Juan Alejandro Tapia
Columnista / 5 de agosto de 2023

Las mujeres de verdad dicen «culo»

Cuatro letras nada más, no «el» cuatro letras como tal, una expresión de euforia, rabia o decepción, pero también de rebeldía y poder, sobre todo si sale de la boca de la goleadora histórica y segunda capitana de la Selección Colombia de fútbol femenino, Catalina Usme, después de conseguir un triunfo con ribetes de leyenda en un Mundial, de esos que ayudan a transformar la mentalidad de un país. «A mí me vale culo y medio que sea Alemania, nosotras tenemos las mismas capacidades, las mismas condiciones, somos once contra once. Peleamos bien arriba, peleamos bien abajo, controlamos balón. Si nos toca agarrarnos nos agarramos; si nos toca jugar, jugamos», dijo la futbolista antioqueña a la prensa nacional, y de semejante mensaje de empoderamiento y tesón a más de uno solo le hizo ruido la palabra que no se dice en televisión.

Como fenómeno de masas y de construcción de identidad colectiva, el fútbol tiene la capacidad de difundir mensajes con mayor rapidez y efectividad que la política, la ciencia o el arte, de ahí la prohibición de FIFA al uso de símbolos como la bandera arcoíris en los brazaletes de capitán durante el Mundial realizado en el totalitario régimen de Catar. Pero ni la todopoderosa federación internacional puede contener el movimiento feminista que amenaza, incluso, con destronar la supremacía masculina de este deporte. Basta con ver los estadios australianos y neozelandeses a reventar, el ambiente familiar, la emoción, el colorido, la camaradería; y, en la cancha, el espíritu amateur de las jugadoras, su sacrificio y honestidad, para devolverse cinco o seis décadas a la época en la que en las tribunas se respiraba aire puro, fútbol puro.

Jugadoras que son miradas de reojo por sociedades como la colombiana, en especial por la propia industria del fútbol, que incluye a la prensa especializada. Sorprende ver cómo después de varios años de seguimiento a las llamadas «superpoderosas» se las siga analizando y juzgando bajo los parámetros de los varones. Descartadas por los profesionales del comentario deportivo antes del partido frente a Alemania, las voces de los «expertos» apuntaban a no perder por goleada. Pocos pusieron en la balanza contra la potencia de las germanas, el carácter de las colombianas. Consecuencia de trasladar los miedos, inseguridades y poca capacidad de lucha de una sociedad machista y de un fútbol castrado, a las mujeres.

Si es verdad que «se juega como se vive», una de las frases célebres de Francisco Maturana, las futbolistas de la Selección representan a esas colombianas que llevan el peso de la crianza de los hijos, madrugan a cocinar y limpiar, salen a trabajar durante ocho o más horas y regresan a continuar con las tareas del hogar. Las estadísticas del Dane revelan que de las 23 millones de mujeres que hay en el país, el 53%, es decir, 12.300.000, son cabeza de familia, y la mayoría afronta situaciones de desempleo y violencia de género. No por nada varias de las jugadoras han optado por llevar en su camiseta el apellido de la madre, como la aguerrida volante de recuperación Lorena Bedoya, que prefiere ser identificada como Durango. Podrán ser superadas en una cancha de fútbol, pero no pasa por su naturaleza rendirse. O si no que lo diga Linda Caicedo Alegría, quien a los 15 años fue diagnosticada con cáncer de ovarios y hoy, con apenas 18, es considerada una de las mejores del mundo.

«De donde vengo yo«, canta Gloria Martínez Perea, Goyo, de ChocQuibTown, que viene del mismo Pacífico donde comenzó a jugar la estrella de la Selección y del Real Madrid, como viene del campo Mayra Ramírez, de Sibaté, Cundinamarca, quien lleva con orgullo su cabello azabache del altiplano. Y viene de las tierras soleadas de Santa Cruz de Lorica, Córdoba, la mediocampista Leicy Santos, por eso habla con la sabrosura de David Sánchez Juliao.Y Cata Pérez, la portera de manos firmes y rostro angelical, viene de Boca Ratón, Florida, a donde sus padres se mudaron cuando ella tenía cuatro años. Y Manuela Vanegas, de Copacabana, Antioquia, montañera como Daniela Montoya y Catalina Usme, las capitanas. Vienen de todos los rincones y esperan seguir haciendo historia este martes para Colombia en el Mundial. Importa culo y medio el rival.

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