Las calabazas, imágenes y símbolos macabros son los que más abundan en el comercio, con motivo del Halloween o Día de las Brujas.
La iglesia moderna ya no condena esta festividad como en antaño, pero hace un llamado a que se sea más reflexivo.
Que un niño se disfrace para celebrar Halloween no debe ser un problema mayor ni debe mirársele con sentido de maldad o malas intenciones. En especial, porque ellos son inocentes de lo que representa un disfraz en esta época.
Para pedagogos, psicólogos y sociólogos un niño vestido como uno de sus superhéroes o como un tierno conejito u otro animal que pude ser su mascota, no debiera escandalizar a quienes ven la celebración del Halloween como algo oscuro o maligno en el que se encierran prácticas de magia negra, ocultismo, brujería, etc. Ya eso es historia.
Y es que hay disfraces que son inocentes como los de zanahoria, policía, bombero, muñeca, princesa o personajes de tiras cómicas u programas infantiles, que si bien aún persisten, también es cierto que se han desplazado u obligados a compartir espacios con la modernidad de ha traído ideas antes inimaginables.
Igual ocurre con la tradición de pedir dulces que se adicionó a la celebración de Halloween para de alguna manera, emparentar dos acontecimientos con origen similar.
La tradición de dar dulces conmemora la costumbre de ofrecer algo a los muertos para evitar amenazas de parte suya. De ahí también deriva la conocida frase del ‘trick-or-treat’ (‘truco o trato’), también popular como el ‘dulce o travesura’.
De todo esto lo que queda claro es que el papel de los padres es fundamental para hacerle ver a los niños el significado de la fecha, lo que representan los disfraces y el cuidado que debe haber detrás de las celebraciones.
Halloween tiene su origen en las fiestas de la cosecha o fin del verano en los campos de escoceses, que con el tiempo fue cristianizada llamándose ‘Vigilia de todos los espíritus sagrados’ (All Hallows’ Eve), en la víspera de que la fiesta de Todos los Santos (1° de noviembre) y la conmemoración de los difuntos (2 de noviembre).
Sin embargo, la comercialización y el desenfreno en los festejos fueron alejando la fecha de todo lo sagrado y cristiano, especialmente en Estados Unidos, hasta llegar a convertirse una fiesta pagana que hoy día aún es cuestionada por los sectores más ortodoxos de las iglesias.
Con el tiempo la celebración pasó a ser, gracias a la influencia comercial, en un evento en el cual se provoca miedo o se lo exalta, al igual que los espíritus violentos, la brujería, el satanismo, etc. Así el sentido de su origen o de su adopción por parte de la iglesia, pasó de ser una fiesta de la comunión de los Santos para convertirse en espíritus del mal.
La iglesia católica resume lo anterior en la conversión de una fiesta sagrada a una especie de Carnaval macabro, con matices de espiritismo y miedo.
La tradición de estos festejos llegó a traspasar todas las fronteras, y hoy podría decirse que es una fiesta universal, en la que además de adultos, están inmerso los niños, quienes son los más entusiastas con la llegada de esta fecha. Es más, en nuestro país los medios han querido imponer el nombre de ‘Día de los niños’ por encima del de Halloween precisamente para superar todo lo pagano que el acontecimiento representa.
El mismo comercio llevó a masificar esa celebración con fiestas de terror y miedo en las que abundaban personajes como brujas, la muerte, los fantasmas, los zombis, etc, que eran representados por muchas personas disfrazadas para tal acontecimiento.
Religiosos de diferentes credos coinciden en que la fecha, las celebraciones, los disfraces y demás elementos que confirman esta tradición ya hacen parte de lo cultural, y ello no puede satanizarse, pero sí debe haber un momento para la reflexión.
El pastor Humberto Noriega, de la iglesia cristiana, recuerda que esta es una celebración con génesis en Europa hace más de 2000 mil años, y que con el pasar de los años y siglos ha adoptado nuevas formas que se fueron convirtiendo en tradiciones que varían de un país o continente a otro.
“Estas celebraciones se han adaptado en cada etapa de desarrollo de la humanidad con nuevos patrones, normas, ritos, etc. que varía de un país a otro, inclusive de un cuidad a otra. Desafortunadamente, esos cambios y desarrollos han llevado estas prácticas al plano de lo pagano, y es lo que las iglesias rechazan o cuestionan”.
Alberto Luis, es miembro activo de una comunidad religiosa católica, y respecto a la celebración y la tradición de disfrazarse asegura que eso hace parte de las libertades de cada persona, y está en desacuerdo con el hecho de satanizar dichas creencias o tradiciones.
“Se han encargado de satanizar estas tradiciones, y creo que exageran mucho. No entiendo porqué, si es una práctica tan normal y sencilla, una tradición tan simple. Ahora, ¿a quién se le ocurrió ligar esa tradición con la supuesta existencia de misas satánicas, y sacrificios humanos? Sobre eso no existe una investigación seria y oficial, bien sea de la autoridad civil o eclesiástica. Para mí esas son puras conjeturas. Esto lo han convertido en una serie de terrorismo estúpido que lo traslada a uno a la edad media, al tiempo se las prohibiciones en todo sentido”, afirma el religioso.
Por su parte Javier Toro, sacerdote católico argumenta que desde la comunidad a la que pertenece nunca ha habido un pronunciamiento, ni en favor ni en contra de estas costumbres, y recuerda que en algún momento la Arquidiócesis de Barranquilla quiso bajar la intensidad a esta celebración, dándole más importancia al ‘Día de los angelitos’, y se trabajó en torno a ello, de la mano de los medios de comunicación.