Wilson García
Columnista / 29 de agosto de 2020

Vivir de la actuación en Colombia

Se dice que actuar en Colombia es de santos y mártires: para nuestros artistas el camino ha sido duro, las actrices han sido estigmatizadas y los actores subestimados. El arte de la interpretación en nuestro país es un camino que se recorre con muchas llagas y pocas consagraciones. Tal vez fue por esto por lo que se adoptó la celebración del 25 y 26 de agosto dedicado a San Ginés (Genesio) de Roma, como un día para enaltecer los valores de la actuación y reconocer su aporte a la construcción de una mejor sociedad.

Porque el arte de la representación no es sólo un culto al ego y el regocijo del individuo, es la expresión de un ejercicio investigado a profundidad en el cual el o la intérprete utiliza el intangible de las emociones humanas para saber contar y transmitir los profundos sentires de los personajes que vemos en las historias representadas, bien sean en el teatro, el cine, la televisión o nuevos medios audiovisuales.

Cuando la actuación es convincente, esta invita a los espectadores a reflexionar sobre los conflictos humanos, porque vistos desde la barrera son más fáciles de comprender y los artistas tienen la responsabilidad de encontrar el modo interpretativo preciso y saber expresar lo que el personaje siente. Son los actores y actrices quienes nos acercan desde su interpretación veraz a los sentimientos humanos de esos personajes de ficción y cuando lo hacen bien conectan de tal manera con su público, que logran entrar en la vida cotidiana de ellos a tal punto que, para el imaginario del espectador, desaparece el intérprete y solo queda el personaje.

Cuando le dije a mi madre que me iba de casa para dedicarme al teatro, ella me dio su bendición y dijo: “Ve a ser feliz si consideras que eso está bien para ti y cuando vuelvas a esta casa yo siempre tendré un plato de comida para compartir contigo”. Esas palabras forjaron en mi una meta a cumplir, me empujaron a continuar para alcanzar el objetivo de actuar, hacer teatro y trabajar por y para la actuación. Partí buscando escenarios, historias, maestros, compañeros de actuación… hubo muchas brechas de hambre y frío, de fracasos divertidos, y de logros inspiradores. Varios años después de recorrer el camino llagoso, he tenido la oportunidad de trabajar en y fuera de Colombia con actores y actrices de rigurosa disciplina y admirable talento y solo la experiencia de construir, dialogar, debatir, ensayar e interpretar, ya es un acto que vale la pena vivir, es una vivencia privilegiada de formación y transformación del ser humano, tan admirable, que pocas son las palabras para explicar a los lectores de esta columna cual es la razón por la cual elegimos vivir de la actuación.

Durante muchos años Colombia no ha considerado la actuación como una profesión que pueda integrarse a la sociedad bajo las normas de protección laboral. Sólo hasta hace poco el esfuerzo gremial y el objetivo común del sector artístico por mejorar la calidad de vida de los actores y actrices, ha logrado sacar adelante la emisión de dos leyes (Ley 1403 de 2010 – Ley 1975 de 2019) que buscan garantizar mejoras profesionales, de regulación, de educación, de derechos y pensionales.

Han sido muchos los actores que han finalizado sus días en el más alto grado de olvido y desamparo, entregándose con fe a la protección de San Ginés. No sé que lejos estemos de que esto no vuelva a suceder, pero hoy en medio de la conmemoración por el día internacional de la interpretación -de actores y actrices- los invito a que sobrepasemos los estigmas del pasado y elevemos nuestros conceptos sobre el mundo de la actuación, a que consideremos a los actores y actrices parte de nuestras vidas diarias, ellos y ellas son vitales para equilibrar las emociones personales y acompañarnos en la soledad con sus historias.

Gines de Roma era sensible y su personalidad estaba bañada de varias virtudes humanas, entre ellas el arte natural de la interpretación, él actuaba regularmente ante el emperador Diocleciano y cuando parodió el cuadro sacramental del bautismo, él dijo que encontró a Dios en su acto, así que se autobautizó, lo que fue considerado ofensivo por algunos políticos calificando de blasfemia su ceremonia, por lo que lo condenaron a torturas y a la decapitación. Fue esto lo que convirtió a San Gines de Roma en el santo teatral. Los artistas confiamos en él para el ejercicio de nuestra profesión, para que la nuestra no sea una actividad que viva en el filo y riesgo de ser martirizada por el simple hecho de encontrar verdades en la ficción de la interpretación.

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