@musicworldchile. Las grandes cadenas y comercio en general ofrecen tornamesas para todos los gustos y bolsillos.
En plena pandemia las ventas de música en acetato superaron por primera vez a los de CD en mercados como Estados Unidos. Dos coleccionistas barranquilleros hablan de su pasión por este formato.
En tiempos de Spotify y Deezer bueno es el vinilo, dicen nostálgicos los coleccionistas de discos en este formato, que en su afición se inclinan por las muestras más comerciales: LP (larga duración) y 45 RPM (Revoluciones Por Minutos).
El tema viene a colación porque en este primer semestre del complicado 2020, en Estados Unidos las ventas de los acetatos, como también los llaman, superaron por primera vez en 30 años a los revolucionarios discos compactos o CD.
Cifras de la Asociación de la Industria de la Grabación del país del norte revelan que los recaudos por ventas estuvieron en el orden de los 232,1 millones de dólares, lo que representa un incremento del 4%, frente al 48% del bajón en la comercialización de discos compactos.
Estas cifras empezaron a repuntar a partir del 2005, reseñan.
Analistas en Europa de este nuevo fenómeno del acetato les ha llamado la atención la avalancha de jóvenes que se ha lanzado a adquirirlos.
Destacan que la juventud también le presta mucha atención a la calidad del arte gráfico con que eran diseñadas las carátulas de los discos.
En redes sociales y en el comercio tradicional, incluyendo grandes superficies, se ofrecen además tornamesas o tocadiscos para todos gustos y bolsillos, a efectos de que no falten los medios para poner a sonar los históricos vinilos.
Basta echar un vistazo para admirar el ingenio y la creatividad que aflora a la hora de ofrecerlos al público.
Pero si esta fiebre por el vinilo empezó a subir de un tiempo para acá, dos coleccionistas costeños, uno oriundo de Plato (Magdalena) y otro de Barranquilla, contaron a @MiRedVista la pasión por los acetatos.
El barranquillero Óscar Pájaro Muñoz, reconocido DJ y picotero que debutó en el Rincón del Babalao, sitio nocturno que surgió en la ciudad en la década de los 80 liderado por el periodista Gilberto Marenco; afirma que la pasión por la música empezó desde su tierna infancia, pues la mamá lo arrullaba con canciones del cubano Celio González, una de las estrellas musicales del momento y cuya vigencia aún se mantiene.
“Recuerdo además que ella y mis tíos bailaban guaracha y otros ritmos, yo crecí viéndolos y escuchando esa música festiva”, dice Pájaro, quien reside en el popular barrio Simón Bolívar.
Recuerda que la inversión en música la inició a los 17 años, cuando comenzó a ganar algunos pesos y decidió comprar los primeros discos en LP.
Desde ese entonces hasta hoy cuenta con 14.500 discos de vinilo que guarda celosamente en una de las habitaciones de su residencia; “aunque hasta en el baño o la cocina pueden haber discos en mi casa”, dice en medio de risas.
Entre los discos de Óscar Pájaro se pueden encontrar ejemplares de música clásica, bugalú, salsa y baladas. “Menos reguetón”, aclara con énfasis especial.
Este coleccionista dice con orgullo que muchos de los discos por los que hoy se ofrecen millones de pesos, él los consiguió hace 30 y 40 años a precios irrisorios
Gracias a su pasión por la música, la salsa en particular, Pájaro ha participado en un sinnúmero de eventos culturales locales y nacionales. El año pasado fue invitado en representación de Barranquilla al Festival Mundial de la Salsa realizado en Cali.
Por su parte Dídier Ariza Ospino, otro de los grandes coleccionistas locales quien reside en Barranquilla desde 1965, confiesa que la música la lleva en la sangre.
Manifiesta que en su casa paterna de la Calle Córdoba, en Plato (Magdalena), guardaban los instrumentos musicales de Saumeth y sus Plateños, grupo famoso en esa región en la década de los 60 y 70 que hacía giras por toda la Costa. De la agrupación hacía parte su tío, el safoxonista y clarinetista Arquímedes Fonseca (fallecido).
“Ese contacto con los instrumentos, con los músicos que llegaban a la casa, con mi tío, y con la música que tocaban, despertó mi gusto por los ritmos musicales”, rememora.
Cuando la familia de Dídier decide venirse a vivir a Barranquilla, él se encontró en la ciudad con la salsa que empezaba su gran auge, con el porro y las baladas. «Las emisoras eran mayormente musicales, ABC, Radio Reloj, Variedades, Unidas, Radio Piloto, y luego el ‘boom’ de Radio Olímpica AM, de ahí también también me nutrí», rememora.
“Me gustaba todo lo que era música, buscaba e investigaba, agarraba los LP en los almacenes, leía EL HERALDO todos los días, repasaba revistas, en fin, muchas de mis cosas giraban alrededor de lo musical”, dice también.
El primer disco con que inició su colección fue El Caminante de Fruko y sus Tesos, en la época en que comenzaba a brillar Joe Arroyo.
“Fue en 1975, lo compré en el almacén Discolombia, cerca al extinto almacén Ley del Centro”.
Pero solo en los años 80 decidió entrar de lleno al negocio del disco con un puesto de compra y venta en la esquina de Telecom de la carrera 43, en pleno Centro de Barranquilla.
“Me metí en esto por la necesidad de adquirir los discos míos a precios más bajos. Frecuentaba mucho el famoso almacén de Discos Majestic”, confiesa Díder, que suma una colección de más de 2.500 discos de vinilo.
Entre estos destaca como uno de los más preciados un disco del desaparecido Luis Carlos Meyer, grabado en la década de los 70.
Dídier Ariza y Óscar Pájaro se muestran complacidos con este resurgir del vinilo, del acetato, de la pasta, o como lo quieran llamar. “Es volver a las raíces”, coinciden.