Jessica González Muñoz es aficionada al deporte y a la vida sana.
En los últimos días del mes de agosto de 2020, Jessica Patricia González Muñoz, entonces de 28 años, se alistaba para irse a la cama. En el momento en que se estaba poniendo la pijama, se sintió un bultico en la parte inferior del seno derecho y se sorprendió y preocupó.
“Aunque no desconocía que uno como mujer debe palparse sus senos para detectar cualquier cambio de forma preventiva, la verdad es que nunca lo había hecho, por físico descuido”, asegura hoy, al recordar lo que ha sido este último año.
Dice que por fortuna fue al médico enseguida, y que se hizo con prontitud todos los exámenes que le ordenaron, así como una biopsia, cuyo resultado conoció el 18 de septiembre del año pasado: cáncer de mama en etapa 3. El mastólogo que la atiende en la Clínica Portoazul se sorprendió tanto con el resultado que decidió repetir el procedimiento para confirmar el diagnóstico.
“Él no lo podía creer, por mi juventud”. Es que, según estudios, la incidencia del cáncer es baja en mujeres jóvenes, en las que la enfermedad causa estragos por los cambios en el aspecto corporal y el impacto emocional y en el autoestima.
“El médico me explicó que la etapa máxima es la 4, que es cuando ya ha hecho metástasis, lo cual por fortuna no era mi caso, así que había que empezar el tratamiento cuanto antes. No lo pensé dos veces, pues entendí que todavía tenía una oportunidad de vida”, narra.
Jessica es barranquillera, formada en administración en seguridad y salud en el trabajo, trabaja en una empresa de seguros y tras haber sido diagnosticada debió afrontar además momentos duros emocionalmente, a la par que empezaba a bajar mucho de peso –de 60 kilos pasó a 48– y se le había comenzado a caer el cabello.
“Ese rompimiento fue un reto adicional que hizo que el camino fuera más difícil, por lo que decidí aferrarme a la vida. Soy muy creyente, así que me refugié en mi espiritualidad, me acerqué más a mi familia. El cáncer me hizo entender que debía hacer cambios mentales, que debía conectar con el aquí y el ahora, dejar de vivir anclada en el pasado o esperando un futuro incierto. Debía disfrutar mi presente, cada instante, y dejar de vivir en automático”, dice.
Explica que si bien goza de medicina prepagada, por lo que en términos generales la atención ha sido muy rápida, le ha tocado pelear con su EPS por la entrega de los medicamentos. “En este proceso no todo es color de rosa, sobre todo porque no tienes tiempo para esperar. Nuestro sistema de salud es lento y cansa, y resulta que uno necesita es que le resuelvan para ya”, dice.
Los médicos recomendaron hacerle mastectomía bilateral –si bien el cáncer le dio en el seno derecho–, teniendo en cuenta su juventud. En este año de tratamiento contra un cáncer que por demás es agresivo, Jessica se ha practicado una cirugía y ha recibido 12 sesiones de quimioterapia y 15 de radioterapia.
Esta joven alegre y amante del fitness, revela que ya recibió la respuesta patológica que le dice que no hay tumor en su pecho, por lo que está recibiendo ahora tratamiento preventivo. Para el otro año tiene programada una cirugía estética, para reconstruir su pezón y colocarse unas prótesis definitivas.
Jessica González forma parte del colectivo “Guerreras rosa”, el grupo de apoyo que surgió en la Unidad de Oncología de la Clínica Portoazul, el cual se une a la campaña nacional de la Liga de Liga Contra el cáncer en este mes. Precisamente este domingo 17 este grupo realizará un encuentro en la Ventana al Mundo, a las 7:30 de la mañana, para formar entre todas un lazo rosa, símbolo de la campaña que invita a la detección temprana del cáncer.
Los amigos de Jessica y su propia familia no se cansan de destacar la manera como ella ha encarado su enfermedad. Aficionada a la actividad física y a la vida sana, ella decidió, como asegura “echarle ganas” a su recuperación a través del deporte: “es que en la sala de quimio los pacientes en ocasiones pierden la esperanza, y no quería eso para mí”, apunta.
Por eso, su tratamiento lo ha combinado con una fuerte rutina física de caminatas, trotes y ciclismo recreativo, especialmente en la Vía al Mar. “Con mi grupo de amigos he llegado a recorrer hasta 120 kilómetros, obviamente a mi ritmo, pero sin dejar nunca de hacerlo. He aprendido que lo único que uno se lleva es lo que vive, y que con las mismas letras con las que se escribe la palabra cáncer se escribe “renacer”, y esto es lo que yo quiero”.
Esta joven recomienda que en el proceso del tratamiento contra el cáncer la persona mantenga su mente ocupada, que esté activa para que no se deje llevar por la tristeza. “Es que es un proceso duro en el que se pasa por la decepción, la rabia, la depresión, uno se pregunta por qué a mí… en fin. Toca aprender que la apariencia es lo de menos, que lo importante es la esencia de las personas; que tenemos que aceptarnos tal y como nos vemos y que en esta segunda oportunidad de vida uno decide cómo quiere vivirla”, dice al final.