El maestro Marcel Lombana y una de sus obras.
Es pintor, escultor, escenógrafo y catedrático, todo un artista integral. Hizo parte del célebre Grupo de los 15 de la Escuela de Bellas Artes de Cartagena; es el autor de monumentos, murales y bustos; su obra pictórica hoy está en manos de coleccionistas y, aunque no ha dejado el pincel, actualmente se dedica a la docencia.
Marcel Lombana Piñeres dice que nació en Santa Marta por accidente, pero se considera cartagenero porque fue en la capital bolivarense la que le permitió conocer el mundo.
Hizo parte del Grupo de los 15 de la Escuela de Bellas Artes de Cartagena, un proyecto cultural que en las décadas de los 60 y 70 traspasó fronteras y contribuyó al desarrollo de las artes plásticas en Colombia.
En esa escuela también se formaron, entre otros, artistas de la talla de Darío Morales (inolvidable maestro del arte figurativo), Alfredo Guerrero ( otro de los creadores representativos de nuestro tiempo), y Heriberto Cogollo, considerado como uno de los artistas latinoamericanos contemporáneos más importantes. Fue en la época que esa institución la dirigía el pintor y profesor francés Pierre Daguet.
Marcel es hermano de los pintores y escultores Héctor y Tito Lombana. Fue con el primero, mayor que él 10 años, con quien se inició como escultor de las piezas que se usaban en la decoración de las fiestas novembrinas de Cartagena, como carrozas y escenarios; también incursionó en el campo de la escenografía para televisión y cine.
“Desde muy niño yo tenía mucha habilidad en ese arte. Viendo esto, Héctor me encomendó hacer muchas de esas esculturas. Cuando entré a la Escuela, como estudiante, ya yo tenía algo de experiencia en cuanto a moldeados. En ese tiempo a Héctor lo nombraron profesor de dicha escuela. Como me tocó venir varias veces a Barranquilla para trabajar para la coreógrafa Sonia Osorio en sus montajes por lo cual tuve que interrumpir mis estudios. Me fui después a Medellín por eso cuando reaparezco en Barranquilla ya era profesional, con experiencia y dedicado a la docencia nivel de colegios. En Bogotá complementé mis estudios de pedagogía, filosofía, humanidades y demás disciplinas académicas relacionadas con las artes, a través de cursos especiales en la Universidad Nacional. Todo esto me llevó a la docencia a un nivel superior, y a eso me dediqué prácticamente, sin dejar nunca la pintura y la escultura”.
ADMIRACIÓN POR EL FIGURATIVISMO
Refiriéndose a su edad, Marcel Lombana dice con sorna que es “modelo 36”, es decir hoy tiene 86 años. “Y sigo firme y joven, porque en mis cátedras sobre la historia, uno tiene que estar al día para poder tener la verdadera razón del presente. Este, para mí es un presente muy importante porque ha cambiado, después de la II Guerra Mundial para acá, hay una historia muy hermosa de decir que si no hubiera sido por la rebeldía de la humanidad no progresa. La rebeldía juvenil, con causa, por supuesto”
Su referente en el arte, confiesa que es el de una escuela basada en el realismo mágico, y aclara: “no del hiperrealismo”.
“El estilo de pintar es muy diferente a copiar la obra de un artista. Yo sigo siendo admirador del figurativismo, además, porque el maestro Pierre Daguet a todos nos marcó con ese movimiento artístico que representa la realidad o la naturaleza a través de imágenes. Fue el profesor Pedro Ángel González Vergara, quien me transmitió el arte figurativo”.
Sobre si el figurativismo hoy en día tiene acogida, comenta: “lo que pasa es que hay que dictar mucha cátedra sobre el particular. Una de las temáticas se llama apreciación, porque la obra hay que saberla apreciar, y la otra es contemplación”.
“Las verdaderas obras monumentales tienen que ser contemplativas, tienen que tener espacio y tamaño, por eso se llama monumento”.
Hablando de la paleta del color, comenta que la suya tiene que ver mucho con lo atmosférico, la naturaleza, lo etéreo y el trópico; pero como gran dibujante es también retratista. “Un retrato no necesariamente tiene que ser como el de una cédula o pasaporte, debe ser una obra compuesta, basada en algo que introduce a la persona en uno de sus grandes ideales”.
SUS OBRAS MONUMENTALES
Marcel creó y ejecutó el monumento al Almirante José Prudencio Padilla ubicado en Barranquilla; ciudad donde también hizo el Cristo de la Acogida en la Iglesia de la Santa Cruz (Ciudadela 20 de Julio) de 5 metros una obra hecha en mármol blanco y marmolina. Otro de su creación es el de la Leyenda del Hombre Caimán, en el municipio de Plato (Magdalena), en homenaje a esa fábula, elaborado en hormigón de concreto y marmolina.
Además de esos grandes monumentos también ha hecho bustos y murales en muchos centros educativos de la capital del Atlántico. Como el del auditorio del Colegio Lourdes y el salón de música del Colegio Eucarístico, en Barranquilla; y el del Museo Colonial de La Presentación en Cartagena, entre otros.
En su vida, como artista plástico se ha integrado a la escenografía, escultura, pero más que todo a la pintura y la docencia.
En su trayectoria, durante la cual ha recibido múltiples reconocimientos, ha sido profesor de acuarela en la prestigiosa Escuela Hernando Lemaitre Roman. La obra inspiradora de este insigne pintor cartagenero fue sin duda alimentando a las nuevas generaciones de acuarelistas de La Heroica y el país.
Como docente ha impartido sus conocimientos en colegios como el Lourdes, Eucarístico, El Prado, La Enseñanza, Sofía Camargo de Lleras, entre muchos otros. Igualmente en otras instituciones como la Universidad del Norte, donde aún dicta clases de humanidades y filosofía enfocados al arte contemporáneo; en la Autónoma del Caribe sobre de figura humana y diseño textil.
“Este semestre decidí hacer una pausa como profesor a nivel universitario para dedicarme a otros proyectos”.
Ha hecho exposiciones individuales y colectivas en varias ciudades de Colombia entre ellas Medellín, donde vivió y también trabajó en publicidad para grandes agencias y cadenas. Su obra ha recorrido muchas partes de Europa que están en manos de coleccionistas.
Si le hubiera tocado escoger entre la pintura y la escultura confiesa: “a las dos, ambas son importantes. Pero la primera es algo que realmente, en su mejor momento, se cotizaba uno y siempre estaba en movimiento; en cambio la escultura no es un trabajo de día a día”.
Sobre la pregunta qué pasó con la Academia de Artes Plásticas, recordó que la fundó junto con el acuarelista y arquitecto Manuel De los Ríos “en una buena época, cuando existían importantes galerías en Barranquilla. Yo dictaba clases de dibujo. Luego de un año me retiré y abrí mi propia escuela, en un taller pequeño; después me mudé a otro sector, y la convertí en academia con mi nombre. Cuando empezaron los talleres y carreras intermedias de arte en las universidades, mucha gente se retiró, y tuve que cerrarla”.
“Últimamente pinto por encargo, porque ya para exposiciones no estoy trabajando. Es que las galerías de arte en Barranquilla, las que fueron las más reconocidas, prácticamente desaparecieron. Eran galerías formales, que tenían un curador e importantes contactos nacionales e internacionales que ubicaban a los artistas exponentes”.
LOS ZAPATOS VIEJOS Y LA INDIA CATALINA
Aunque Marcel prefirió no profundizar en la historia del monumento en honor del poeta cartagenero Luis Carlos ‘El Tuerto’ López, que representa unos zapatos viejos inspirados en uno de sus poemas, la creación y ejecución de la obra es de Tito. Pero supimos de una buena fuente que fue Héctor, el otro hermano, quien se apropió de la autoría.
La versión que nos cuentan es que Tito, tras haberse ganado una premio con una escultura hecha en madera en Madrid, España, a su regreso a Cartagena le encargaron hacer una estatua o monumento al ‘Tuerto’ López para uno de los homenajes que le organizaban al poeta.
Tito no estaba de acuerdo de endiosar a los personajes al estilo griego, con una estatua. Entonces, basado en el poema de López ‘A mi ciudad nativa’, en el que menciona que uno quiere a su ciudad con el mismo cariño que le tiene a los zapatos viejos.
Tito hizo el monumento en cemento o concreto en una rotonda, donde se puso la obra, convirtiéndose entonces en el emblema de Cartagena durante 37 años.
Esa versión dice que Héctor la mandó a demoler, y el alcalde en esos momentos lo catalogó como un crimen cultural. Con motivo de la construcción de una avenida de la ciudad se decidió trasladar la obra. Fue cuando entonces contrataron a Héctor para el debido traslado, como si fuera autor de la obra, haciendo una réplica en bronce que es la que actualmente se conoce.
Algo similar ocurrió con el monumento de la India Catalina, que según la leyenda fue una mujer guerrera nacida en el corregimiento de Galerazamba.
El diseño original de la India es del escultor español Eladio Gil, a quien Víctor Nieto, siendo director del Festival de Cine, le encomendó hacerle un boceto para un trofeo, emulando a los Premios Oscar.