Margarita Cabello Blanco, durante su nombramiento el jueves como nueva Procuradora General de la Nación.
Por sus apellidos, a la familia de Margarita Cabello Blanco sus vecinos la apodaban de esa manera. Coinciden en opinar que siempre fue inteligente y estudiosa.
Ni los logros profesionales, ni la vida con etiqueta de Bogotá, ni siquiera sus cinco nietos logran que la nueva Procuradora General de la Nación, Margarita Leonor Cabello Blanco, la primera mujer en ocupar tan alta dignidad, olvide y deje de recordar con alegría su infancia, en el viejo Prado de Barranquilla, un barrio que está cumpliendo 100 años de vida.
Hace 55 años, una de las cuadras más importantes de la capital del Atlántico era la carrera 52 entre calles 74 y 76. Bueno, no era físicamente una cuadra, sino dos, pero sus moradores fueron tan unidos, tan cómplices, tan alegres, positivos y buenos amigos, que el trayecto socialmente era de una sola cuadra.
Esa cuadra se caracteriza por hermosas casas, con amplios antejardines y familias numerosas que solían unirse para celebrar las fechas más importantes del calendario. Más que un barrio, la zona parecía una tribu, con unos padres muy formales, y con una “peladera” muy activa.
En esa cuadra vivió su niñez y juventud la nueva Procuradora, nacida en el hogar formado por Leandro Cabello López, abogado de la Universidad Nacional de Colombia, oriundo de Villanueva, La Guajira, y María Concepción Blanco Carbonell, delicada y amorosa ama de casa. Margarita es la tercera de 5 hijos. Sus hermanos son María Elvira, Beatriz Cecilia, José María y Leandro Alberto. Ella es la de la mitad, la del equilibrio. En la cuadra, la familia era conocida como “las canitas”, por asociación de los dos apellidos: Cabello Blanco.
Estudió en el Colegio La Enseñanza hasta tercero de bachillerato y pasó luego al Colegio Nuestra Señora de Lourdes, donde se graduó con honores en 1974. Se fue a Bogotá a estudiar derecho en la Universidad del Rosario, pero por circunstancias familiares se devolvió para Barranquilla y terminó la carrera en la Corporación Universitaria de la Costa. Se especializó en Derecho de Familia y Derecho Procesal Civil.
Ha hecho una brillante carrera comenzando desde las bases. Su primer trabajo fue como escribiente en un juzgado de Barranquilla de donde pasó a Sabanalarga a ejercer como Juez Penal. Ha sido magistrada de la Sala de Familia y de la Sala Civil de Familia en Barranquilla, Delegada de la Sala Disciplinaria en la Procuraduría General de la Nación, Presidenta de la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia.
Es la segunda mujer colombiana en ser presidenta de la Corte Suprema de Justicia desde marzo de 2016, hasta mediados de enero de 2017. Por pocos meses, ocupó el Ministerio de Justicia en la administración de Iván Duque, cargo del que se retiró puesto que el Presidente la quería incluir en la terna para elección de Procuradora, que ganó el pasado jueves 27 por 83 votos de los 100 sufragios por los parlamentarios.,
Ha sido representante por Colombia de la Comisión Nacional de Género de la Cumbre Iberoamericana de Altas Cortes y miembro de la Comisión Nacional de Género de la Rama Judicial. Es miembro de la Academia Colombia de Jurisprudencia y del Instituto Colombiano de Derecho Procesal, y miembro de la Comisión de Género de la Rama Judicial. Como si fuera poco, catedrática y conferencista de importantes encuentros y eventos, desde hace más de 20 años.
Margui, como la llaman sus amigos, es madre de dos hijos, y abuela de 5 pequeños, que son su adoración. Al agradecer su escogencia dijo algo que la caracteriza y que le recuerda a su viejo barrio El Prado: “Vengo a unir con respeto”. Ella se ha caracterizado por eso: por ser respetuosa, ajena a las polémicas y las discusiones baldías, amante del diálogo, de la conciliación. En la cuadra en la que creció todos eran distintos, pero parecían iguales, hombres y mujeres se respetaban y caminaban de la mano en busca de los mismos objetivos. Como lo propuso en su discurso de posesión, ella nunca fue factor de distracción ni de polémicas. Era la que conciliaba y la vocera de los pequeños, o callados. Se caracterizaba por su gran sentido del humor, pero argumentaba como la más madura, en cualquier circunstancia.
Su amor por la lectura, algo que a ella la relaja, lo heredó de su padre. La biblioteca de los Cabello era famosa por la cantidad y calidad de libros que tenía. Y Margarita, desde los 12 años, se atrevía a tomarlos en sus manos y leerlos.
Su amor por la música, otra de sus “medicinas” para mantenerse joven y activa, la heredó de su madre, quien en las tardes se sentaba frente al piano a tocar hermosas melodías, que no sólo cautivaban a su hija, sino a todas las vecinas.
Sus amigos de la cuadra, entre las que se encuentran aún, las Russo, las Visbal, las Donado, los Castellano, los Castell, las Buitrago, las Escobar, los Pardey, coinciden en afirmar que siempre ha sido una mujer justa, estudiosa, trabajadora, amiga de sus amigos, y sobre todo, una mujer muy sencilla que ayuda a todo el que puede ayudar.
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