Cuando el reloj esté a punto de marcar las 12 el 31 de diciembre, la alegría invadirá a muchos hogares con la esperanza de que el año que llega será mucho mejor que el que se va.
Es el clamor general. La mayoría de la gente no ve el momento que diciembre termine con la esperanza de que el año nuevo sea mucho mejor.
“Yo no olvido el año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas…”, dice la popular canción en ritmo de porro del bolivarense Cresencio Salcedo. El 2020 claro que no se podrá olvidar, pero no precisamente porque nos haya dejado cosas tan buenas.
Fue el año en que el mundo cambió, quedó patas pa´arriba por culpa de un enemigo silencioso e invisible llamado coronavirus que apareció de la noche a la mañana y aún sigue revoloteando en todo el planeta.
Muchos creyeron al comienzo que era un cuento chino, porque dicen que el Covid-19 llegó de ese país asiático, pero no. La pandemia fue y sigue siendo una realidad. Hasta la fecha han muerto 1,51 millones de personas a nivel mundial, según las últimas estadísticas. Y sigue haciendo estragos, porque aún no se detiene.
Como todo año bisiesto, el 2020 para muchos no fue la excepción en cuanto a creencias, presagios o augurios negativos, aunque a algunos le trajo buena suerte.
Basta con mirar nuestro entorno para observar los daños sociales y económicos que ha dejado esta “peste”, como la llaman popularmente.
Nos obligó a encerrarnos a todos durante casi un año. Han sido tiempos de angustia, llenos de sin sabores, zozobra y enfrentándonos al miedo cada día.
El coronavirus hizo que nos taparan la boca, que muchos perdieran sus empleos por el cierre de empresas, las escuelas y demás instituciones educativas le pusieron el cerrojo a sus puertas lo mismo que muchos negocios, iglesias, peluquerías, centros de diversión y restaurantes que, tras la gradual reactivación del comercio vienen ahora trabajando a media máquina. Como le ha pasado a Diana Rolando, una diseñadora de Soledad, Atlántico, que ante este desafío, y creyendo que la pandemia pasaría rápido, inicialmente confeccionó tapabocas y ropa de protección, pero después tuvo que desbaratar su boutique para dedicarse a montar sets para producciones fotográficas para quinceañeras que lucieran prendas que tiene en su taller. “Tenía que inventarme algo para sobrevivir, pero sobre todo no desamparar a 5 de mis empleados, porque los otros 30 tuve que despedirlos”.
Las plataformas de comercio electrónico y los domicilios fueron tal vez los más beneficiados contribuyendo a darle un poco de impulso a los restaurantes y las llamadas cocinas ocultas. Los domicilios nunca habían tenido tanta demanda como desde que comenzó la cuarentena.
Con la emergencia sanitaria también se acabaron los besos, los abrazos, las fiestas, reuniones sociales y los músicos y actores se quedaron mirando para el techo por falta de oferta. Algunos encontraron la forma de “pelear” su crisis económica haciendo conciertos virtuales, elevando un canto de esperanza.
En diciembres anteriores, agrupaciones muy posicionadas en el mercado tenían una agenda hasta con más de 50 bailes y se alistaban para el Carnaval. Por primera vez este mes será sombrío para los protagonistas de la música popular. Ya no habrá fiestas y encuentros navideños de empleados públicos y privados.
Como dijo el dominicano Johnny Ventura: “ha sido un año duro, difícil, extraño y muy oscuro, más debemos celebrar su partida porque diciembre es el mes de Jesús y es él, la luz que alumbra el nuevo año”.
Los viajes en avión no fueron la excepción. Cuando se anunció el cierre de los aeropuertos, mucha gente quedó con tiquetes comprados y las maletas listas. En la nueva fase de aislamiento selectivo en Colombia y de acuerdo con lo dispuesto con motivo de la apertura, se exigieron una serie de medidas para los viajeros a fin de prevenir contagios.
Los bachilleres y universitarios que terminaron sus estudios han tenido que recibir sus respectivos diplomas por ventanilla. Hoy las grandes fiestas que se venían realizando para celebrar el fin de esa etapa estudiantil quedaron en el pasado.
El encerramiento hizo que la violencia doméstica se disparara, desunió a parejas por la convivencia, aunque muchas familias estrecharon sus lazos por tener la oportunidad de compartir más.
La velocidad de las redes sociales nos transformó para comunicarnos. Todo ahora es virtual. Ver a través de la pantalla a los amigos, hacer compras a distancia, convertir nuestras casas en oficinas para seguir cumpliendo obligaciones con el trabajo, también pagar un boleto para disfrutar conciertos por internet y ver “en cuadritos” los desfiles de moda. Las conferencias, foros y talleres que permitían interactuar presencialmente con los asistentes, quedaron a un lado.
Aunque creemos que la pandemia nos dejó enseñanzas y ojalá a todos nos quede una lección aprendida cuando lleguemos a la normalidad, el clamor general es que ¡ojalá que el 2020 se largue rápido!!!