El atacante del Junior recibió la medalla ‘Barrancas de San Nicolás’ por parte del Concejo de Barranquilla, como reconocimiento a su carrera como futbolista.
Barranquilla tiene ídolos, pero pocos como él. Teófilo Gutiérrez no solo ha jugado al fútbol: lo ha vivido, lo ha defendido y lo ha convertido en una forma de expresión barrial, en una causa colectiva.
En la cancha, con goles, asistencias y momentos inolvidables; y fuera de ella, con su espontaneidad, carisma y amor declarado por su tierra.
Luego de ser referente durante varios años fue reconocido oficialmente por el Concejo Distrital, que le otorgó la Orden Barrancas de San Nicolás, una de las más altas distinciones que puede recibir un hijo ilustre de esta ciudad.
Y si algo ha sabido hacer Teófilo a lo largo de su carrera es sorprender. Así lo hizo también durante la ceremonia, en la que, con la sonrisa que lo caracteriza, regaló una de esas respuestas que en segundos se vuelven virales.
Mientras atendía a los medios tras recibir la condecoración, un periodista lanzó una pregunta que parecía lógica: “¿Le gustaría algún día aspirar a una curul en el Concejo Distrital de Barranquilla?”. El delantero, sin titubeos, respondió con una carcajada: “No, a mí me gustaría ser presidente”.
La frase causó risas, asombro y, sobre todo, simpatía. Teo volvió a hacerlo. Volvió a salirse del libreto, a mostrar esa mezcla entre humor y naturalidad que lo ha convertido en un personaje entrañable más allá del fútbol. No fue una declaración política ni una propuesta formal. Fue, como todo en él, una muestra más de su autenticidad.
UN RECONOCIMIENTO CON SABOR A BARRIO
Pero más allá de las anécdotas, el homenaje tuvo un peso emocional profundo. La Orden Barrancas de San Nicolás no es un gesto menor. Se entrega a quienes han dejado huella en la ciudad, a quienes desde su disciplina han contribuido al desarrollo, la visibilidad y la identidad de Barranquilla.
En el caso de Teófilo, el reconocimiento trasciende los trofeos. Va directo al corazón de una comunidad que lo ha visto crecer, equivocarse, levantarse, madurar y seguir brillando. Desde las canchas de tierra en La Chinita hasta las noches de gloria en el estadio Metropolitano, su historia representa la de muchos: la de los que empiezan desde abajo y no se rinden.
“Le agradezco al concejal Alexis Castillo, que también viene de un barrio humilde como El Bosque. Yo soy de La Chinita. Y desde ahí, juntos, entendemos lo que significa luchar por los sueños. Gracias por este reconocimiento tan especial”, dijo Teófilo con voz firme frente a los asistentes, entre ellos sus padres, quienes lo acompañaron con evidente orgullo.
MÁS ALLÁ DEL BALÓN
El reconocimiento llega cuando Teófilo está a pocos días de cumplir 40 años el próximo 17 de mayo, y sigue siendo protagonista en Junior, el club de sus amores. Aunque ya no es aquel joven imparable que rompía redes en todos los estadios, su voz en el camerino y su presencia en el campo siguen siendo pilares del equipo.
En declaraciones durante el evento, también habló de la actualidad rojiblanca, destacando el trabajo del técnico César Farías y el compromiso del grupo.
“El equipo es la figura”, dijo, con la claridad de quien sabe que el fútbol es, sobre todo, un esfuerzo colectivo. “Hay jugadores que no han tenido tantos minutos, pero que son muy importantes. Esta es una oportunidad para ellos, y confío en que lo harán bien”, agregó.
Aunque reconoció que siempre quiere jugar como buen competidor, también mostró respeto por las decisiones del cuerpo técnico y celebró que Junior ya haya clasificado anticipadamente a la siguiente fase de la liga, algo que no ocurría hace años. “Estamos arriba en la tabla, eso es fruto del trabajo de todos, desde el profe hasta la directiva”, señaló.
EL LEGADO EMOCIONAL DE UN SÍMBOLO
La historia de Teófilo es una que se cuenta sola. Es inspiración pura. Es calle, es barrio, es sabor caribe. Ha estado en clubes grandes de Colombia, Argentina, México, Portugal y Turquía.
Ha vestido la camiseta de la Selección Colombia y ha dejado huella en cada rincón donde jugó. Pero su esencia siempre estuvo ligada a Barranquilla. Volver a Junior no fue solo una decisión deportiva: fue un acto de pertenencia, de identidad.
Por eso, este tipo de reconocimientos no son meros actos protocolarios. Son manifestaciones simbólicas de una ciudad que se reconoce en su figura. En sus goles, sí. Pero también en sus palabras. En su estilo. En esa forma única que tiene de tomarse la vida, el fútbol y los micrófonos.
Cuando dijo que quería ser presidente, quizás sin pensarlo tanto, resumió una verdad más grande: que su liderazgo ya trasciende las canchas. Que su figura es tan potente, que podría inspirar desde cualquier escenario. Que hay en él una capacidad de conexión con la gente que no todos los líderes políticos logran. Que si decidiera mañana postularse, tendría una base sólida de afectos.
Y es que Teófilo no necesita un cargo para influir. Ya lo hace. Lo hace cada vez que se pone la camiseta de Junior. Cada vez que habla de su barrio. Cada vez que abraza a un niño que le pide una foto. Cada vez que se presenta como lo que siempre ha sido: uno más del pueblo.
UNA BARRANQUILLA QUE LO APLAUDE DE PIE
El acto del Concejo fue una fotografía de lo que representa este jugador: un símbolo colectivo. Mientras él se reía, mientras posaba con su medalla y su familia, la ciudad entera volvía a confirmar que su cariño por Teo es tan genuino como duradero.
A veces, las ciudades necesitan más que buenas noticias. Necesitan espejos. Figuras que les recuerden de dónde vienen y hacia dónde pueden ir. Y en Teófilo Gutiérrez, Barranquilla tiene eso: una historia viva de superación, de identidad y de orgullo.