Patricia Escobar
Columnista / 20 de agosto de 2022

¿Por qué y para qué?

Hace ya un año que el Alcalde Jaime Pumarejo se dio “la pela” y nombró una Reina del Carnaval que rompía todos los parámetros tradicionales. Un comité independiente, pero con conocimiento de cada uno de los aspectos que se necesitan para comandar una fiesta tan grande, importante seleccionó a tres chicas, cuyos nombres fueron puestos a su consideración y él escogió a Valeria Charris Salcedo para comandar la fiesta de la vida, como se denominó la festividad apenas saliendo de la pandemia.

Y la jovencita marcó la historia. Dejó la vara muy alta. Adicional a sus calidades, cualidades y talentos, a su simpatía y magia, lideró con la palabra «Vale» una serie de iniciativas, programas y actividades que la han hecho única.

Hoy, a portas de conocerse el nombre de su sucesora me asaltan las preguntas del encabezado. Se conoce que 11 barranquilleras se han postulado para la misión. Algunas repitentes en su aspiración. Algunas con la edad límite para este trabajo de 24/7 y otras, apenas unas niñas. Algunas con algún recorrido de calle, de vía 40, de grupos folclóricos, y otras que apenas se han asomado al auténtico Carnaval.

Yo me pregunto, ¿por qué y ¿para qué una chica con una vida tranquila, o una familia, quieren ese puesto? Y ya sé de memoria la frase “siempre ha sido mi sueño” y eso no responde a mis inquietudes. Inquietudes que muchas veces están basadas en todo lo que acompaña la postulación. Los lobbys que hacen, las propuestas que lanzan, y hasta las descalificaciones de otras aspirantes. Se han visto hasta cuentas falsas, y falsas noticias alrededor de nombres. Por momentos me siento como en campaña política.

Y también por momentos me pregunto a mí misma: ¿sabrán ellas y sus familias lo que significa realmente ser Reina de Carnaval?, ¿sabrán ellas y sus familias lo que cuesta, y no sólo económicamente, ser Reina del Carnal de Barranquilla?

Ser Reina del Carnaval puede ser una dignidad, pero también es un trabajo, un compromiso, una responsabilidad. No es solo que a uno le guste el baile y que sepa bailar. Una reina tiene que conocer la esencia de nuestra fiesta, que es un Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, tiene que entender y conocer que no la hace una persona, una empresa, un grupo, sino toda una ciudad que vibra por ella. Tiene que entender que es mucho más que cuatro días intensos de rumba, y un mes de eventos y de preparación. Que hay muchos públicos objetivos, muchos compromisos, muchos sueños, muchas responsabilidades, muchas miradas.

Claro que, como lo popularizó Valeria, se “vale soñar” pero sigo con la preguntadera: ¿por qué? y ¿para qué?

He escuchado a aspirantes decir que “para ser famosa”, “para ir gratis a todos los eventos”, “para ser recordada y abrir puertas”. Y he escuchado también a otras, más preparadas para los «bombardeos periodísticos”, contestar: “para servirle a la cultura”, “para trabajar por los hacedores». Y a unas muy sinceras que dicen: “para gozarme la fiesta”. Las respuestas de los padres sí son más homogéneas: “para complacer a mi hija en sus sueños”.

Sin querer “bajarle la caña» a ninguna me gustaría decirles, al oído, que las motivaciones para comandar esta fiesta están muy lejos de las que deberían moverlas. Y que para ser Reina del Carnaval de Barranquilla se necesita madurez y claridad mental, sobre todo en estos tiempos donde las redes destruyen, donde las intrigas están a la orden del día y donde uno encuentra muchos más obstáculos que apoyo.

También, y en ese orden de ideas, se necesita de una familia comprometida, unida, igual de carnavalera, con tiempo para apoyarlas y con buen respaldo económico. Una familia que entienda y sepa lo que es el Carnaval, y no llegue pensando solo en la coronación y en la orquesta que quieren en ese evento.

Se necesita conocer el Carnaval por dentro. Saber de sus hacedores, su riqueza, su diversidad, lo que representa para la variedad de los públicos que lo hacen posible, el día a día de un grupo folclórico, disfraz, o agrupación musical. Se necesita haber desfilado en la Vía 40 bajo un sol inclemente habiendo esperado dos o tres horas el arranque de un desfile, haber pasado por unos palcos llenos de personas que hacen su propia rumba, o vacío porque los que madrugaron no aguantaron.

Para ser Reina del Carnaval se necesita haber trabajado o haber conocido lo que es trabajar sin sueldo y sin horarios, donde todos quieren disponer de tu tiempo, donde debes cuidarte para hablar, sentarte o bailar, donde se te exige que seas tú misma, pero se te exige también que no rompas con patrones y normas convencionales.

Ojalá que todas las aspirantes comiencen a descubrir sus auténticas motivaciones, que comiencen a aportarle al Carnaval desde las bases, y que, de no ser escogidas -solo puede ser una-, se dediquen a trabajar y gozarse desde el anonimato la Fiesta Cultural más importante de Colombia.

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