Érase una vez, hace ya milenios, una tribu asentada sobre una extensa planicie, un fuego, el calor de los dioses que fue entregado a los mortales por un sobreprotector Prometeo sin cadenas… Érase una vez una hoguera, una pira, una fogata frente a la cual los integrantes de la tribu se congregaban tras terminar la extenuante jornada y allí cocinar sus alimentos, calentar sus manos y sus cuerpos…
Érase una vez un rito, el primero de todos, un mago, un cuenta cuentos, uno que contenía el mundo dentro y empezó a darle forma con los sonidos que salían de su boca, desde entonces, cuentan los que cuentan cuentos, – a mí no me crean- que el mundo tal y como lo conocemos, empezó a tomar forma, porque aquel mago que inventó las palabras, empezó a nombrar las cosas, la luz, las aguas, el sol, la luna, las estrellas, el bisonte, la gacela, los ríos los mares… Y esa historia que empezó a contarse desde aquel tiempo primigenio, aún no se termina de contar.
Cuentan los que cuentan cuentos, que este mundo no es más que un cuento infinito narrado por el gran mago de las palabras que se cansó de la apacible eternidad del silencio y la oscuridad, y convocó a las palabras para que se hicieran la luz, los colores, el día y la noche… Cuentan los cuentan cuentos que aquel mago inició su historia diciendo, había una vez un planeta desordenado y vacío y nombró los mares, la tierra, las plantas; las semillas; los árboles; los animales; al hombre y a la mujer, y los bendijo con el don de la palabra para que continuaran contando al mundo y las historia de la especie.
Para el cronista y escritor mexicano Juan Villoro, la civilización tal y como la conocemos hoy día tuvo sus inicios cuando las tribus empezaron a reunirse en torno a una fogata. De acuerdo con este contador de historias, los gobiernos del mundo no deberían perder de vista que, ese pequeño ritual, “sirvió para tres cosas imprescindibles: calentarse las manos, preparar comida y contar historias”. Contar historias ha estado ligado al ser humano desde el inicio del lenguaje y el sonido, porque contamos historias desde siempre para explicar el mundo, para entenderlo, para entendernos o hacernos entender. Antes de la imprenta y cuando aún la mayoría de los pueblos eran ágrafos, contar historias a través de la oralidad permitía mantener viva la memoria y la historia de cada pueblo, de cada territorio.
En las sociedades modernas, el antiquísimo ritual de contar y de escuchar cuentos se mantiene vivo y vigente como una expresión de las riquezas culturales y los procesos identitarios de cada territorio. Cuentan los que cuentan cuentos, que hoy por hoy se escuchan historias en las esquinas, en las terrazas, en la manigua, en los aviones, en los buses, en los teatros, en las salas, en las habitaciones, y la región que habitamos, dueña de una rica e inigualable tradición oral, no es para nada la excepción, en el Caribe se cuentan cuentos de forma natural y es tan cotidiano y ordinario como el mismo aire que se respira.
Érase una vez una noche estrellada del mes de junio de 1998, hace 25 años ya, cuando un puñado de magos de las palabras fueron convocados por la Fundación Luneta 50 para que estos deleitaran a los residentes de Barranquilla con sus historias, así fue que nació el Festival Regional de Cuenteros: “El Caribe cuenta”, un evento cultural que buscaba generar una dinámica que le permitiera a los narradores orales de la Región Caribe colombiana contar con un espacio de encuentro y promoción de su trabajo y, al mismo tiempo, estimular a las nuevas generaciones para la preservación de una de las manifestaciones culturales más antiguas del mundo.
Para este 2022, este evento cultural considerado uno de los más importantes del país y de Latinoamérica, celebra sus bodas de plata convocando a más de 25 magos de las palabras provenientes de Europa, África e Iberoamérica: Italia, España, Camerún, México, Argentina, Cuba, Venezuela, Colombia y la Región Caribe. Este año El Caribe Cuenta se llevará acabo del 28 de agosto al 4 de septiembre.
De acuerdo con la filóloga española, especialista en literatura tradicional y narradora oral, Ana Griot, una de las magas de las palabras invitada a la celebración de las bodas de plata del festival, el oficio de contar cuentos es tan antiguo como la misma especie, tan antiguo como el mundo y se ha perpetuado durante milenios porque es un oficio que conecta con esa necesidad humana de contarnos, de decirnos. Ana está completamente segura de que contar historias hace del mundo un lugar mejor.
Para Gloria Ávila, una narradora oral oriunda de la ciudad México, también invitada a las bodas de plata, asegura que es necesario sostener y proteger estos espacios culturales que son para la gente y que permiten el desarrollo de los pueblos, ya que las historias ayudan a unir las geografías.
Érase una vez una historia, miles de historias, unos magos, unas palabras, un sueño dentro de otro sueño… Érase una vez un infinito, un junco, un Aleph conformado por todas las palabras… Érase una vez, una tribu, una luna, una fogata, un cuento, que se convirtió en el mejor de los pretextos para la juntanza, para el productivo y necesario encuentro entre los seres humanos…