Es una técnica  de origen japonés para arreglar fracturas de la cerámica. La hacen con un polvo mezclado con oro, barniz de resina y en ocasiones también con platino; esto hace énfasis en su fracturas como un acto de celebración.

En el amor sucede igual, un mal rompimiento de una relación, donde seguramente quedan cicatrices, qué bueno sería reparar esa experiencia sentimental y sirva para que un futuro se pueda tomar mejores decisiones de pareja.

Cada mala experiencia algo te enseña, te transforma en algo mejor; es aprender a superar una traición, un dolor, una pérdida; además ese hermoso arte de aprender amar nuestras cicatrices, valorar lo que cada cicatriz ya sea física o del alma nos ha enseñado.

Es una mirada desde la reparación, reconstruir memorias olvidadas y los sentimientos que hemos experimentado durante nuestras vidas, aprender a perdonar y quitarse el lastre del rencor.

Desempolvar recuerdos pero con ánimo de aprendizaje, eso nos enseña el Kintsugi.

Por eso son cicatrices de oro, por el valor que tiene cada experiencia negativa, y lo hermoso es mostrarlas como algo aún más valioso. Ese arte de renacer fortalecido ante la adversidad y mirar el pasado con resiliencia, con la capacidad de recuperarse y hacerse más fuerte.

Kintsugi, te enseña a entender el papel de la adversidad en nuestra vida, cómo reaccionamos y las consecuencias en nuestra salud.

Es ese hermoso arte de admirar las cicatrices, además no debe darte vergüenza ni ocultarlas; al contrario, muéstralas con orgullo, eso muestra tu transformación hacia algo mejor.

Nunca dejes de encontrar luz en tus grietas, en tus imperfecciones, ningún ser humano es perfecto; aprecia belleza en tu fragilidad, las partes rotas que se arreglan en Kintsugi son aún más fuertes que antes de arreglarlas.

Esta creencia japonesa que dice que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve más hermosa, me parece espectacular, es la única forma de sanar las heridas y salir fortalecido de ellas.