Nuestra Gente / 14 de mayo de 2022

La docente que enseña a leer y a escribir en un barrio marginal de Santa Marta

La docente samaria Ana Carolina Arvillla con un grupo de sus estudiantes.

Alix López

Ana Carolina Arvilla Barros narra lo dificil, pero al mismo tiempo lo gratificante, que es trabajar en las aulas con niños de hasta 7 años que viven con múltiples necesidades. Muchas veces no asisten a clases por falta de recursos económicos y han aprendido a celebrar fechas importantes como el Día de la Madre y el Dia del Amor y la Amistad», dice. Un homenaje de MiRedVista en el Día del Maestro.

Ana Carolina Arvilla en uno de los partidos de las Eliminatorias con sus estudiantes del sector Chimila.

Los familiares y los amigos cercanos de Ana Carolina Arvilla Barros ya saben que en cada diciembre tienen que tener listas sus donaciones para el aguinaldo de Navidad que ella entrega a sus estudiantes de primer grado en una zona marginal de Santa Marta. Lo mismo hace en enero cuando pide útiles escolares para el regreso a clases.

Así lo ha hecho desde hace dos años cuando empezó como maestra de primer grado en la Institución Educativa Nicolás Buenaventura en el sector denominado Chimila, en donde la mayoría de sus habitantes sobreviven como vendedores en las playas cercanas o recorriendo las calles de la ciudad para ofrecer frutas y verduras.

Los familiares y los amigos cercanos de Ana Carolina Arvilla Barros ya saben que en cada diciembre tienen que tener listas sus donaciones para el aguinaldo de Navidad que ella entrega a sus estudiantes de primer grado en una zona marginal de Santa Marta habitado por un alto porcentaje de desplazados por el conflicto o del vecino país de Venezuela. Lo mismo hace en enero cuando pide útiles escolares para el regreso a clases.

En una ronda de juegos con sus estudiantes.

Para la hija de Roberto Arvilla y Emilia Barros, contratista de Ecopetrol y ama de casa, respectivamente, e estas zonas tan deprimidas el trabajo de los docentes es todo un reto diario. «Es entregarnos como seres humanos para poder sacar adelante a centenares de niños que muchas veces solo prueban la avena y el pan que el Distrito les entrega a diario como parte del Programa de Alimentación Escolar, o la merienda que les llevamos los maestros», narra esta licendiada en Pedagogía Infantil del Politécnico Grancolombiano y quien además fue la mejor estudiante de su promoción en la Normal San Pedro Alejandrino.

“Más que ir a trabajar es ir a servir. El maestro que trabaja en estos contextos precarios está obligado a humanizar aún más su tarea porque asumimos el papel de madres, porque somos conscientes de las dificultades de los niños y sus familias que además nos lleva a aportarles las herramientas para trabajar en clase”.

Para ir al colegio hay que tomar la vía a Bahía Concha. En Chimila las familias permanecen en condiciones de pobreza extrema con bajos o nulos niveles de alfabetización, vías destapadas, falta de agua potable e inseguridad. En invierno muchas de sus viviendas resultan inundadas. “Algunos padres escasamente saben escribir sus nombres. Por eso el trabajo de los maestros es más arduo porque nuestra tarea es directamente con los niños. Tampoco dejamos tareas a casa porque no hay acompañamiento familiar”.

“La misma ignorancia académica de los padres los lleva a una mala crianza, hay madres a temprana edad que no están preparadas para el proceso. Lo hacen en medio de muchas dificultades”.

Ana Carolina Arvilla, maestra samaria

Antes de la pandemia la población estudiantil era de 600, pero en el último año la cifra se duplicó, especialmente por la llegada de familias venezolanas. “En mi salón tengo a cargo a 25 niños, de los cuales 15 son colombianos y 10 venezolanos”, explica.

También asegura que en colegios públicos las edades permitidas de los alumnos no se cumplen de manera estricta porque muchos padres de familia los matriculan de manera extemporánea. En primer grado la edad promedio es de 7 años, pero esta maestra samaria tiene alumnos de hasta 9 años.

Cuenta que la pandemia de Covid-19 afectó el proceso pedagógico porque los estudiantes no tenían acceso para conectarse a aparatos electrónicos para las clases virtuales. “Estamos viviendo una educación atípica porque muchos maestros de cuarto grado están enseñando a leer y a escribir a sus estudiantes desde lo básico cuando lo ideal es que sea en primer grado. Fueron dos años perdidos porque nos tocó empezar de cero porque no hay nivelación. Este 2022 ha sido una tarea retadora para los maestros”, asegura.

Maestras y estudiantes de la Institución Educativa Nicolás Buenaventura del sector Chimila.

Esta maestra samaria, madre de Fernando José González Arvilla, 13 años, tiene reparos en cuanto al Plan de Alimentación Escolar porque no se cumple con la minuta.

“Los niños entran a la una de la tarde, por lo tanto deben recibir almuerzo, pero lo que le dan es una merienda complementaria de avena y pan. Y los maestros debemos ser garantes para que se cumpla la minuta alimentaria y por eso nos quejamos a través de la rectora porque deben recibir lo que merecen”.

Dice que muchas veces tienen que sacar de sus bolsillos para comprar libretas, lápices, marcadores, cartulinas de colores, témperas o decorar el salón. “Muchos padres no tienen recursos suficientes para eso y otros se esfuerzan”.

Hace dos años los maestros reunieron parte de su salario para comprar dos televisores, necesarios para proyectar videos y proyectar películas, cosas diferentes y que tengan ese alcance tecnológico que es algo novedoso para ellos”.

“El corazón de un niño agradecido no tiene valor monetario. Ese es nuestro pago”.

Ana Carolina Arvilla, docente samaria

Recuerda dos experiencias que la han marcado en su oficio. La primera ocurrió con un niño que se ausentaba mucho de clases. Ana Carolina buscó a una vecina para indagar por qué no iba a estudiar y descubrió que la mamá trabajaba en un establecimiento nocturno.

“Yo pedí que no lo dejaran de llevar, que acá lo llevábamos. El día que regresó me agradeció por preocuparse por él y me confesó que quiere aprender a leer y a escribir para mandarle cartas a su mamá cada vez que ella se ausenta de la casa por varios días. Eso me conmovió porque es un niño al que le hace falta afecto y refleja mucha tristeza”.

El otro episodio ocurrió una tarde cuando ella llevó una merienda para compartir y se dio cuenta que uno de sus alumnos solo comió la mitad del pan. “Cuando le pregunté, me respondió que tenía una hermanita de dos años que seguramente iba a querer probarlo, pero pese a que le dije que al día siguiente le iba a traer más pan, de todos modos lo guardó”.

Por las mismas condiciones económicas, las familias no tienen por tradición celebrar fechas especiales, pero los maestros siempre les responden que antes que lo económico, lo prioritario es hacerlos sentir importantes. “Acá lo más significativo es el Día del Niño. El Dia del Maestro muchos me escriben cartas que yo guardo con cariño», dice muy orgullosa la docente, casada con el abogado samario y empresario de eventos y conciertos Yuri Manjarrez Marquez.

Para el Dia del Maestro, que se celebra este domingo 15 de mayo, serán los docentes los que lleven merienda para compartir con sus estudiantes. “Los padres y los niños nos tienen respeto por la labor que hacemos y son muy agradecidos. Es el mejor pago a los maestros”, dice conmovida.

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