A partir de este 7 de mayo los ojos de todos se posan en la Capilla Sixtina, donde 134 cardenales habilitados se desconectarán del mundo, y bajo estrictas reglas, para elegir al nuevo líder de la Iglesia Católica.
Tras el fin del pontificado de Francisco, la Iglesia Católica se sumerge en uno de sus procesos más solemnes y cargados de simbolismo: el Cónclave. Esta palabra, que proviene del latín cum clave («con llave»), alude al encierro al que se someten los cardenales para elegir al nuevo Papa. Aunque muchas veces se lo rodea de misterio, este proceso sigue reglas estrictas y guarda una serie de curiosidades históricas que vale la pena conocer.
El encargado de elegir al nuevo Sumo Pontífice es el Colegio de Cardenales, compuesto por todos los cardenales de la Iglesia Católica. Sin embargo, solo aquellos menores de 80 años al momento de comenzar el Cónclave tienen derecho a voto. Actualmente, hay 134 electores habilitados.
El proceso se realiza en la Capilla Sixtina, en pleno corazón del Vaticano. Durante el Cónclave, los cardenales residen en la Casa Santa Marta, completamente aislados del mundo exterior. No tienen acceso a teléfonos, internet ni contacto con personas ajenas al evento, lo que busca garantizar la total confidencialidad y espiritualidad del momento.
Para votar, cada cardenal escribe en secreto el nombre de su candidato en una papeleta y la deposita en una urna. Se pueden realizar hasta cuatro votaciones por día, y para que un candidato sea elegido, debe alcanzar una mayoría de dos tercios. Si no se logra un consenso tras varias rondas, se pueden suspender temporalmente las votaciones para permitir el diálogo entre los electores.
LA ‘FUMATA’ BLANCA
Después de cada ronda, las papeletas son quemadas. Si no hay elección, se añade un producto químico que genera humo negro, señal que indica que aún no hay Papa.
Cuando finalmente se alcanza un acuerdo, el humo que sale por la chimenea de la Capilla Sixtina es blanco: es la célebre fumata blanca que anuncia al mundo que «habemus papam«.
En teoría, cualquier varón bautizado puede ser elegido Papa. No obstante, en la práctica moderna, siempre se ha elegido a un cardenal, quien ya forma parte de la jerarquía eclesiástica. Si el elegido no fuera obispo, debería ser ordenado de inmediato para asumir el cargo.
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