Familia / 26 de abril de 2025

Ecos de la Semana Mayor: de las prácticas de aquellos días santos ya no queda casi nada

Rezar el Santo Rosario, especialmente los misterios dolorosos, es para meditar sobre la pasión de Jesucristo en Semana Santa.

Zoraida Noriega

En Barranquilla y en muchos pueblos del Atlántico se han ido perdiendo algunas tradiciones propias de la Semana Santa, dejando a un lado ciertas costumbres religiosas, en la medida que ha ido cambiando el mundo.

Del respeto y devoción en Semana Santa que se vivían años atrás en Barranquilla, ya no queda casi nada en cuanto a tradiciones. En los últimos 30 años, la manera cómo se celebra se ha ido transformado, en algunos casos dejando de lado múltiples prácticas religiosas.

Años atrás, en un rincón de la casa se montaba un altar apenas comenzaba la Semana Santa.

Con la meditación de las frases de Cristo, que según los evangelios  Jesús dijo mientras estaba crucificado, este año obispos de diferentes regiones reflexionaron sobre las coyunturas actuales de Colombia, un país cada vez más golpeado por la violencia, la pobreza y el abandono. Por eso cada año cambia el mensaje del Sermón de las Siete Palabras.

En tiempos atrás, durante la Semana Mayor las emisoras por ejemplo, en su programación habitual de música bailable, daban un giro poniendo a sonar durante los días santos música clásica y religiosa a diferencia de hoy.

En las iglesias, las imágenes de los santos eran cubiertas con telas moradas o negras, y como cada procesión tenía su propia cofradía (como ‘la congragación del Santo Sepulcro’ en la Iglesia de San Nicolás, y ‘La madres católicas’ a cargo de la procesión de la Dolorosa en el templo de San José), en todos esos actos, además de concurridos, los feligreses lo hacían con fervor.

En señal de respeto, las mujres cubrían la cabeza con un chal o velo para asistir a los actos religiosos.

Apenas comenzaban la Semana Mayor, antes en las casas que respetaba el significado de esos días, en un rincón del cuarto colocaban una mesita de los santos, con veladora permanente iluminada, y adornaban la mesita con escapularios y las palmas del Domingo de Ramos, que habían sido llevadas al hogar luego de ser bendecidas alrededor de un año hasta la llegada de la siguiente Cuaresma. Una vez que llega esa fecha era llevados esos ramos a la iglesia para ser quemados y transformados en cenizas, para el Miércoles de Ceniza.

El Jueves y Viernes Santo, según las costumbres de los católicos, las mujeres se vestían muy recatadas, de negro o gris, en señal de luto en recuerdo de la crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret en el monte Calvario; las damas cubrían sus cabezas con un chal  o velo y los hombres que llegaban con sombreros se los quitaban en señal de respeto; la gente se abstenía comer carnes rojas desde el primer viernes de Cuaresma, se practicaba el ayuno estricto que hace varias décadas se realizaban cada Viernes Santo, pero esto ha sido dejado a un lado. También no se ingería licor y se evitaban las discusiones y peleas, y en la vigilia del Sábado Santo, muchos creyentes solían quedarse despiertos toda la noche a la espera de la resurrección.

Entre los vecinos se intercambiaban dulces caseros que hoy, solo se pueden saborear en festivales y ventas callejeras.

En cuanto al ayuno y la abstinencia de comer carnes, costumbre que data desde la Edad Media, las familias del Caribe comenzaron abrir las puertas de sus cocinas para elaborar dulces de todo tipo. Los llamados ‘rasguñaos’, hechos en su mayoría de frutas tropicales, se intercambiaban entre los vecinos para endulzar los días santos. Al recibir uno de ellos uno o varios de esos deliciosos postres caseros, no debía devolver el recipiente vacío al vecino, sino con otro que se hubiera hecho en casa. Esa tradición que estuvo tan arraigada, se ha ido perdiendo con el tiempo, hoy se puede saborear esos dulces en festivales y ventas callejeras.

Quemar incienso en los hogares era símbolo de purificación y alejar las malas energías.

Para crear un ambiente solemnidad, además de los templos y procesiones, en Semana Santa muchos hogares quemaban incienso como símbolo de purificación, renovación y alejar las malas energías. En este mundo cambiante, en reemplazo de la quema de incienso, en el comercio han aparecido velitas y ambientadores con ese inconfundible aroma.

Una de las tradiciones que, aún se conserva viva entre algunos feligreses, es la visita a siete templos y orar frente a los monumentos, que no son solo belleza para admirar, sino que simbolizan la intención de acompañar a Jesús en el camino transitado desde la noche de su captura hasta su crucifixión.

Todos los pueblos del Atlántico tenían, y algunos siguen teniendo, por supuesto, sus creencias y devociones propias. Dien los abuelos que si la persona se bañaba, se volvía mulo; y si se montaba a caballo, se evitaba porque se creía que a quien se montaba era a Jesucristo.

En el municipio de Santo Tomás, pese a la críticas, uno de los ritos del Viernes Santos que persisten, es la ‘procesión’ de flagelantes procedentes de diferentes pueblos del Atlántico que van caminando descalzos y golpeándose la espalda con un látigo para cumplir ‘una promesa’.

Esta mujer hizo parte este año del grupo de flagelantes que participó el Viernes Santos en Santo Tomás, una de las tradiciones que aún sigue viva.

El tomasino, Manuel Pérez, periodista de ‘La voz de Oriente’, recuerda que  en 1979 participaron hasta 40 flagelantes, pero con el paso del tiempo el número ha ido disminuyendo ya sea porque muchos ya cumplieron con su “manda” o porque murieron. “Pero la tradición sigue viva”, dice, para luego agregar: “este año fueron 21, entre hombres y mujeres que hicieron parte de ese ritual”.  

Es sabido que la presencia de estos penitentes en las calles, últimamente se ha venido convirtiendo en un singular espectáculo tanto para locales y visitantes que, con cerveza en mano y bailando con la música sonando a todo timbal en las esquinas, asisten masivamente.

Sin duda, con el paso de los años, muchas de las costumbres se han ido perdiendo, aunque la Iglesia debe seguir transformándose invitando a las nuevas generaciones a la reflexión.

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