Juan Alejandro Tapia
Columnista / 12 de abril de 2025

El Grinch

Para qué negarlo, cada cumpleaños de Barranquilla empiezo a transformarme desde la víspera en ese monstruo verde y peludo inmortalizado a principios de este siglo por Jim Carrey en la película del maravilloso Ron Howard, el Grinch. Aquel sentía repulsión por el consumismo desatado en Navidad, yo por la zalamería hacia los políticos que hace 17 años dirigen la ciudad con mezcla de aciertos y pasos en falso. Soy el Grinch del 7 de abril, y no por falta de sentimientos, más bien por exceso.

Descubro en casi todas esas frases de positivismo y orgullo dedicadas a Barranquilla un vacío de pertenencia escondido en el cliché de la camiseta del Junior y el bailador “arrebatao”, y el deseo de proyectar una imagen estereotipada que nos acerque a esa Medusa de Netflix en la que salta a la vista el viejo sueño miamense de una parte de esta capital, espejo de lo que reflejamos ante el resto de los colombianos. Así nos ven porque así queremos vernos, como el personaje de Manolo Cardona con su camiseta abierta y sus expresiones salidas de contexto. Y esa visión edulcorada del lugar donde nací, la detesto.

Vino a juntarse mi desprecio por el 7 de abril y sus manifestaciones grandilocuentes y pintorescas con la muerte de Jorge Bolaño mientras el Junior jugaba con el Medellín en el Metropolitano, por lo que aprovecho para empezar por el final este listado sobre los engaños y las mentiras que nos creemos los barranquilleros para evitar darnos de boca con la realidad.

El Junior, equipo de la familia del alcalde Char, no es “papá” de ninguno de los grandes del fútbol colombiano —salvo del propio DIM— y su hinchada no tiene nada de particular: ausente, fría, superficial. Fácilmente es una de las peores del país, pero aparece con toda su estridencia en las finales, como los malos amigos, y termina por desplazar a los pocos fieles que asisten el resto del semestre.

La “alegría desbordante” del barranquillero ha dado paso a la exaltación de la burla y la humillación a través de las plataformas digitales y, más preocupante aún, de los medios de comunicación reconocidos. Algo se rompió en el camino para que, de haber sido la cuna de la radiodifusión colombiana, con las grandes voces de antaño, termináramos con los referentes de sintonía de la actualidad. Llovieron críticas a Manolo Cardona por repetir 2.467 veces la palabra “mondá” en cada capítulo de Medusa, pero la vulgaridad ramplona de algunos comunicadores pasa de agache y hasta es celebrada.

De su sitio en la historia como pionera de la aviación nacional, sobresalen hoy las ruinas del edificio Avianca en la calle 72 y un monumento poco valorado en el bulevar del barrio Simón Bolívar, réplica de la nave que piloteó el temerario aviador estadounidense William Knox Martin con Mario Santodomingo en 1921, en la que fuera una de las primeras pistas de aterrizaje del país.

Para derrota de Gabriel García Márquez, que en agosto de 1954 anunciaba con entusiasmo la publicación de Todos estábamos a la espera, de su gran amigo Álvaro Cepeda Samudio, con un artículo en el que plasmaba su convicción de que un talento de esa naturaleza solo podía surgir de una ciudad en la que, contrario a su predisposición por la fiesta y el libertinaje, “hay tres librerías en las que Faulkner se agota en 48 horas”, es poco factible que en la Barranquilla de hoy suceda lo mismo con autores como Jonathan Franzen, Annie Ernaux, Paolo Giordano, Tomás González, Elena Ferrante o Han Kang, además de que el número de librerías no ha variado mucho desde entonces.

Si en vez volver tendencia la decisión de renombrar la calle 72 como avenida Shakira exigiéramos como sociedad la entrega inmediata del edificio de Bellas Artes para nuestros estudiantes de música y teatro. Si todos los que sacan pecho en las redes sociales por haber crecido con el frozo malt de la Heladería Americana, el raspao de Kola con leche condensada o el arroz de payaso experimentaran el mismo sentido de pertenencia por no botar basura a los arroyos y no estacionar en cualquier lugar, tendríamos una mejor ciudad y más motivos para celebrar.

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