Sonia Gedeón
Columnista / 20 de febrero de 2021

Una década para actuar

El cambio climático y el calentamiento global derivado de la emisión de gases efecto invernadero, entre otros factores como el aumento de la temperatura, cada día afectan más nuestra cotidianidad. Ahora, el Covid nos expuso al confinamiento.

La parálisis no avisó. Tomó al mundo por sorpresa y mucho se ha especulado sobre el origen de este virus altamente contagioso y mortal. Sin embargo, cada día cobran más relevancia estudios como el publicado este último mes, en la revista Science of the Total Environment, donde evidencia los grandes cambios en el último siglo en la vegetación en la Provincia de Yunnan, en el sur de China, lo que creó un entorno adecuado para que otras 40 especies de murciélagos se anidaran allí, albergando alrededor de 100 tipos de coronavirus.

La cantidad de coronavirus identificados en un área está directamente relacionada con el número y variedad de especies de murciélagos que la habitan. Cuando el cambio climático alteró sus hábitats en esta provincia china, estos empezaron a migrar cargando a cuestas sus virus. Esto según el doctor Robert Beyer, investigador del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge, no solo evidenció cambios en la vegetación en las regiones donde están presentes los virus, sino que muy probablemente permitió interacciones entre los animales y los virus, haciendo que se transmitieran o evolucionarán virus más dañinos.

Si bien es cierto que la mayoría de los coronavirus transmitidos por los murciélagos no pueden afectar a los humanos, la población mundial de murciélagos porta alrededor de 3.000 variables de coronavirus y cada especie de murciélago alberga un promedio de 2,7 coronavirus, asintomáticos.

Los investigadores coinciden en que el eslabón perdido entre el murciélago y el contagio a los humanos está en los pangolines, un mamífero muy apetecido entre los asiáticos que se sugiere actuó como huésped e intermediario del Sars-CoV-2, al ser vendido para consumo humano en un mercado de vida silvestre en Wuhan, donde ocurrió el brote inicial.

Cuando digo que tenemos una década para actuar me refiero a que estamos llamados como sociedad, sin más demora, a reducir las emisiones globales para mitigar el cambio climático y proteger a la humanidad, entre otros factores, del contacto entre humanos y animales portadores de enfermedades infecciosas y brotes virales como el Covid-19.

Para los ambientalistas Christiana Figueres y Tom Rivett-Carnac, autores del libro El futuro que elegimos, esta década es decisiva en la vida del planeta y de nosotros los humanos, sus habitantes, si no actuamos ya, para lograr reducir las emisiones de los gases efecto invernadero a la mitad para 2030 y, como vamos, estamos lejos de lograrlo.

Si los gobiernos, las empresas y los ciudadanos no hacemos cada uno nuestra parte, el planeta se descompondrá de una manera dramática y devastadora que incluye migraciones masivas por falta de agua y alimentos, temperaturas extremas insoportables, desastres naturales y pandemias cada vez más agresivas e incontrolables.

 Lo que hoy vemos como un problema de algunos meses o fechas en el mes cuando el nivel del mar aumenta y se nos mete en las calles; cuando hay tormentas de nieve en ciudades como Houston y Atenas, fenómeno que viene acompañado de temperaturas gélidas y vientos huracanados como no ocurría hace 125 años en el caso de Texas y en varias décadas en Grecia; cuando hay ciclones en nuestras costas donde antes no había nada distinto a un aguacero tropical, y se reporta un sismo de 4,7 grados en el mar Caribe cerca de Cartagena, como ocurrió el pasado 14 de febrero, el planeta nos está hablando.

Necesitamos pasar de la palabra a la acción. Nosotros somos parte del problema y también de la solución. Cada uno de nosotros tiene mucho que aportar y debemos revisar la forma como usamos la energía, cómo nos movilizamos, cómo nos alimentamos, cómo desechamos nuestros residuos, entre otras prácticas cotidianas. Es necesario cambiar nuestros hábitos de consumo y empezar a exigir a las corporaciones, al empresariado y a los gobiernos a trabajar sin egos y de manera más solidaria por el bienestar del planeta, de lo contrario de nada habrá servido la conquista del espacio, los avances tecnológicos y la globalización si perdemos lo esencial, el oxigeno que nos da vida.

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