La rotativa, esa potente máquina que se mueve a toda velocidad y llega a imprimir miles de ejemplares, tiende a desaparecer en algunos medios impresos por los altos costos del papel y la acelerada llegada de la era digital.
El mundo cambia, pero a medida que nos hacemos viejos esos cambios son más difíciles de aceptar, y a uno le cuesta mucho entrar en la onda. Uno de esos cambios que ha despertado una mayor resistencia ha sido el de la prensa o periodismo escrito que comenzó haciéndose a mano alzada sobre finos y costosos papeles, y ya es digital y está al alcance de todos sólo con un click.
Esos cambios han ocurrido “en los últimos tiempos” de forma acelerada. A mi particularmente me tocó empezar con una máquina de escribir en el antiguo Heraldo, cerca a la plaza de San Nicolás. Y hoy transito por este medio gracias a un portátil y una red de internet.
Comencé trabajando frente a un armatoste con un teclado que eran unas “bolitas” con las letras, llamadas tipo que tenían el correspondiente carácter en relieve, las cuales al golpearse imprimían una cinta de tela generalmente de dos colores: negro y rojo, extendida frente a un cilindro que sujetaba el papel y se movía adelante y atrás. El papel se enrollaba en este cilindro, que rotaba al accionar una palanca ubicada en su extremo izquierdo cuando se alcanzaba el final de la línea.
Todo el que iba a un colegio sabía manejarlas puesto que una de las materias que se enseñaban era la mecanografía, término que estoy segura, los menores de 40 años nunca han escuchado.
De esas “antiguas máquinas”, las Remington eran las más populares. Con ellas, los periodistas de mi generación hacíamos los escritos que el editor de la época rompía por malos o tachaba, con tanta fuerza que muchas veces rompía la hoja. Las cuartillas aprobadas iban a un proceso especial de imprenta y después a la famosa rotativa.
Esas máquinas fueron remplazadas por otras, los primeros computadores que llegaron a la redacción, manteniendo sólo el teclado, hasta llegar hoy a los dispositivos móviles que deben cambiarse cada año para estar actualizados.
LA RUIDOSA ROTATIVA
Sin embargo, ese es solo el principio de un proceso que da como resultado final un periódico que, entre otras cosas, pasa por lo que se conoce como rotativa, una inmensa máquina, tipo impresora con rollos de papel continúo, cuyas formas, velocidades y capacidades han evolucionado, a pesar de que pronto, seguramente, van a desaparecer.
Todas esas cosas son ya historia patria, o tienden a serlo. Unas más que otras, porque lo digital llegó para quedarse, y parece que por largo tiempo. Mientras se evoluciona a otra forma más rápida de comunicarnos entre humanos.
El tránsito de lo manual y lo mecánico, a lo digital no comenzó ayer. Uno de los primeros periódicos impresos del mundo, como los conocemos hoy, fue el POIT, fundado en 1645 por la reina Cristina de Suecia. Y ese también fue uno de los primeros en transitar a la virtualidad. El 29 de diciembre de 2006 dejó de salir en papel. La costumbre del olor típico de un periódico, la textura del mismo y el placer de tenerlo en las manos y dejar pasear la vista por sus hojas, debió generar un gran vacío entre los lectores a los que acompañó durante más de tres siglos.
Así que la historia de cierres de periódicos ni es nueva, ni ha sido fácil. Pero cada día son más los impresos que dejan de circular a pesar de que las ganancias virtuales no se compensen con las del papel. Esta semana, The New York Times, con 168 años de vida, anunció, con bombos y platillos que solo entre abril y junio de este año, después de 8 de transitar por la virtualidad, los ingresos de la web habían superado a los del físico. El periódico neoyorquino facturó 185,5 millones de dólares gracias a suscripciones digitales y publicidad en su web.
LA PAUTA PUBLICITARIA
Los costos de hacer impresos hoy son muchísimos más altos que los de los productos digitales. Sin embargo, estos productos al alcance de todos tienen dos problemas: primero su pauta ha sido insuficiente, y segundo, la calidad de los contenidos, en muchas ocasiones, deja mucho que desear.
En Colombia, el cierre de El Mundo en Medellín fue noticia que impactó a pesar de las circunstancias que tienen el foco encendido hacia otros acontecimientos. Su directora dijo que nada podrá reemplazar la rigurosidad de un consejo de redacción donde cada hecho se analiza cuidadosamente antes de buscarse y publicarse, haciendo una referencia más que directa a “la competencia irreal” de las redes sociales.
Pero hace muy poco leí algo que es consuelo para quienes extrañamos los impresos: “En un mundo de interminables cadenas de correos electrónicos, conversaciones grupales, mensajes emergentes o documentos e imágenes con miles de modificaciones, el jardín amurallado de lo analógico nos ahorra tiempo e inspira la creatividad. A los diseñadores web en Google se les ha pedido que utilicen papel y pluma como un primer paso cuando proponen ideas para nuevos proyectos durante los últimos años, porque eso da como resultado mejores ideas que las que comienzan en una pantalla.”
El equilibrio entre impreso o digital pasa entonces por la calidad que, obviamente, va de la mano de un periodismo serio, respetuoso, comprometido, lo que cambia es el medio para ejercer una profesión.