Patricia Escobar
Columnista / 21 de agosto de 2021

Independencia grita

Cuando uno escucha con atención las noticias que tienen que ver con Barranquilla y el Caribe colombiano, uno percibe que todo lo bueno nos llega desde el centro del país, y todo lo malo es culpa de nosotros los que habitamos esta hermosa región.

Las decisiones importantes sobre el puerto de Barranquilla las toman en Bogotá, en unas oficinas que solo permiten ver cerros y nubes bajas y donde “sus especialistas” pueden que dominen la teoría, pero no la práctica.

Los modelos de vivienda salen de los arquitectos que no saben cómo se comporta la brisa o el calor en nuestra región. En su gran mayoría son cajas de fósforo sin balcones o grandes ventanales, y en las estructuras ni espacio para colocar aires acondicionados dejan. Los arquitectos locales y los diseñadores sufren para solucionar problemas que hubieran podido evitarse.

El tema transporte masivo tampoco escapa a esa premisa de que Colombia es igual en todas partes. Se olvidan que el óxido y la salinidad “se comen todo” en pocos días; que el aire acondicionado es una necesidad y no un lujo y que las esperas largas en estructuras poco ventiladas “enloquecen” a cualquiera.

Y que decir con el manejo de las tarifas de los servicios públicos, especialmente el servicio de energía. Se decretan aumentos exagerados, se habla de excesivo consumo a sabiendas que el calor hace que los electrodomésticos para funcionar requieren de más carga, y se ignora que en el Caribe habitan la mayoría de los más pobres del país.

Igual ha pasado con la vacunación. Parece que no pensaron que los costeños iban a reaccionar positivamente a ella, y determinaron cuántas y cuándo mandar dosis y con ellos los impulsos se frenan.

Es innegable que en Barranquilla los índices de contagio, mortalidad y uso de Ucis ha bajado y se ha mantenido bajo durante más de dos meses. Entre otras cosas porque el único pero “importante” que se le puso a vacunarse fue que era incompatible con la ingesta de alcohol y una vez eliminado el mito, los barranquilleros creyendo o no en la vacuna, han acudido en masa a vacunarse.

Y así podríamos ocupar todo el espacio mostrando cómo, decisiones que nos afectan se toman sin tenernos en cuenta, sin conocer nuestras condiciones geográficas, sociales, económicas.

No es un tema de regionalismo. Es un tema de equidad, de conocimiento, de justicia. Y creo que los representantes al Congreso deberían siempre alzar la voz en favor de la región y no porque sea su región, sino porque ellos deberían conocerla a plenitud en toda su dimensión la tierra que los vio nacer y que los llevo a la posición que ostentan.

No se trata tampoco de reaccionar después de… hay que estar atentos, proponer, trabajar a conciencia. No hay que dejar que el río termine con dos o tres poblaciones frente al río, en el Magdalena, hay que actuar prontamente y zafar los nudos que amarran la región a las decisiones de Bogotá.

No hay que dejar que el parque Isla de Salamanca se queme en su totalidad y sea desforestado, hay que actuar sin importar que nos llegue el avión que riega los incendios, o sin que desde la montaña envíen a los “expertos” que nunca llegan.

Unidos somos más y ya es hora de gritar por nuestra libertad, la libertad de tomar acciones desde el conocimiento profundo, en el campo que conocemos y habitamos, con gentes que los sufren a diario. Hay que ser valientes para levantar la voz.

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