La cantautora vallenata Rita Fernández, la cantante folclorista Leonor González Mina y la orquesta femenina de Barranquilla Las Estrellas del Son.
Después de un siglo de haber derrotado el veto de mostrar su talento musical, que era un “pecado” si se hacía fuera de las iglesias, las orquestas y agrupaciones femeninas siguen luchando por un espacio. Las solistas han escalado algunos escaños, las instrumentistas siguen en la brega. En el Mes del Artista Colombiano aquí les contamos.
En el denominado Mes del Artista Colombiano, donde se supone que durante los 35 días de octubre debería sonar y tronar nuestra música que, entre otras cosas, está rica de sonidos, matices y voces, no está demás, resaltar las luchas que las mujeres han tenido que afrontar para surgir o mantenerse.
En el panorama mundial hoy solo son reconocidas dos de las muchísimas voces femeninas que nos alegran la vida: la barranquillera Shakira, quien 20 años, por lo menos, se ha mantenido en los primeros lugares de las listas más importantes de la industria con ventas millonarias y presentaciones exitosas, y la antioqueña Karol G. quien a sus 31 años de edad y 15 años de historia musical ha conquistado en los últimos 5 años grandes escenarios en un género que hasta hace poco estaba vetado para las mujeres: el reguetón.
Sin embargo, nadie puede ignorar que nuestra música tropical o folclórica ha tenido voces inigualables y cantautoras que no han sido lo suficientemente reconocidas: Totó La Momposina, Petrona Martínez, Leonor González Mina, Esther Forero y Matilde Díaz, solo para mencionar cuatro de las más destacadas de nuestra música, que le abrieron camino a Maía, a quien todos consideran la mejor voz de todos los tiempos de Colombia, Carolina La O, Adriana Lucía, Martina La Peligrosa, María Mulata, entre otras.
A todas ellas les ha tocado luchar contra el machismo, la discriminación, el sometimiento, el maltrato, los prejuicios.
EN TODOS LOS CAMPOS
Pero no solo en este género muy nuestro han existido y existen voces únicas. En el rock, Andrea Echeverry, de Los Aterciopelados ha defendido a capa y espada su género, su talento, su espacio; Carmiña Gallo, soprano quien se destacó en el mundo de la ópera y la zarzuela, Claudia de Colombia la más grande baladista de los años 70, y Vicky, la famosa de “la nueva ola” del Club del Clan, le abrieron el camino a un gran número de mujeres dueñas de hermosas voces, gran talento, buena presencia y mucha energía, pero que en nuestro país no alcanzan o a sonar en la radio, o a ser valoradas.
Y en el vallenato, donde en estos últimos años el género ha comenzado a tomar protagonismo después de la pérdida temprana de Patricia Teherán y la no valoración de Rita Fernández, Lucy Vidal o de acordeoneras como Maribel Cortina, tampoco ha sido ajeno a esta mirada indiferente ante las artistas de Colombia.
Sin embargo, si para las solistas la lucha por surgir y mantenerse ha sido dura, para las instrumentistas o las bandas u orquestas femeninas ha sido peor.
En Colombia hay muy buenas figuras. Artistas como Gilberto Santa Rosa tiene una agrupación femenina en Colombia para sus presentaciones especiales. Pero si uno pregunta por ahí, pocos pueden referenciar una sola orquesta femenina, y peor aún, no hay casi carteleras festivas que contemplen agrupaciones, salvo poblaciones muy pequeñas en el centro del país.
ORQUESTAS FEMENINAS
En la actualidad, Cali es la única ciudad del país en donde existen diez reconocidas orquestas o agrupaciones musicales de este formato, pero sólo unas cuatro son relativamente visibles: Canela, Yerbabuena, D Caché y Son de Azúcar.
En Bogotá están: Divas y Caramelo Orquesta. Hace unos años, Alberto Barros hizo una producción salsera con músicos y cantantes mujeres: Colombianas Salsa All Star. Pero el trabajo quedó ahí, de colección.
En el Caribe colombiano se han hecho pocos intentos, la mayoría de ellos, teniendo la música folclórica como patrón. Sin embargo, en los últimos años, ha surgido una agrupación que en principio tenía como líder a Belkis Concepción, una de las primeras en arriesgarse en tener una orquesta femenina de merengue en República Dominicana. Hoy se llama Las Estrellas del Son que se caracteriza por el talento y la belleza de sus integrantes y por la versatilidad de su repertorio.
Las Estrellas del Son han pisado escenarios internacionales, han representado al departamento en eventos tan importantes como el Festival de Música Colombiana en Ibagué, Tolima; y ya han ganado un Congo de Oro y un Joselito Carnaval. Su sueño, como el de todas las mujeres que se han atrevido a hacer música es que se les valoren por su talento y no sean discriminadas por su género.
VIENEN DE CUBA
Hay que recordar que hasta principios del siglo XIX a las mujeres solo se les permitía cantar en iglesias, y que profesionalizarse en música ejecutando un instrumento era casi que un delito.
En el Caribe parece ser que Cuba fue la “madre” de estas nuevas oportunidades para las mujeres con talento. Primero con la aparición de solitas que luego fueron la voz de agrupaciones conformadas por hombres hasta la aparición de ‘Anaconda’ en 1933 de las hermanas Algimira: Xiomara, Concepción, Caridad, Ada, Olga, Alicia y Ondina Castro; Guillermina Foyo y su Orquesta Femenina Ensueño, que interpretaba jazz; Juanita Álvarez y su orquesta Femenina Las Hermanas Álvarez; Carmen Franco y La Orquesta de Señoritas Renovación; el Cuarteto de Aída Diestro, Obdulia Menocal y su Orquesta Femenina Hatahuey, y Nereida con su agrupación femenina Ensueño Tropical, son las que aparecen en los pocos documentos sobre el tema.
México, Venezuela y Colombia siguieron los pasos y en estos países han nacido y florecido varias agrupaciones, pero sonar, convertirse en ídolos y perdurar a sido una difícil tarea.
DISTINTOS FRENTES
La lucha de las féminas musicales pasa por muchas razones o circunstancias: comenzaron siglos después que los hombres en este arte; nacieron en un mundo machista y han tenido que desvirtuar prejuicios que comienzan por la creencia de que las mujeres no tenían las capacidades físicas para tocar un instrumento distinto al piano o la guitarra. Tampoco han encontrado apoyo en sus colegas de profesión porque adicional de su machismo clásico las ven como competencia.
Adicional, ellas y ellos tienen que luchar por un espacio en los medios de comunicación. No hay difusión de sus trabajos. Y allí comienza un circuito bien complicado: si no las escuchan, no las conocen; si no las conoce, no las siguen; si no las siguen no las contratan, si no ¿cómo pueden vivir exclusivamente de la música?