gran mayoría son artistas, y como artistas son soñadores, y sus sueños se centran en su oficio y crean para su oficio, y poco saben de ganarse la vida lejos de las tarimas, los salones de eventos o los estudios de grabación.

En los últimos 13 meses los músicos han sido la población más olvidada del país. La pandemia apagó sus voces y tiró al cuarto de San Alejo sus instrumentos y uniformes, y no ha habido una sola voz gubernamental o de la sociedad que se haya preguntado o preocupado por su situación, que comparten con los ingenieros de sonido, los sonidistas, los dueños de equipos de amplificación.

La situación de miles de músicos en nuestro país es dramática, por decir lo menos. Y lo peor es que ellos no tienen cerca la luz al final del túnel, porque el covid parece, según “los expertos”, que no gusta de ellos. Se abren fábricas, comercios, restaurantes y hasta bares; se habilita el sector transporte y turístico con aglomeraciones; se anuncian apoyos a desempleados, a emigrantes, a empresarios gigantes, medianos y pequeños, y ni una sola sílaba respecto a los músicos.

Algunos músicos, los más organizados, no están hoy en “la inmunda” como me comentó uno de ellos, gracias a las dos sociedades de gestión colectiva que existen en el país: Acinpro, con unos 7 mil miembros entre intérpretes (cantantes y ejecutantes de instrumentos) y productores fonográficos, y Sayco, con unos 9 mil miembros entre compositores y editores. Ellos, los asociados han recibido, no una ayuda, sino lo que les corresponde por su trabajo y que hemos pagado los colombianos a través de varios tributos.

Pero en el país hay de lejos más de 16 mil músicos, y segundo, lo que reciben los organizados no es, en la gran mayoría de los casos, por no decir todos, ni la décima parte de lo que pueden recibir si estuvieran activos.

No sé cuánto puede ganarse un músico al mes en nuestro país. Eso depende de muchas variables y de las presentaciones que llegare a tener, pero antes de la pandemia ellos vivían prácticamente felices con lo que producían. Tan es así que voces del gremio han afirmado que ellos no están esperando limosnas, ni un mercadito cada seis meses, porque ellos no son, aunque a veces se sientan, ciudadanos de tercera.

El gremio de la música está pidiendo oportunidades de trabajo, claridad en las medidas contra el covid que no permite subirse 20 personas a una tarima, pero sí un bus o un avión llenos con más de 40 personas, o una fiesta clandestina con un hombre orquesta, o una reunión política con más de 50 personas con el tapabocas mal puesto.

Ojalá miremos pronto hacia el lado de quienes por siempre han alegrado nuestras vidas. Ellos también son Colombia.

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