Carlos Polo
Columnista / 28 de mayo de 2022

La democracia como un caucho

El poder del pueblo para el pueblo. La democracia  es un sistema político en donde el pueblo tiene el derecho de elegir y ejercer control sobre sus gobernantes.  La democracia es una palabra compuesta que proviene del griego antiguo: demos, pueblo; krátos, gobierno, más el sufijo ia, cualidad, lo que se traduce como:  El gobierno del pueblo.  La democracia se ha convertido en la putita barata del culebrero de turno y es en estos momentos la palabreja más cacareada, manoseada, malinterpretada, amañada, pisoteada y abusada. En estos tiempos de politiqueros y encantadores de serpientes, a la ecuación que compone esta mágica palabra le quisieren sustraer el elemento demos, y potenciar cada vez más el krátos.

En Colombia se han inventado millones de maneras de mancillar y abusar no solo del término, en esta tierrita linda de mis amores, de lunas pequeñitas colgadas del cielo, también se violenta la democracia de impensables e innumerables formas, incluso apelando a la misma o en nombre de ella.

Esta semana un empresario aseguró desde una red social que si a alguno de sus empleados se le ocurría votar por el candidato de sus pesadillas, el empleado no tendría cabida dentro de su esquema empresarial.

El voto es un derecho, es libre, personal y secreto, es el pilar donde se sostiene la tan ultrajada democracia ¿Cómo sabe el empresario por quién piensa votar alguno de sus empleados? ¿Tendrá poderes telepáticos el señor? La verdad es que “no sé, Ernesto, no sé”. 

Llevando a cabo esa bravuconada antidemocrática, no solo estaría violando el derecho al voto libre, en una patria libre, porque hasta en las dictaduras blandas disfrazadas de democracia nadie, ni un jefe, ni un empleador, ni una esposa o esposo, ni una moza o mozo, ni la misma mamá, puede tener injerencia en algo tan personal y secreto como el voto.

Lo que anuncia de manera temeraria viola el código penal. El constreñimiento al sufragante, contemplado en el artículo 387, se considera un acto punible que da una pena de entre 4 a 9 años de prisión. El artículo indica que, todo aquel que amenace o presione por cualquier medio a un ciudadano o extranjero habilitado por la ley o “impida el derecho al libre ejercicio del sufragio” incurrirá en un delito. 

Como sujetos de derechos podemos ejercer el voto a voluntad, las personas libres tienen todo el derecho del mundo a votar por quien se les pegue la gana. Los ciudadanos no son propiedad privada. La esclavitud en esta tierra de lunas como un farolito que puso que puso mi Dios, fue abolida y sancionada por el presidente José Hilario López, el 21 de mayo de 1851.  La  Ley fue dictada por el Congreso de Colombia y en ella se declaró libres a todos los esclavos que habitaban en el territorio de la República. Por lo tanto en un país que se precie de tener una democracia robusta, nadie puede, ni tiene el derecho de constreñir las convicciones políticas de otro sujeto libre y pensante. 

Otra de las ‘ingeniosas’ formas que han encontrado los habitantes de este pueblito viejo de mis cuitas y de casas pequeñitas, para mearse en la democracia, es esa melopea recalcitrante, ese canto monótono y repetitivo, con el que muchos, desde el más profundo desconocimiento, pretenden descalificar e invalidar al sujeto de derecho que le exige al Estado que cumpla con sus principales obligaciones, como lo son el derecho a la vida, la integridad personal y la seguridad.   

Para ese rebaño descalificador es sencillo anular al pueblo, despreciarlo: “El pueblo para qué sirve, qué es lo que aporta esa montonera.  Es que el  pueblo lo que quiere es que todo se lo den gratis. Esos galafardos, tartufos, patirrajados no producen, no aportan”.  Desconociendo de plano las funciones primarias del Estado, del que hacemos parte todos como población.

El sujeto de derecho que habita un territorio en democracia participativa, que se las tiene que ver con el omnipresente IVA que ya está hasta en la sopa, que se las tiene que ver con el 4×1000 que se quedó in sæcula sæculorum, tiene los mismos derechos que cualquiera de los rebuznadores de oficio que defienden a capa y espada el actual estado de las cosas.

A esos rabiosos patrioteros de camiseta de la Selección, esos que aman a Dios por sobre todas las cosas y quieren al prójimo pero bien lejitos, esos que aman la patria y la bandera al derecho, pero a los compatriotas de distinta raza, de distinto color y clase social, les hacen el fo, el feo, hay que recordarles que en esta patria querida, todos pagamos impuestos, los mismos que deben usarse para garantizar el desarrollo del país, el crecimiento de su infraestructura, una salud eficaz y oportuna, una educación integral y de calidad, una seguridad efectiva y preventiva.

A esos “que no quieren que todo se los den gratis”  hay que recordarles que, como integrantes del estado social de derecho, también pueden y deben exigirle a aquellos administradores de nuestros recursos, de sus recursos, que es deber del Estado garantizar a todos los habitantes del territorio nacional, los derechos fundamentales.

En este lado del tercer mundo, los embaucadores que ostentan el poder, se aprovechan del desconocimiento general, del dominante analfabetismo funcional, para vender esa matriz de desinformación que hace que la misma gente desprecie la mejor cara de la democracia.  Lo que fortalece la democracia señores es el demos empoderado que exige, que confronta al poder para ver resultados reales en desarrollo, en tecnología de punta, en una equitativa distribución de las riquezas y los recursos.

“Sólo puede haber un discurso verdadero a través de la democracia”, dice Foucault. De acuerdo con el pensador francés: “El verdadero discurso en una democracia surge sólo en la contienda, en el conflicto, en la confrontación, en la rivalidad”. En la pugna de las ideas que permiten el consenso y dan la posibilidad al avance.

Servir de comité de aplausos y de mastines de los servidores públicos que ejercen el poder, no resulta sano ni saludable para ninguna democracia. Exigir y confrontar a los servidores públicos que ostentan el poder en Colombia, ¡no es querer nada gratis! Aquí la búsqueda es el deber ser… Que se respete lo que está consignado en la Constitución, que se cumplan en términos de equidad y justicia los derechos fundamentales.

Caen como misiles constelados de otro tiempo, de otro sueño, de otra noche profunda y  cerrada, las certeras palabras del poeta José Martí: “La patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie”.

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