En esta foto de archivo Su Santidad le da la bendición a una pareja durante una audiencia general con el Santo Padre. (Internet-Zenit)
En octubre, la pareja perderá su trabajo en el banco, pues los trabajadores de la Santa Sede tienen prohibido contraer matrimonio. Su Santidad guarda silencio.
Los llaman ‘Romeo y Julieta’, son empleados del Instituto para las Obras de Religión (IOR) –conocido como Banco del Vaticano— y se conocieron en los mostradores del Torrione di Niccolò V, donde funciona.
El pasado sábado, esta pareja contrajo matrimonio ante un reducido grupo de amigos y familiares en una parroquia de Fregene, en la costa romana, desafiando así la prohibición que establecen las nuevas normas internas del Banco, otrora famoso por los escándalos protagonizados en décadas pasadas.
En octubre los dos perderán el trabajo cuando se cumplan 30 días de la celebración del rito matrimonial. Se salvará uno que mantendrá el empleo si el otro renuncia, según establecen las nuevas normas.
Antes tuvieron que soportar el rigor del IOR, que los suspendió por unos días acusándolos de haber hecho conocer el caso fuera del majestuoso Torreón donde se encuentra la sede del banco, pero en realidad hace meses que el asunto era conocido y vox populi en el mismo Vaticano.
Los nuevos esposos apelan al papa Francisco. El problema es que el Su Santidad no ha dicho una palabra y el caso amenaza con provocar una crisis inesperada, a menos que el pontífice haga respetar los principios por encima de los reglamentos.
Según las disposiciones del nuevo reglamento aprobadas por el Papa, “está prohibida la contratación de cónyuges, consanguíneos hasta el cuarto grado y afines en primer y segundo grado, según el cómputo canónico, de personas y administradores dentro del Instituto”. Además, para garantizar la igualdad de trato, el matrimonio entre empleados del IOR o de otras administraciones del Vaticano también es motivo de cese de contrato, a menos que uno de los cónyuges abandone su puesto en un plazo de 30 días tras la boda.
El Istituto per le Opere di Religione (IOR), conocido como el banco del Vaticano, aunque no sea realmente un banco, ofrece algunos servicios financieros y de transferencia de fondos a la Iglesia Católica en todas sus ramas: la Santa Sede, entidades relacionadas, órdenes religiosas, instituciones católicas, clero, cuerpo diplomático acreditado y empleados de la Santa Sede. La mayoría de los clientes del Instituto se dedican a obras de caridad en instituciones como escuelas, hospitales o campos de refugiados.
Mientras que bancos como Citybank tienen cientos de millones de clientes con oficinas en cientos de países, el IOR tiene menos de 13.000 clientes, con una sola oficina, en la Ciudad del Vaticano, en Torrione Niccolò V y cuenta 117 empleados.
Por eso, la noticia del matrimonio y sus consecuencias se propagó rápidamente dentro de los muros de la Santa Sede, suscitando análisis y debates entre prelados y juristas, pero sin llegar a una solución concreta.
El caso ha amplificado el descontento de los 4.500 empleados del Vaticano, quienes, organizados en una acción colectiva, reclaman mejoras laborales, destacando problemas como el estrés, la falta de meritocracia y los abusos de poder.
La Asociación de Empleados Laicos del Vaticano expresó en un comunicado: «Los empleados vaticanos, en los últimos tiempos, se están interrogando sobre la naturaleza del trabajo en la Sede Apostólica y el sentido del servicio. Ser parte de la comunidad de empleados vaticanos debería significar ser miembro de una familia especial, caracterizada por valores específicos – los del “evangelio del trabajo” y la doctrina católica sobre el trabajo humano, siempre viva en la tradición de la Iglesia – que le confieren un rasgo distintivo peculiar respecto a las empresas externas, especialmente privadas. Como también sostiene el Papa Francisco: “Trabajar es propio de la persona humana: expresa su dignidad de criatura hecha a imagen de Dios”».
Tras un prolongado silencio, el IOR emitió una respuesta en la que justificó la nueva normativa como parte de las reformas impulsadas por el Papa Francisco y su predecesor, Benedicto XVI, la cual considera crucial para prevenir posibles conflictos de interés y evitar la percepción de favoritismo en la institución.
De acuerdo a la propia normativa del Vaticano solo caben dos opciones: que el Papa contradiga su propia reforma y permita a la pareja recién casada seguir en sus puestos de trabajo o que sean despedidos a no ser que uno de los dos renuncie voluntariamente a su puesto de trabajo.