Parece una exposición de obras de arte, son algunos de los picós que funcionan en Barranquilla.
El mundo de las grandes máquinas de sonido ha ido evolucionando a la par de la tecnología. Crece la afición entre melómanos de todas las edades que se sienten cada vez más traídos por tener esas joyas musicales.
Los años finales de la década de los años 60 y los 70 fueron sin lugar a dudas los años dorados de los picós: gigantes máquinas de sonido que hacían las delicias de las fiestas populares de las ciudades de la región Caribe.
El potente sonido de dichas máquinas, la vibración que producía y la clase de música que amplificaba, eran una verdadera locura ente los jóvenes y mayores de la época que gustaban de salir cada fin de semana, a los salones de baile donde estas máquinas amenizaban las fiestas.
Los sones caribeños y africanos mandaban la parada en dichas celebraciones. Las cuales se escuchaban a todo timbal en las pintorescas columnas de sonido que además de la mesa de tocadiscos y un enorme baúl con cientos de discos de acetato, conformaban los picós.
Sin embargo el pasar de los años, el devenir de nuevas tecnologías y lo costoso que se volvió mantener dichos equipos de sonido, les obligó a hacer un alto en el camino para darle espacio a nuevas propuestas.
Se dice que estas máquinas, que muchos definen como “escaparates” o “bestias del sonido”, eran tan potentes en su sonido que algunas casas en las que se ponían terminaban con las paredes resentidas y con más de un ventanal de vidrio hecho añicos.
Estas máquinas nacen en la ciudad de Barranquilla, aunque hay quienes se atreven a decir que la primera máquina bestial de sonido se fabricó en la ciudad de Cartagena.
Lo cierto de todo es que estos gigantescos equipos de sonido se hicieron popular en todos los pueblos del Caribe colombiano que en cada festejo eran los invitados principales.
Con el pasar de los años estos escaparates se hicieron tan populares que hasta en las barriadas más humildes, especialmente de Barranquilla y Cartagena, era y es seguro encontrar al menos uno de ellos.
Quienes desde la época de sus inicios trabajaban dichas máquinas, se propusieron no dejar morir esa tradición, se capacitaron y llegaron a los tiempos actuales de la mano de la modernidad para seguir deleitando a los bailadores con la música de siempre.
Edinson Guardiola Ebratt, trabaja hace casi 50 años en el mundo de los picós, asegura que las cosas son diferentes, pues antes los equipos eran de tecnología criolla. “Todo era de aquí, las cajas y todo a nivel técnico era hecho por uno. Uno cuadraba todas las cosas”, asegura.
Explica Guardiola que anteriormente el picó era el tocadiscos y el pre amplificador y funcionaba todo a base de tubos. Se miraba cual era el tubo que daba mayor potencia y el oído del picotero jugaba un papel importante. Esos eran los elementos para que un picó tuviera una impecable presentación.
Entre los picops de la época dorada, que se consolidaron en la segunda mitad de la década de los años 70, se encontraban El Timbalero, El Británico, El Gran Che, El Sibanicú, El Torres, El Isleño, El Gran Pijuán, El Rojo y El Coreano, entre otros.
“Era una época buena, en la que los dueños eran unidos, se conocían entre sí, y hasta se colaboraban entre ellos. Yo trabajé con varios de ellos y sé cómo eran esas épocas. También eran reconocidas las casetas o sitios donde ellos tocaban”, recuerda Guardiola.
Recuerda que todos los bailes en los que sonaban los picops eran a lleno total. Entre esos bailes estaban Los Macheteros, La Troja, Vente como quieras y los Borinqueños, que quedaban en los barrios populares de la ciudad. También son de la época dorada de los gigantescos picós, La gran Vía, Ipacaraí, La isla Antillana y en Tranquilandia.
Pero llegaría la época en la que la fábrica de los tubos al vacío cerrara sus puertas, que era Silvanya, entonces los elementos que quedaron en el mercado, que no eran suficientes, eran combinados con una nueva tecnología que inicialmente eran transistores, y nacen los primero picops híbridos y estéreos.
Los audios eran con consolas y las salidas eran combinación de tubos con transistores. Ya entrados los años 70 llegan nuevos elementos a los picops como son las consolas y ecualizadores de sonido tales como las que usaban las orquestas para afinar la amplificación del sonido de sus instrumentos musicales.
De acuerdo con Guardiola, a los técnicos de los picós les toco aprender, por su propia cuenta, cómo manejar esas consolas y combinar los tonos los sonidos para que la música se escuchara perfectamente y con potencia.
“En mi caso aprendí viendo cómo lo hacían los que manejaban las consolas de las orquestas en las presentaciones, les preguntaba el funcionamiento de cada una, uno se fue metiendo y empapando de eso, y cuando tenía la oportunidad ensayaba con la de los picops”.
Actualmente trabaja como técnico para varios equipos de sonido, a los que les hace mantenimiento y les fabrica los amplificadores, trabaja inclusive para picós de otras ciudades de la región, a los que acompaña en las presentaciones cuando lo requieren.
Recuerda el nombre de Donaldo García como uno de los primero picoteros de la ciudad, con quien trabajó y de quien aprendió mucho.
Pero el mundo picoteril actual ha conquistado el corazón y gusto de tantos barranquilleros que muchos de quienes hoy hacen parte de ese mundo quizás no tengan conocimiento de cómo nació esto que muchos llaman cultura por lo que representa para la ciudad y porque ha permitido mantener viva la llama de la tradición de la música que se escuchaba y bailaba en las verbenas aunque estas hallan prácticamente desaparecido.
Uno de ellos es Felipe Marriaga, del sector de Santuario, en Barranquilla, quien desde niño conoció el mundo de los picós porque su papá, Víctor, trabajaba en ellos, y lo llevaba a los “toques”. Después de conocer y trabajar en varias de estas especies de microempresas musicales, hoy es administrador de una de ellas.
Felipe recuerda que anteriormente cuando estaba niño, había duelos de picós, en los que se calificaba la música y sonido, pero actualmente las competencias se van más por lo visual, y en ese sentido parece que los dueños de los equipos se inclinan más por la infraestructura, entonces sobresalen más las luces, los efectos, pantallas y los tamaños de los equipos.
El personal que trabaja alrededor de los equipos actuales está distribuido ente logística, que son quienes transportan y arman toda la estructura en el sitio donde actuarán, el equipo técnico que está conformado por el personal de mantenimiento y sonido, los programadores y el administrador que se encarga de los contactos para la actuación, la contratación, está pendiente de que todos esté acorde a las necesidades del equipo y que se cumplan los horarios.
“Pro también hay un grupo de apoyo que son acompañantes, ellos están con nosotros en donde quiera que estemos, se uniforman, y si es en una competencia, aplauden, animan y celebran las placas que suenen del picó”, afirma Felipe. Las placas son los saludos grabados que presentan los picós y mensajes de reto contra los demás equipos, que se usan en una competencia.
De acuerdo con Felipe anteriormente la música que más se programaba era la salsa y africana, pero actualmente hay una gran variedad de ritmos que incluyen hasta el vallenato que anteriormente no se programaban o se programaban muy esporádicamente.
“Y también existe un nuevo ritmo que se llama ‘guarapo’ que es una base musical y los programadores van hablando o cantando, por lo general son pistas que ellos mismos bajan de un programa de computador y los combinan al ritmo de la música”.
William de Alba, de Soledad, asegura que hoy día las cosas son más fáciles para los programadores musicales. Además de que ya no se les llama picoteros sino disc jockey o DJ, las nuevas tecnologías les permite tener muchas herramientas que anteriormente no existían. Por ejemplo con la ayuda de un programa de computador, con solo escribir el nombre de una canción esta aparece en la pantalla y basta hundir una tecla para que suene.
“Hoy día existen academias donde te enseñan trucos y todo el andamiaje que exige un DJ en el tiempo actual. Hoy la programación, con la ayuda de la tecnología te permite hacer mezclas que antes no podías o no se hacían”, apunta De Alba.
Agrega este picotero soledeño que la mezcla a la antigua se hacía con dos discos en acetato en un tocadiscos cada uno y había que tener una inteligencia y cálculo preciso para que el disco repicara en el momento preciso.
De Alba afirma que si bien el tema de los picós y los toques en determinados barrios está estigmatizado por hechos de violencia e intolerancia, en ello tienen mucha responsabilidad el mismo gremio picoteril y las autoridades que no han sido capaces de cambiar eso que es una realidad.
“Hay sectores de Barranquilla, Soledad y Malambo donde definitivamente no se debería permitir la realización de eventos animados con picós, porque los pelaos de ahora no son como los de antes que ya tenemos 50, 60, 70 o más años, éramos una cultura diferente. Sí había peleas, pero se resolvía discutiendo, y con un intermediario que hacía entrar a los contrincantes en razón. Hoy las cosas no se resuelven sino que se complican. Y en eso las autoridades deben trabajar mucho más”.
Asegura William De Alba que deberían existir sitios especializados para este tipo de eventos con picós con reglas preestablecidas y que tanto las autoridades como la comunidad las acate y cumpla para que este tipo de manifestaciones sea respetado como parte de la cultura Caribe.