Nuestra Gente / 14 de octubre de 2023

“El cáncer me enseñó a vivir en gratitud”

Luisa Fernanda Ruz el día de su grado como magister en Gerencia de la Innovación, tras haber recibido el alta de su enfermedad.

Rosario Borrero

A propósito del Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mama, que se conmemora este 19 de octubre, la ingeniera industrial Luisa Fernanda Ruz comparte lo que fue que significó para ella ser diagnosticada con esa enfermedad a los 29 años.

Para Luisa Fernanda Ruz Cruz atrás quedaron los días en los que quería comerse el mundo, haciendo muchas cosas a la vez, a veces sin disfrutar bien el presente. Hoy ella quiere casarse, ser mamá, viajar y tener una buena vida; una vida tranquila, sin agonías por ser la mejor, centrada en el aquí y el ahora, cuidando su salud mental.

A sus 31 años esta sincelejana de nacimiento pero barranquillera de corazón –vive en la capital del Atlántico desde los 5 años— cree que después de haber sido diagnosticada con un cáncer de mama en 2021, cuando apenas llegaba a los 29 años, y tras haber sido dada de alta en el primer semestre de 2022, toca aprender las lecciones y hacer los cambios que deja la enfermedad.

Luisa, durante la etapa de las quimioterapias.
En la Navidad de 2021, tras haber terminado las quimio.
En la última etapa de su recuperación.

“A nunca me había pasado nada raro, ni en mi familia –salvo la muerte de una abuela— habíamos tenido un gran problema. Era muy bendecida y no lo veía, pero luego de una situación tan difícil la lección es clara: hay que valorar más y vivir en gratitud por todo. En mi caso, conocí tantas historias tristes y difíciles en el camino, que me  dije: toca darle la vuelta a esto, y más bien es momento para agradecer a Dios”, asegura.

Luisa es ingeniera industrial de la Universidad del Norte, y desde hace cinco años trabaja en una compañía de tecnología para empresas, con sede en Bogotá, donde vive. Durante la pandemia, como podía hacer su trabajo en forma remota, se vino para la casa de sus padres en Barranquilla, en parte también para ahorrar, pues tenía planeado irse a estudiar fuera del país.

En el primer trimestre de 2021, un día se palpó una masa pequeña en su seno derecho, a 3 cm del pezón hacia la axila, y aunque no se alarmó mucho, decidió pedir cita para que la revisaran. El médico le ordenó una mamografía, que arrojó un Bi-Rad 1. El Bi-Rad es el método que utilizan los radiólogos para interpretar e informar los resultados del estudio; en otras palabras, es el sistema para categorizar el tipo de cáncer que se tiene y está dividido en 6 categoría. En el nivel 1 indica que la lesión es benigna.

Sin embargo, una biopsia que le ordenaron días después dio positivo, y entonces el mensaje del médico fue: no te alarmes; es cáncer, pero no es muerte. Por fortuna para ella en ese momento la pandemia empezaba a ceder y empezaba la reactivación, por lo que los trámites con su EPS fluyeron sin contratiempos.

El diagnóstico de ella indicó que tenía un carcinoma bustal infiltrante triple negativo, que según explica Luisa es el peor, porque no admite muchas opciones, solo la quimioterapia, pues no responde a terapias inmune u hormonal.

“La tasa de supervivencia a este tipo de cáncer es inferior a otros, y como en algunos casos no responde bien a la quimio, te imaginarás la batalla mental en uno… y el proceso fuerte que se vive por cuenta de la angustia de la familia y de los amigos. Es que en general no se tiene la visión de esta enfermedad en personas jóvenes, pero es real”, precisa la ingeniera.

Reitera que esos días tuvo momentos de incertidumbre, de mucha inquietud. “Pero como soy muy creyente, al conocer el diagnóstico sentí la promesa de Dios, que me decía que era una prueba, pero que al final saldría bien. Lo que más me dolía era la tristeza de mi familia”, cuenta.

«El proceso fuerte que se vive por cuenta de la angustia de la familia y de los amigos. Es que en general no se tiene la visión de esta enfermedad en personas jóvenes, pero es real”.

Posterior a ese momento fuerte vinieron días de calma para ella, no obstante empezó un proceso de búsqueda de información por internet, tanto en español, como en inglés. Una tomografía reveló que el cáncer, por fortuna, era localizado, lo cual aumentó la tranquilidad y el optimismo de la joven paciente.

Vino la cita con el mastólogo, y este profesional le dio tanta tranquilidad y confianza, que ella decidió parar la búsqueda de información sobre su enfermedad. “Él me dijo: tienes un cáncer en fase 2 y me dio dos opciones: doble mastectomía con reconstrucción, o cuadrantectomía bustal, y al no haber mayor ventaja o beneficio, según explicó, opté por lo segundo”.

Antes de la cirugía fue sometida a 16 quimioterapias durante seis meses, en el segundo semestre de 2021. Dice que la peor fue la tercera, por el dolor de cabeza intenso que sintió. “Nunca dejé de comer, porque tenía claro que el que no come se muere; todo era licuado; tomaba muchos batidos de frutos rojos y el Ensure me aliviaba mucho, pues mi estómago estaba vuelto nada. Terminé en noviembre y ya en diciembre me sentí mejor”. Después de la cirugía a comienzos de 2022 se hizo 18 radioterapias.

Luisa dice que por cuenta de su enfermedad había puesto en pausa los planes de su vida para concentrase en su cuidado: renunció a la posibilidad de irse a hacer en el exterior la maestría con la que había soñado, y terminó con su novio, pues dice que “no tenía tiempo para nada que no fuera cuidarme, tomar mis medicinas, comer lo adecuado, superar las náuseas, en fin…”

Al terminar su tratamiento, Luisa se fue de viaje por Europa.
Con Jorge, su novio.

Sin embargo, aplicó y fue elegida para una beca de un programa de Mintic que cubría el 90 de una maestría en Gerencia de la Innovación, la cual que cursó y en la que se graduó este año. “Empecé la maestría cuando aún no me había hecho la cirugía, y recuerdo que durante las radioterapias me sentía muy débil, me quedaba dormida en las clases virtuales, por lo que tuve que ajustar horarios y cuadrar espacios para dormir a media mañana o media tarde, y por fortuna mi trabajo era un híbrido en el que solo era presencial un 20%”, precisa.

A finales de octubre del año pasado decidió devolverse a Bogotá, donde se fue a vivir con su novio tras recuperar la relación que tenían. Ya le dieron de alta, aunque no pudo tocar la campana porque no estaba acá, y ahora ha hecho cambios en su vida, como no usar tintes, cosméticos ni productos químicos –de hecho ahora se maquilla poco y casi no se pinta las uñas—; hoy opta por lo orgánico, eliminó casi que por completo los embutidos, los dulces y las gaseosas, y en cambio prefiere las frutas y las verduras.

“La verdad es que me tengo que cuidar; he sido afortunada por haber descubierto el cáncer en una fase temprana y por haber tenido la opción de luchar, puesto que no tenía antecedentes familiares y mi perfil genético salió bien. El cáncer no necesariamente es muerte si se diagnostica a tiempo. Tenemos que examinarnos, no podemos bajar la guardia”, puntualizó finalmente.

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