Patricia Escobar
Columnista / 18 de junio de 2022

Por fin

La esperanza de todos, o de la gran mayoría de los colombianos, es que por fin, este domingo 19, termine la horrible noche a la que nos han sometido los candidatos presidenciales y sobre todo, sus “asesores” y acérrimos seguidores.

Nadie puede ignorar que esta ha sido la más sucia, maquiavélica, ofensiva, desleal y sucia de todas las campañas presidenciales de la famosa historia democrática de Colombia. Una campaña liderada por las redes sociales en donde cualquiera se ha expresado como le ha dado la gana, y por muchos de los llamados medios tradicionales que en vez de dar ejemplo de respeto y objetividad se bajaron al nivel de los peores seguidores.

El contexto de cualquier frase, la exposición de cualquiera idea, el encuentro de un personaje con otro en cualquier circunstancia se convirtió en los últimos meses, “en las propuestas” a favor o en contra de uno de los dos candidatos que aspiran a ganar mañana domingo la Presidencia de uno de los países más desiguales del mundo, de uno de los países más corruptos y con múltiples problemas en el mundo. Pero, es el país donde nacimos y vivimos.

Los electores en general, poco o nada sabemos con exactitud cuáles son las propuestas de cada candidato, y mucho menos cómo las harán realidad; los colombianos no imaginamos quiénes acompañarán al Presidente en sus próximos cuatro años, porque está claro que nadie solo podrá conducir este barco a punto de hundirse, y los colombianos tampoco sabemos si el poder judicial y el poder legislativo y hasta el poder ejecutivo sí se van a meter en el cuento del cambio que tanto han pregonado Gustavo Petro y Rodolfo Hernández.

Y a pesar de toda esa incertidumbre, los colombianos queremos que ya sean las 4 de la tarde del domingo y toda esta guerra sucia termine. Para que eso suceda, como lo digo cada vez que hay una elección, debemos ejercer nuestro derecho al voto. Hay tres opciones: Hernández, Petro y el voto en blanco, y hay que escoger. Y después, cuando se conozcan los resultados, aceptarlos y poner el país en manos de Dios. No va a ser fácil para ninguno de los dos candidatos que han sembrado demasiadas esperanzas y que de alguna manera ellos tienen rasgos “dictatoriales”.

Una vez comience el nuevo gobierno, cada colombiano desde su propio ser y espacio, puede aportarle al país cambiando esas “pequeñas costumbres o vicios que son corrupción”, puede aportarle al país comportándose como un ciudadano de bien que no se ampara en las redes sociales para destruir, sino que construye un mejor país para sus hijos y nietos, y para él mismo.

No hay que huir, hay que afrontar. No hay que quejarse, hay que aportar. No hay que sumergirse en la desesperanza, hay que estar vigilantes. Los colombianos, los de a pie, los del campo, los trabajadores, los del rebusque, los que no tenemos notoriedad, podemos dar ejemplo a quienes nos van a gobernar en los próximos cuatro años, o más allá de este periodo.

Este país es tan rico y tiene tanta gente valiosa que a pesar de que todos los días escuchamos de robos millonarios, de desfalcos escandalosos, de hechos de corrupción exóticos, aun así sobrevivimos y podemos disfrutar de bellos paisajes, de alguna estabilidad y de espacios para aportar.

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