En la Nota / 17 de febrero de 2024

Viola Camacho, la pianista que nació y vivió para la música

Con piano, violines y cantantes de música clásica fue despedida Viola Camacho hasta su última morada. El grupo lo lideraron sus nietos, también pianistas.

Zoraida Noriega

Su nombre de pila, como el instrumento de cuerdas, lo decía todo. En el funeral de la reconocida artista barranquillera sus nietos lideraron en los teclados un grupo de violinistas que tocó temas clásicos para darle el último adiós a quien también fue su maestra y colega.

Viola Camacho, pianista, arreglista y docente musical.

Mientras buena parte de Barranquilla se disfrazaba, bailaba y gozaba en la Gran Parada del Cumbiódromo, la pianista y arreglista Viola Camacho prefirió ese domingo de Carnaval alejarse del bullicio para reunirse con su familia en uno de los jardines del boulevar frente a su apartamento y recibir la fresca brisa. Con su caracaterística vitalidad, nada presagiaba que ese sería su último día.

Un infarto fulminante se llevó a quien fue una gran maestra. Una de las pocas mujeres en Colombia que ejecutaba el jazz en el piano con tal destreza y precisión, que parecía que sus dedos volaran en el teclado. Ese género musical, que estudió en Estados Unidos, la apasionaba. Tanto, que en la década de los 80 conformó el sexteto ‘Feel latin-jazz’ integrado por profesionales colombianos.

Un día antes de su sorpresivo fallecimiento disfrutó así con su familia.

La hija del inolvidable compositor Ángel María Camacho y Cano, que estudió en el  Conservatorio de Música de Barranquilla (hoy Bellas Artes) bajo la batuta de Pedro Biava y Martha Emiliani, era tan versátil que la música clásica, entre otros géneros, lo mismo que la docencia, tuvieron espacio en su vida. Dictó clases de música en la Universidad del Norte por un tiempo y últimamente ejercía en la Universidad Reformada.

Por su academia, que creó y funcionó por varias décadas, enseñó piano a muchos jóvenes que hoy se destacan en el ámbito musical.

Viola no solo se interesó por la modalidad instrumental en distintos géneros musicales, a su inquietud se debió en 1991 la organización del Grupo Scala, un excelente conjunto de voces femeninas integrado por jóvenes profesionales en áreas diferentes a lo musical. Se presentó en diversos escenarios locales y en la televisión nacional.

Con su grupo de violinistas, en los últimos años, fue una de las artistas más solicitadas  para amenizar bodas, grados y otros eventos de carácter social.

Asesoró a muchos cantantes y agrupaciones, fue jurado en varios festivales de orquestas, en concursos de talentos, y como arreglista recibió siempre elogios de sus colegas.

Viola creó el grupo femenino vocal Scala que dirigió con éxito.

Podría decirse que Viola dormía sobre un pentagrama. Nació y vivió para la música. Su nombre de pila, tal como se llama el instrumento de cuerdas, lo decía todo. Tras su sepración, fue una mujer cabeza de hogar que gracias a su talento pudo brindarles educación a sus hijos Eduardo, Mónica y Julie.

En uno de nuestros tantos encuentros, una vez me contó que su papá, como buen músico, quiso que sus hijas llevaran nombres de instrumentos. A la  mayor la bautizó con el nombre de Lira, luego nació Viola, y si el último hubiera sido varón le hubiera puesto ‘Flautín’, pero como nació mujer se llama Rosita.

El trío de hermanas heredó la vena musical y en varias ocasiones se presentaron en concierto ante un auditorio. También las nuevas generaciones de la familia Camacho. Los pianistas Julián y Néstor, quienes recibieron de Viola, su abuela, los primeros aprendizajes musicales, son hoy aclamados concertistas.

La despedida  fue con música clásica interpretada por los nietos en el piano y violines. Cantó su hermana Rosita, y Rocío De la Rosa, quien hacía parte del grupo musical de Viola. Fue  un adiós muy conmovedor, en el que además de sus hijos, hermanas y demás familiares, la acompañaron hasta su última morada muchos de sus pupilos y colegas.

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