Pablo Neruda fue uno de los poetas más grandes del siglo XX, celebrado por su capacidad de expresar el amor, la naturaleza y la lucha social con una belleza única.
Sin embargo, detrás del brillo de su obra, existe una sombra que me resulta profundamente dolorosa: su rechazo hacia su hija Malva Marina.
Malva nació con hidrocefalia, una enfermedad congénita, que consiste en una acumulación excesiva de
liquido cefalorraquídeo en el cerebro que le causó discapacidades físicas y mentales.
En lugar de acogerla con ternura o protegerla con el mismo amor que escribió tantos versos, Neruda sintió repudio y la describió con palabras crueles en sus memorias. Poco después del nacimiento, se desentendió de ella y de su madre, la artista holandesa María Antonieta Hegenaar, abandonándolas en medio de una situación vulnerable.
Me desilusiona Neruda porque su actitud contradice los valores de humanidad y sensibilidad que proclama en su poesía.
Es difícil reconciliar la imagen del poeta que clama contra la injusticia, que canta al amor universal, con la del hombre que no fue capaz de amar a su propia hija por ser diferente.
En una época donde muchas cosas eran distintas, es cierto, pero el amor hacia un hijo es un sentimiento que trasciende los. tiempos.
No se puede exigir perfección a ningún ser humano, ni siquiera a los genios.
Pero sí se puede sentir tristeza y desilusión cuando quienes admiramos; nos muestra su lado más oscuro e inhumano.La historia de Malva Marina no puede ser borrada por los laureles del Nobel ni por la grandeza de sus versos.
Nos obliga ver a Neruda como un hombre completo, con luces y sombras. Y a algunos, como a mi, nos deja una herida difícil de ignorar.